Prácticas locales,
experiencias globales, teorías reanimadas, nuevas formas de pensamiento…Una
búsqueda concreta, un zigzag
propositivo, un ejercicio activo del “ciudadano global” para no negociar su
derecho a soñar. Y revitalizarlo colectivamente entre el 24 y el 28 de marzo en
el próximo Foro Social Mundial de la capital tunecina.
Sergio Ferrari* / Especial para
Con Nuestra América
Foro Social Mundial en Túnez 2013. |
Solo el “derecho
colectivo a soñar” puede ser tan o más importante que los derechos humanos en
su concepción más amplia –económicos, sociales, culturales y de la persona-. El derecho a soñar es sinónimo de búsqueda de
alternativas, en lo micro, en lo macro,
en una construcción social cotidiana o en la elaboración de conceptos y teorías
que promueven el bien común. Una apuesta a comprender de otra manera el
planeta, la solidaridad internacional y las múltiples y variadas relaciones
entre los seres humanos.
Tierra, democracia social, ética colectiva
Un municipio donde cada trabajador gana lo mismo, en torno
a 1.200 euros –por 35 horas mensuales de trabajo-, en una España que sigue
sumida en su fuerte crisis estructural y
en una Andalucía donde las cifras de
desempleo superaban en 2014 el 30 % de la población económicamente activa.
Marinaleda, con apenas
25 kilómetros cuadrados y menos de 3000 habitantes, su economía fundamentalmente agrícola y un
gobierno de izquierda desde hace 35 años, ha logrado consolidar un modelo
“alternativo-micro” de sociedad. Con 15 euros por mes cada familia puede contar
con una vivienda. Los precios de los servicios son reducidos; la guardería con
comedor no cuesta más de 12 euros mensuales por niño.
Un Estado social
resultado de otra forma de hacer y entender la participación y la política. Y
en el cual el partido que gobierna y el fuerte sindicato agrícola refuerzan
mutuamente sus sinergias usando los instrumentos institucionales del
Ayuntamiento para implementar avances sustantivos tras una concepción de
democracia social efectiva.
Si la lucha por la
tierra –con ocupaciones, huelgas, protestas de diversos tipos - fue la palanca que propulsó los avances
sociales, el combate lleva décadas y exigió paciencia y creatividad, en una
región de gran concentración rural donde el 2 % de los propietarios poseen más
del 50 % del terreno. Pero la agricultura no resultaba suficiente y se
implementó entonces una propuesta de industria local a través del Grupo
Cooperativo Humar que permite desarrollar el sector secundario –fábrica de
conservas-, la mejor arma contra el desempleo, que en Marinaleda es
inexistente.
La “utopía hacia la
paz”, tal como lo indica el escudo-logo de Marinaleda, se fue concretando en
una construcción participativa amplia que acepta hoy con toda certeza que “el
poder no es neutro”. Experiencia solventada en una estricta rigurosidad ética
que se expresa, por ejemplo, en la decisión de los gobernantes del Ayuntamiento
de no tener salarios ni bonificaciones especiales. Y que hoy, en 2015, sigue
moldeando un proyecto alternativo basado en la solidaridad humana.
Los “sin tierra” piensan en la sociedad
entera
A casi 10 mil
kilómetros de ese laboratorio andaluz,
el Movimiento de los Trabajadores rurales Sin Tierra (MST) de Brasil, que
realizó en febrero del 2014 su 6to
congreso con la participación de miles de delegados, ejercita cotidianamente su “derecho colectivo
a las alternativas”.
Considerado uno de los
actores sociales más importantes del continente latinoamericano, promotor
destacado de la red internacional Vía Campesina, ha integrado en torno a la
lucha por la tierra y la reforma agraria toda una nueva concepción de poder.
Cada nueva ocupación de
extensiones improductivas se acompaña, como primer acto simbólico, de la construcción de una escuelita para los
hijos de los ocupantes. Cada movilización rural busca reforzarse con una amplia
alianza ciudadana. Los cargos dirigentes son rotativos; se da un ir y volver
permanente de la dirección (coordinación) a las bases y viceversa; no existe ni
presidente ni secretario general y la conducción es colectiva y
descentralizada.
