sábado, 12 de junio de 2021

En memoria de Bertolt Brecht, desde los tiempos que corren

 En tiempos como los que corren en nuestra América y el mundo, “es difícil resistir a los poderosos y muy provechoso engañar a los débiles”.

Guillermo Castro H./ Especial para Con Nuestra América

Desde Alto Boquete, Panamá


“En el periódico, en la cátedra, en la academia, debe llevarse adelante el estudio de los factores reales del país. Conocerlos basta, sin vendas ni ambages; porque el que pone de lado, por voluntad u olvido, una parte de la verdad cae a la larga por la verdad que le faltó, que crece en la negligencia, y derriba lo que se levanta sin ella.”

José Martí[1]


Bertolt Brecht (1898-1956) fue, como sabemos –o deberíamos saber– un destacado escritor, dramaturgo y poeta alemán. También fue un comunista sin partido, que combatió sin tregua al nazismo instalado como poder en Alemania desde 1933. En ese mismo año, se vio forzado a un exilio que se prolongaría hasta 1949. En 1934, escribió un breve texto de especial valor para nuestro tiempo, titulado Las cinco dificultades para decir la verdad[2] ,en un mundo que se encaminaba hacia el terrible episodio final de la Gran Guerra de 1914-1945.  


En su primer párrafo, el texto de Brecht sintetiza de manera admirable su contenido, que sigue siendo útil en nuestro tiempo, y en particular en nuestra América:

 

El que quiera luchar hoy contra la mentira y la ignorancia y escribir la verdad tendrá que vencer por lo menos cinco dificultades. Deberá tener el valor de escribir la verdad, aunque se la desfigure por doquier; la inteligencia necesaria para descubrirla; el arte de hacerla manejable como un arma; el discernimiento indispensable para difundirla. Tales dificultades son enormes para los que escriben bajo el fascismo, pero también para los exiliados y los expulsados, y para los que viven en las democracias burguesas. 

 

No es casual que tener el valor de escribir la verdad sea la primera dificultad señalada. En efecto, en tiempos como los que corren en nuestra América y el mundo, “es difícil resistir a los poderosos y muy provechoso engañar a los débiles”, pues incurrir “en la desgracia ante los poderosos equivale a la renuncia, y renunciar al trabajo es renunciar al salario. Renunciar a la gloria de los poderosos significa frecuentemente renunciar a la gloria en general.” 

 

En estas circunstancias, señala, “escribir la verdad es luchar contra la mentira, pero la verdad no debe ser algo general, elevado y ambiguo, pues son estas las brechas por donde se desliza la mentira.” Por lo mismo, añade, el mentiroso se delata “por su afición a las generalidades, como el hombre verídico por su vocación a las cosas prácticas, reales, tangibles.”

 

La segunda dificultad radica en que se requiere inteligencia para descubrir la verdad, al menos “la que es fecunda.” Así, por ejemplo, no es posible negar “que llueve hacia abajo”, y hay numerosos poetas que “escriben verdades de este género”, como el pintor que “cubría de frescos las paredes de un barco que se estaba hundiendo.” De igual modo existen 

 

los que por falta de conocimientos no llegan a la verdad. Y, sin embargo, distinguen las tareas urgentes y no temen a los poderosos ni a la miseria. Pero viven de antiguas supersticiones, de axiomas célebres a veces muy bellos. Para ellos el mundo es demasiado complicado: se contentan con conocer los hechos e ignorar las relaciones que existen entre ellos. 

 

Aquí, la necesidad fundamental consiste en “transformar esa verdad en acción.” Por lo mismo, la tercera dificultad consiste en dominar el arte de hacer la verdad manejable como arma. Para lograrlo, la verdad debe ser dicha “pensando en sus consecuencias sobre la conducta de los que la reciben.” 

 

Por contraste, añade, Brecht quienes ignoran la verdad “se expresan de un modo superficial, general e impreciso. […] Cuando manejan sus tópicos sobre la barbarie salida de la barbarie resultan impotentes para suscitar la acción”. Así, en realidad “no se dirigen a nadie”, pues eso equivale a 

 

limitarse a aislar algunos eslabones en la cadena de las causas y a considerar como potencias irremediables ciertas fuerzas determinantes, mientras que se dejan en la oscuridad las fuerzas que preparan las catástrofes. […] Para presentar verídicamente un estado de cosas nefasto, mostrad que tiene causas remediables. Cuando se sabe que la desgracia tiene un remedio, es posible combatirla. 

