Las elecciones del 6 de junio de 2021 que se realizaron en México y Perú en medio de la pandemia de la COVID-19, han mostrado el triunfo de los sectores progresistas en los dos países latinoamericanos.
Adalberto Santana / Para Con Nuestra América
Desde Ciudad de México
En el caso específico del Perú, en las últimas tres décadas el escenario electoral peruano se ha caracterizado por contar con gobiernos de corte conservador. Lo más llamativo de los mandatarios peruanos han sido sus vínculos con la corrupción. Sin embargo, llegó el momento en que amplios sectores sociales a través de la democracia de partidos políticos han optado por variar su voto y han preferido por diversos motivos, ya sean económicos, políticos, sociales o culturales, tomar la opción por la vertiente progresista. Si se prefiere, en el Perú se ha votado mayoritariamente por el bloque político-ideológico identificado con la izquierda.
Las autoridades electorales peruanas no habían terminado el recuento final de votos hasta el 10 de junio. Sin embargo, se reconocía que del total de los ciudadanos con derecho al voto (25,080,985) habían acudido a las urnas tanto a nivel nacional como en el extranjero un total de 18,713,454 ciudadanos, representando al 74.651%. Resultando hasta el momento del recuento del 100% de la votación, que el candidato Pedro Castillo del Partido Político Nacional Perú Libre, había alcanzado 8,810,557 votos, lo que representa el 50.178%, en tanto que la candidata de Fuerza Popular, Keiko Fujimori lograba 8,747,851 alcanzando el 49.796%. Sin duda el escenario es de una tremenda cerrada votación. La diferencia a favor de Castillo es de 62,702 mil votos, con lo cual el candidato de Perú Libre resulta ganador. Sin embargo, Fujimori no se aferra a la derrota y hace lo imposible revertir la derrota. Pensemos que en la democracia electoral se ganan las elecciones con un voto de diferencia. Sin embargo, Keiko Fujimori, la candidata que aglutinó al conjunto de las fuerzas contrarias a Perú Libre y que representa a aquellos partidos y políticos identificados con la derecha peruana, pretende impugnar un estimado de 200 mil votos. En ese contexto, Pedro Castillo le ha expresado a los ciudadanos que votaron por su candidatura y que abarcan a diversos segmentos políticos, sociales, económicos, culturales y geográficos del Perú: “No caigamos en provocaciones de quienes quieren ver este país en el caos. Por ello, hacemos un llamado de paz y tranquilidad. Sigamos firmes y alegres en esta lucha final que es de todos los peruanos”.
Si el escenario del recuento de votos no sufre alteraciones, como pretenden los sectores que aglutina la candidatura conservadora y derechista de Keiko Fujimori, la victoria del profesor de primaria Pedro Castillo se sumará a la corriente progresista latinoamericana. Su candidatura ha sufrido un fuerte embate político, ideológico y jurídico de diversos actores. Sin embargo, si el proceso democrático peruano no llega a ser modificado ilegalmente por los opositores, ganará Castillo por contar con la mayoría de los votos.
En el caso de las elecciones intermedias mexicanas, el triunfo de los sectores identificados con el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador también fue arrollador. Lo que no quiere decir que fue absoluto en todos los cargos en disputa. Lo que si puede identificarse es que los gobiernos estales que detentaban los partidos conservadores perdieron la elección. Por ejemplo, de 15 gubernaturas que estaban en disputa y en poder del Partido Revolucionario Institucional (PRI), perdió en ocho gubernaturas. En tanto que el Partido Acción Nacional que disputaba cuatro estados en su poder, únicamente ganó en dos (Chihuahua y Querétaro). El estado de Nuevo León formalmente es independiente de todos los partidos y Baja California es gobernado por la alianza del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) y el Partido del Trabajo (PT). De tal forma que el bloque que respalda al gobierno del presidente López Obrador se alzó con un triunfo en once estados (Baja California; Baja California Sur; Campeche; Colima; Guerrero; Michoacán; Nayarit; Sinaloa; Sonora; Tlaxcala y Zacatecas). Incluso otro estado como el de Nuevo León, quedó en manos del Movimiento Ciudadano (MC).
Así, el bloque de los partidos de derecha (PRI, PAN y PRD) que formaron la coalición “Va por México” fueron derrotados en la mayoría de los cargos en disputa. Incluso perdieron el control de los congresos de diputados locales y una diversidad de ayuntamientos. Aunque también lograron parcialmente algunos triunfos locales y un escaso número de diputaciones nacionales y locales. Sin embargo, la correlación de fuerzas les fue muy desfavorable. Uno de los principales dirigentes del PAN, Gustavo Madero, reconoció el fracaso de sus aspiraciones de tratar de vencer al bloque de fuerzas obredoristas, al apuntar: “Lo que no nos atrevemos a reconocer es que Morena y sus aliados mantienen la mayoría de las curules en la Cámara de Diputados, en el Senado y en las legislaturas locales”. Agregando a lo anterior que: “La conclusión es que a la oposición nos falta propuesta, discurso, congruencia y credibilidad para recuperar la confianza de la mayoría de los mexicanos. Que no debemos fincar la estrategia en el miedo a Morena, sino en articular un proyecto social y democrático que convenza a los ciudadanos en volver a darnos su voto” (Proceso, Cd.Mx., 09/ 06/21).
Finalmente podemos resumir que las tendencias políticas en la región latinoamericana en sus procesos electorales, se inclinan en favorecer a los proyectos políticos que sean mucho más incluyentes. La polarización social y económica que ha generado el modelo neoliberal (el del capitalismo salvaje), cada vez tiene menos viabilidad. Así, no es de extrañar que Perú Libre con la candidatura de Pedro Castillo y el bloque de fuerzas de la llamada Cuarta Transformación (4T), impulsada por López Obrador refrenden sus victorias electorales. Si en este momento hubiera otro proceso electoral semejante en Colombia, seguramente obtendrían un gran triunfo electoral las fuerzas que se integran en el Comité Nacional del Paro y su alianza con los partidos progresistas del país sudamericano. Fenómeno político que por las tendencias políticas regionales, podrá tener semejantes resultados en las elecciones generales de Chile que habrán de celebrase el 21 de noviembre de 2021, siempre y cuando la izquierda chilena alcance a presentarse en un bloque unitario.
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