En los últimos años,
las luchas comunes y consensuadas se han convertido casi en una obsesión
política para el MST. Abriendo su acción a otros actores del mundo rural, del
urbano, de la academia, de la sociedad civil en general, para lograr una articulación más integral de
sus objetivos y combates en sinergia.
Uno de los objetivos
actuales más trascendentes para el MST es la soberanía alimentaria. Lo que
implica confrontar al modelo de producción del agro-negocio –con su prioridad exportadora- y
denunciar activamente, por ejemplo, el uso abusivo de tóxicos. Cada brasilero
consume hoy en sus alimentos unos 5 litros de veneno por año y la confrontación
contra ese esquema debe ser obra del conjunto de la sociedad brasilera, que
debe incluir, también, según el MST, el debate por un cambio de paradigma en el
campo.
El MST ha logrado ya
que más de 400 mil familias obtengan parcelas. Centenas de cooperativas y
asociaciones en los asentamientos aseguran la producción de alimentos.
Completada por el desarrollo – al igual
que en la experiencia andaluza de Marinaleda- de la agro-industria. Los “Sin Tierra”
contestan el modelo que considera a la tierra como una simple mercancía, que
pregona el mono-cultivo, que visualiza
en la agro-exportación su principal objetivo y que desprecia totalmente la
naturaleza, el medio, el suelo y el ser humano mismo. Y fortalecen el paradigma
de la producción familiar agro-ecológica que se sustenta en la cooperación
agrícola con el necesario ingrediente de la agro-industria. El MST es ya, por
ejemplo, en Río Gran del Sur, uno de los principales productores del arroz bio debidamente certificado. Miles
de toneladas de sus productos agrícolas enriquecen –con debidos acuerdos
oficiales- la dieta básica de los escolares en todo el Brasil.
Las ciudades del futuro
De la campaña a los
centros urbanos, solo un paso a recorrer. Del arroz biológico certificado en
Río Grande del Sur al presupuesto participativo como herramienta de democracia
directa, apenas facetas de un mismo y novedoso ejercicio del “derecho a soñar”.
Porto Alegre, la
capital de ese Estado sureño de Brasil, se lanzó a la invención de esta
herramienta. Corría el año 1989 y el Partido de los Trabajadores (PT) acababa
de ganar las elecciones en ese municipio. Momento oportuno para someter las
prioridades financieras y presupuestarias a un ejercicio gradual y paulatino de
análisis colectivo, a través de asambleas de ciudadanos que designan delegados,
y que van desde los barrios y comarcas hasta la ciudad entera.
Sería la experiencia
novedosa del presupuesto participativo el imán que atrajo la convocatoria en
dicha ciudad al 1er Foro Social Mundial en 2001, que luego de 14 años de
existencia y nueve cónclaves
centralizados realizados en tres continentes diferentes, se ha convertido en el espacio de reflexión e intercambio más
amplio con el que cuenta actualmente la sociedad civil planetaria organizada. Y
que ahora vuelve a auto-convocarse para la última semana de marzo 2015 en la
capital de Túnez.
A poco más de 25 años
de esa primera experiencia brasilera de presupuesto participativo, más de 1’500
ciudades del mundo entero de las más diversas dimensiones -Brasilia, Buenos
Aires, Bolonia, Sevilla, Málaga, Portland, Ontario, Yokohama etc. - lo
ejercitan actualmente en sus más diversas variantes y modalidades.
La ciudad del mañana
está en construcción, enfatizan urbanistas comprometidos socialmente, quienes
en estos últimos años enriquecen conceptos y propuestas. Los millones de
amenazados de expulsiones urbanas constituyen el rostro humano del trágico
decorado social. Y Brasil es un caso
emblemático visible internacionalmente por los costos sociales que implicó la
construcción de los estadios para albergar el Mundial de Fútbol 2014 y los
Juegos Olímpicos del 2016. “Todo
individuo debe apropiarse del conjunto de la ciudad”, enfatizan. Y esto significa
disputar los espacios públicos, luchar por el agua potable, la construcción de
escuelas y dispensarios, cloacas y transporte colectivo.
