En Grecia es el modelo económico lo que
está en juego; en Ucrania el geoestratégico. Se trata de salvaguardar y
expandir el modelo de libre mercado en su expresión neoliberal, bregando contra
sus principales amenazas: un eventual modelo alternativo que tome en cuenta la
situación e intereses de los sectores mayoritarios de la población en Grecia, y
una Rusia rica en recursos naturales, eventualmente aliada de China, en su
frontera oriental.
Rafael
Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
Las negociaciones que llevan a cabo
Grecia y la Unión Europea y sus instituciones económicas en torno a la deuda
griega, tienen un nivel de enfrentamiento y crudeza similar al que los
organismos financieros internacionales y las grandes potencias han exhibido
toda la vida con América Latina. En ese sentido, los latinoamericanos tenemos
mucho que enseñarles a los griegos.
Son inflexibles y autoritarios, y no
vacilan en amenazar con garrotazos de todo tipo al atrevido que se salga del
redil. Con Grecia está siendo especialmente duros porque saben que, de lo que
resulte de las actuales negociaciones, pueden derivarse procesos similares en
otras partes de Europa. No quieren que se abra la más mínima fisura que dé paso
a lo que puede transformarse en un torrente.
El problema es, por lo tanto, antes que
económico, político.
Y en el ámbito de lo político, quien
tiene la sartén por el mango en Europa es Alemania; no solo en el caso griego,
sino también en el de Ucrania, que es el otro punto caliente en donde se están
jugando los límites que sus intereses no están dispuestos que se transgredan.
En Grecia es el modelo económico lo que
está en juego; en Ucrania el geoestratégico. Se trata de salvaguardar y
expandir el modelo de libre mercado en su expresión neoliberal, bregando contra
sus principales amenazas: un eventual modelo alternativo que tome en cuenta la
situación e intereses de los sectores mayoritarios de la población en Grecia, y
una Rusia rica en recursos naturales, eventualmente aliada de China, en su
frontera oriental.
Los griegos, como los venezolanos en su
momento en América Latina, están, por lo tanto, abriendo brecha, y les está tocando
bailar con la más fea.
El ejemplo latinoamericano no deben
desdeñarlo. Ecuador es un buen ejemplo de cómo enfrentarse el problema de la
deuda y salir airoso. En ese sentido, ya ha habido contactos preliminares y
ojalá que den frutos positivos, porque los pueblos y países marginados y
explotados deben cerrar filas y acuerparse. El mismo presidente Rafael Correa
lo ha remarcado repetidamente al referirse a la necesidad de impulsar la
integración y la unión latinoamericana: solos no hacemos nada, las alternativas
deben ser transnacionales, entre nosotros mismos, y eso debe incluir a los
marginados y explotados de otras partes del mundo en una alianza Sur-Sur como a
la que Lula le dio tanta importancia en sus mandatos.
Y aunque la batalla de los griegos acapara
en buena medida la atención de los medios de comunicación, no debe olvidarse
que la disputa por el modelo que prevalecerá en el futuro también se da en
América Latina. Esta semana, ha sido desarticulada una nueva intentona de golpe
de Estado en Venezuela y, en Argentina, con el caso Nisman intentan poner
contra la pared al gobierno de Cristina Fernández en un año electoral.
Todas estas son expresiones de la tenaz
lucha que llevan a cabo las grandes potencias por hacer prevalecer sus
intereses geoestratégicos y el modelo capitalista neoliberal de desarrollo.
En América Latina, son los Estados
Unidos la vanguardia de esa pelea y Venezuela, rica en hidrocarburos y ubicada
en el límite caribeño de lo que ellos consideran su espacio vital (que incluye
el control geoestratégico del Canal de Panamá, la Base de Guantánamo en Cuba y
la de Viéquez en Puerto Rico) seguirá sufriendo sus embates.
Puede discutirse mucho sobre las
peripecias puntuales de todos estos evenimentos de hoy, pero no debe perderse
nunca de vista los grandes intereses que se encuentran detrás de ellos y que se
expresan en todo el mundo.
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