 

De aquí se deriva una cuarta dificultad: la de saber a quién confiar la verdad, pues ésta “hay que escribirla a alguien [...] que sepa utilizarla”, por lo cual “debe ser dicha con astucia y comprendida del mismo modo.” Por eso mismo, agrega, para los escritores es importante saber a quién decimos la verdad y quién nos la dice: “a los que viven en condiciones intolerables debemos decirles la verdad sobre esas condiciones, y esa verdad debe venirnos de ellos.” Y es necesario hacerlo sin olvidar que la verdad “tiene un tono” que debemos encontrar, pues ella es “de naturaleza guerrera, y no sólo es enemiga de la mentira, sino de los embusteros.” 

 

La quinta dificultad consiste en la necesidad – sobre todo en tiempos como estos - de “proceder con astucia para difundir la verdad”. En efecto, no faltan quienes – orgullosos “de su valor para escribir la verdad, contentos de haberla descubierto, cansados sin duda de los esfuerzos que supone el hacerla operante […] esperan impacientes que sus lectores la disciernan. De ahí que les parezca vano proceder con astucia para difundir la verdad.” Sin embargo, es bueno recordar que Confucio 

 

alteró el texto de un viejo almanaque popular cambiando algunas palabras: en lugar de escribir “el maestro Kun hizo matar al filósofo Wan”, escribió: “el maestro Kun hizo asesinar al filósofo Wan”. En el pasaje donde se hablaba de la muerte del tirano Sundso, “muerto en un atentado”, reemplazó la palabra “muerto” por “ejecutado”, abriendo la vía a una nueva concepción de la historia. […] La astucia de Confucio es utilizable también en nuestros días. 

 

De lo que se trata aquí es de que el pensamiento, “sea cual fuere la forma que éste adopte, sirve la causa de los oprimidos,” pues “los gobernantes al servicio de los explotadores consideran el pensamiento como algo despreciable.” 

 

Para ellos lo que es útil para los pobres es pobre. […] Se suele tratar a los hambrientos como gentes voraces y sin ideal, de cobardes a los que no tienen confianza en sus opresores, de derrotistas a los que no creen en la fuerza, de vagos a los que pretenden ser pagados por trabajar, etc. Bajo semejante régimen, pensar es una actividad sospechosa y desacreditada. ¿Dónde ir para aprender a pensar? A todos los lugares donde impera la represión.

 

Para Brecht, si es posible “que un sistema de opresión permita a una minoría explotar a la mayoría, la razón reside en una cierta complicidad de la población, complicidad que se extiende a todos los dominios.” Por lo mismo, una complicidad análoga, “pero orientada en sentido contrario, puede arruinar el sistema.” Los dirigentes, en particular, “odian las transformaciones: desearían que todo permaneciese inmóvil, a ser posible durante un milenio”. Por eso 

 

Subrayar el carácter transitorio de las cosas equivale a ayudar a los oprimidos. No olvidemos jamás recordar al vencedor que toda situación contiene una contradicción susceptible de tomar vastas proporciones. […] Cada cosa depende de una infinidad de otras que cambian sin cesar; esta verdad es peligrosa para las dictaduras. 

[…]

La gran verdad de nuestra época -conocerla no es todo, pero ignorarla equivale a impedir el descubrimiento de cualquier otra verdad importante- es ésta: nuestro continente se hunde en la barbarie porque la propiedad privada de los medios de producción se mantiene por la violencia. […] Digamos la verdad sobre las condiciones bárbaras que reinan en nuestro país; así será posible suprimirlas, es decir, cambiar las actuales relaciones de producción. Digámoslo a los que sufren del statu quo y que, por consiguiente, tienen más interés en que se modifique: a los trabajadores, a los aliados posibles de la clase obrera, a los que colaboran en este estado de cosas sin poseer los medios de producción. 



[1] “Nuestra América”. El Partido Liberal, México, 30 de enero de 1891. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. VI: 18.

[2] La Insigniawww.lainsignia.org, 22 de enero de 2004

 

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