Y en este marco, las
alternativas proliferan en el mundo en paralelo a la agudización de las
tensiones urbanas como resultado de la concentración excesiva. Por ejemplo las
más de 250 Community Land Trust,
estructuras colectivas de propiedad terrena nacidas en Estados Unidos a partir
de los años 80. Y que ahora se extienden a China e India. O bien las
cooperativas de propiedad en otras tantas ciudades del planeta con la intención de favorecer una
democratización del acceso a la propiedad urbana con sentido social. Así mismo
las propuestas de agricultura urbana o periurbana en expansión; los huertos
colectivos; y tantas otras iniciativas socio-culturales barriales que intentan
modificar los paradigmas de pertenencia y apropiación ciudadana. Y que se suman
a otras tantas formas de cuestionamiento a los valores hegemónicos del sistema
dominante.
Las Zonas a Defender (ZAD), espacios de
resistencia
Ejemplo
emblemático de la movilización resistente en Europa. Son experiencias de
resistencia ciudadana que por decenas atraviesan el territorio francés y se
extienden en otros países y regiones - Bélgica, el País Vasco, etc.- reactualizando
una metodología de lucha basada en la ocupación territorial. Su objetivo
principal: oponerse a los GPII (Grandes Proyectos Inútiles e Impuestos),
pretensiosas obras de “desarrollo” que no tienen en cuenta ni del medio
ambiente ni la consulta de las poblaciones aledañas.
Zonas
de construcción diferidas (según los promotores inmobiliarios), Zonas a
Defender (ZAD), según los resistentes,
son espacios para vivir, -es decir superficies ocupadas con otro paradigma de
vida-, resultantes de luchas, en particular, contra grandes proyectos de
infraestructura.
Sean
éstos el “pospuesto” aeropuerto de Notre-Dame-des Landes, en la Loire
atlántica; o la fallida represa
concebida para la irrigación en el Tarn –cuyas protestas costaron la vida en
octubre del 2014 del militante Remi Fraisse- ; o en la región del Rhône contra
el Gran Estadio de “l’Olympique lyonnais”.
Luchas
tenaces, muchas veces heroicas y de largo alcance – de meses, años, e incluso
lustros- que cuestionan radicalmente valores de crecimiento, producción,
consumo y propiedad, para proyectar una nueva forma de ciudadanía y
responsabilidad colectiva. Otro “mundo posible”, ya, aquí, ahora.
Existe otro pensamiento posible…
En los últimos años, de
la mano especialmente de la explosión de la participación indígena en nuevos
procesos políticos latinoamericanos – Bolivia, Ecuador etc.- fue
consustanciándose la concepción del “Buen Vivir” como una alternativa al
desarrollo convencional. Concepto fuertemente presente en gran parte de los
pueblos indígenas del continente pero que gana en visibilidad política en las
nuevas constituciones de esos dos Estados andinos.
La nueva relación con
la “Madre Tierra”; la ruptura con la lógica antropocéntrica tan propia al
capitalismo y al socialismo real; el cuestionamiento a conceptos hasta ahora
invulnerables como el de desarrollo y crecimiento; ha ido abriendo un marco que realimenta
también en el Norte reflexiones interesantes.
Por ejemplo las
teorías/concepciones como las del “descrecimiento”, que han ganado espacio
intelectual en Francia, Suiza y otros países europeos.
Sin subestimar la
revitalización de la reflexión sobre el “eco socialismo”, que si bien no es
nueva, adquiere cierta actualidad en el debate actual europeo a la luz,
especialmente, de la crisis del pensamiento social demócrata.
Incluyendo el nacimiento de nuevas “teorías” como las
del “bien común” o “bien público”, en
tanto proyecto económico abierto a las empresas que busca implantar una
economía sostenible y alternativa a los mercados financieros.
Incorporando también
las constantes reflexiones sobre la comunicación alternativa como necesidad y
condición ideológica para acercar mundos, promover la conjunción de
experiencias, revitalizar el debate sobre conceptos y paradigmas.
Prácticas locales,
experiencias globales, teorías reanimadas, nuevas formas de pensamiento…Una
búsqueda concreta, un zigzag
propositivo, un ejercicio activo del “ciudadano global” para no negociar su
derecho a soñar. Y revitalizarlo colectivamente entre el 24 y el 28 de marzo en
el próximo Foro Social Mundial de la capital tunecina.
*Sergio Ferrari en
colaboración con la Agenda Latinoamericana 2015 y E-CHANGER/COMUNDO
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