El nuevo liderazgo de Pedro Castillo resulta para el Perú una esperanza para su desarrollo, especialmente para los sectores más vulnerables. Particularmente cuando su propuesta de gobierno descansa en realizar una “revolución democrática y pacífica”.
Adalberto Santana / Para Con Nuestra América
Desde Ciudad de México
El número de personas que han adquirido el coronavirus a nivel mundial hasta el 18 de junio de 2021, suma la cantidad de 177,588,390. En tanto que el número de fallecidos llega hasta esa misma fecha a un total de 3,845,051. A casi un año y medio de que apareció el virus en la “semana pasada se registraron más de 1.1 millones de nuevos contagios y 37 mil muertes en América, aseguró el titular de la OPS” (La Jornada 17/06/21, p. 10). Dentro de estas cifras sin duda quien ocupa hasta estos momentos el mayor número de infectados es la mayor potencia militar y económica del orbe. Es decir, los EU, nación que alcanza una enorme cantidad que conservadoramente se ubica en 33,517,146 infectados. En tanto que sus fallecidos por el mal de inicios del siglo XXI, llega a 601,239. Después de esa gran potencia figuran por la cantidad de contagios en los 10 primeros lugares, países como India, Brasil, Francia, Turquía, Rusia, Reino Unido, Italia, Argentina y Colombia. Sin embargo, dentro de los cinco países por las tasas de mortalidad más elevadas en relación con su población, figuran Perú, Hungría, Bosnia, República Checa y Gibraltar.
Esto se le relaciona con la situación política, donde aparecen una serie de elementos que van condicionando determinados fenómenos sociales, culturales y económicos. Por ejemplo, resalta como en Perú el triunfo electoral de Pedro Castillo, puede explicarse en gran medida por el gran descontento de más del 50% de la población que fue a votar por el desgaste que ha generado la corrupción de los gobiernos que han imperado en ese país andino por lo menos en las últimas dos décadas. Situación a la que se sumó el mismo malestar que ha sentido su población de ubicarse como la más afectada por la pandemia. Es decir, donde figuran las más elevadas las tasas de mortalidad por la Covid-19, pero también donde los gobernantes más recientes al estar involucrados en la corrupción tomaron actitudes tremendamente anti éticas frente al tema del combate a la pandemia.
Tal como aconteció en el Perú cuando emergió la “denuncia de que varios altos funcionarios de gobierno abusaron de un ensayo clínico para vacunarse contra el coronavirus mucho antes que la mayoría de la población”. Así, el malestar se manifestó políticamente cuando en el mes de febrero de 2021 el presidente Francisco Sagasti manifestó sentirse "indignado y "furioso", cuando se conoció que su predecesor Martín Vizcarra, miembros de su familia y de su gabinete se habían adelantado a la campaña de vacunación. Esto situación sin duda fortaleció en amplios sectores populares peruanos, el descontento contra los políticos tradicionales y conservadores. Se puede pensar y constatar que esos políticos tradicionales del Perú han estado impregnados en diversos actos de corrupción y de sus vínculos con el lavado de dinero y la delincuencia organizada, tal como ha sido acusada Keiko Fujimori. Toda esta situación podría explicar por que el electorado peruano por primera vez se inclinó mayoritariamente por un candidato progresista y calificado como de izquierda como Pedro Castillo y su partido Perú Libre para llevarlo a la presidencia.
Conviene traer a la memoria que al contrario de lo que difunde la propaganda de los medios de comunicación amarillista, Castillo no se orienta por una ideología y praxis comunista, más bien se inscribe como un católico “evangélico”. Los familiares (esposa e hija) del candidato de Perú Libre, son unas activas participantes evangélicas de la Iglesia del Nazareno. A la par que Castillo en su programa de campaña reitero su posición contra el aborto y el matrimonio igualitario. Así, también su imagen se ha fortalecido y va cobrando fuerza con su carisma y reivindicación de su origen campesino y de profesor rural. Manifestada con una forma de vida nada consumista y muy modesta.
En ese sentido el nuevo liderazgo de Pedro Castillo resulta para el Perú una esperanza para su desarrollo, especialmente para los sectores más vulnerables. Particularmente cuando su propuesta de gobierno descansa en realizar una “revolución democrática y pacífica”. Especialmente cuando reivindica la defensa de los recursos naturales que tiene en abundancia el Perú. Todo ello enmarcado en un programa que tiene como propósito llevar adelante la Justicia Social. Sin duda el Perú hoy en día antes de que se decrete por los jueces electorales el triunfo de Castillo, el país heredero de la cultura incaica es recorrido no por el fantasma del comunismo, sino por el contrario por el fantasma del anticomunismo. A decir de Pablo Stefanoni: “La elección peruana ha generado una verdadera histeria entre las elites limeñas y una campaña de demonización del candidato cajamarquino. El escenario, de confirmarse la victoria de Pedro Castillo, tiene altas dosis de incertidumbre. Pero estas se vinculan poco con los fantasmas que promueve el anticomunismo zombi que recorre el país”. (“¿Quién le teme a Pedro Castillo?, en Nueva Sociedad, junio de 2021).
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