sábado, 5 de junio de 2021

Costa Rica: Mario Oliva, su legado

 Mario Oliva no quiso ser un historiador más; su gran inquietud intelectual lo llevó a crear en nuestro país una rama o especialidad de la historia, que él calificó como “historia intelectual”.

Arnoldo Mora Rodríguez / Para Con Nuestra América


En días recientes falleció un gran intelectual y dilecto amigo, catedrático de la UNA, Mario Oliva Medina. De origen chileno, vino a Costa Rica muy joven a consecuencia del golpe de estado fascista perpetrado por una junta militar presidida por el General Augusto Pinochet. Estudió en la UNA en donde obtuvo la licenciatura en historia y luego el doctorado en  Estudios Latinoamericanos; allí mismo ejerció como docente e investigador en el Instituto de Estudios Latino americanos (IDELA), y desempeñó altos puestos como una vicerrectoría; su labor académica trascendió nuestras fronteras, como lo prueban sus estrechos vínculos con la UNAM de México D.F.
   

Su partida deja un gran vacío, tanto intelectual como humano entre sus amigos y en el seno de la academia. Pero en éste como en casos similares, la mejor manera de honrar su memoria es estudiar su obra y, con ello, rescatar su legado; porque hombres como Mario Oliva, cuando mueren, sólo lo hacen físicamente, pues su legado permanece en su condición de patrimonio de todos los hombres y mujeres de bien,  hijos de  la patria grande que es Nuestra América y de la que Mario siempre se sintió ciudadano de pleno derecho.  Si bien es cierto, Mario Oliva nació en Chile, la mayor parte de su fecunda vida se desarrolló en Costa Rica; en realidad, para Mario no había diferencia, porque amó entrañablemente a todos los pueblos de la patria de Bolívar y Martí, de García Monge y Salvador Allende, su verdadera y única patria. 

 

Lo dicho se refleja en sus escritos. Mario Oliva no quiso ser un historiador más; su gran inquietud intelectual lo llevó a crear en nuestro país una rama o especialidad de la historia, que él calificó como “historia intelectual”. Pero Mario no se quedó en palabras solamente, no vio en ese apelativo un slogan un tanto esnobista, sino que reflexionó más allá de la historia narrativa de hechos o períodos cronológicos e indagó más a fondo, con el fin de arrojar luz sobre el entorno humano y cultural de los acontecimientos narrados; para lograr lo cual excogitó una fundamentación epistemológica de lo que él entendía por “historia intelectual”. En el libro que contiene sus ensayos de “historia intelectual”, publicado conjuntamente por la UNA y la UNAM de México D.F. (ENSAYOS DE HISTORIA INTELECTUAL, EUNA, Heredia, 2019), en la introducción se explica lo que se entiende por tal, su originalidad y, sobre todo, su importancia y vigencia para nuestro medio intelectual. 

 

En efecto, en el prólogo de la mencionada obra se especifica lo que se entiende por tal con estas palabras: “no se trata solo de fríos trabajos de reconstrucción histórica, sino que Mario nos entrega personajes de carne y hueso, con sus pasiones, sus angustias, su sensibilidad, su humanidad, su capacidad de compromiso y de visión” (pg. 25). Para mostrar la originalidad de este enfoque epistemológico el autor mencionado comenta el aporte del poeta nicaragüense Salomón de la Selva, para el que “poesía y guerra se encuentran” (Ibídem). Mario va más allá de la narración “objetiva” de los hechos recurriendo a fuentes primarias y  citando a comentaristas calificados, Mario recurre a  otras fuentes como la poesía y las artes en general, y a testimonios orales,  todo  con el fin de reconstruir una atmósfera o ambiente  cultural  que tipifica una época ya ida, pero que conserva influencia en la actualidad; con ello va más allá de las circunstancias “objetivas”; de esta manera  Mario logra recrear las subjetividades como sólo la creación artística puede lograr. 

 

Para Mario Oliva la historia es obra de hombres y mujeres de carne y hueso, de hijos de una época insertos en unas circunstancias concretas que se convierten en vivencias subjetivas  y experiencias existenciales, cuyo testimonio desvela sentimientos intimistas, la sensibilidad propia; cada personaje cuenta los hechos tal como los vivió; con ello Mario hace que el lector se transporte a una época que no es la suya, a una cultura  en donde las ideas adquieren su verdadera connotación y relevancia, cuya significación trasciende el momento narrado y se convierten en acervo permanente que contribuye a la construcción de identidades colectivas; los autores de un “acontecimiento  histórico” no sólo obedecen a estructuras económico-políticas, sino que son sujetos con sensibilidad propia. Con ello se logra tener una visión integral, totalizante de una época; es la historia hecha por seres humanos concretos, por hombres y mujeres integrales porque están integrados a una época dada. 

 

Eso es lo que Mario Oliva llama “historia intelectual”. Sus ensayos sobre Vicente Sáenz, José Martí y José María (Billo) Zeledón constituyen un claro ejemplo de lo dicho;  recurriendo  a la exposición de su ideario engarzado en  sus datos biográficos, Mario nos traslada a una época que, cronológicamente, no es la nuestra,  pero que la asumimos como nuestra  porque recrea un ambiente cultural que la lengua y otros valores nos la hacen comprensible; de esta manera, las confrontaciones ideológicas, los estilos estéticos y modas, los debates religiosos e, incluso, las querellas personales o entre familias, adquieren una vigencia que hace que el lector las viva como si de una crónica de actualidad se tratara.  Pero Mario Oliva va más allá; su ensayo sobre la obra pictórica de Julio Escámez (JULIO ESCÁMEZ CARRASCO: IMÁGENES FUGITIVAS, ACORDEÓN, Y VISIONES, EUNA, Heredia, 2018) constituye un hermoso ejemplo de la aplicación de este enfoque epistemológico. Pero Mario ve también y con no menor fuerza, el otro aspecto de la realidad humana, cual es el dolor y el sufrimiento de víctimas inocentes en defensa de las mejores causas; ellos son, por igual, gloria de la humanidad y muestra heroica de sus más altos valores; Mario menciona en concreto personajes, situando su genio personal dentro del contexto socio-económico, como corresponde a una visión crítica de la historia como ciencia social, que ve como objetivo el analizar el saber histórico, no sólo el catálogo de hechos pero destacando su dimensión exegética e, incluso, hermenéutica.

 

Dentro de este contexto, merece destacarse por su carácter novedoso en nuestro medio, sus estudios sobre el exilio; quizás porque él mismo se sintió un exiliado, aunque en Costa Rica no lo fuera legalmente, ni fuera tratado nunca como tal en sus relaciones personales o laborales. 

 

La actualidad e importancia de este tema radica, más allá de su dimensión humanitaria y ética, en el hecho de la magnitud del fenómeno del exilio en el mundo actual, exilio provocado, tanto por casusas políticas, como  económicas o culturales; sentirse extranjero es una forma de exilio, que implica  tener que afrontar un cambio no  siempre deseado de costumbres, régimen político, status socio-económico, comida, lengua y creencias religiosas generalizadas; tal es la dimensión de nuestro-ser-trashumante que, desde sus orígenes prehistóricos, ha sido una característica de la especie sapiens. Pero, tal como es tratado por Mario Oliva,  el exilio no se vive desde fuera o legal y formalmente; también hay un exilio doméstico vivido al interior del propio país, donde se nació y se tienen enterrados a sus antepasados; ese fenómeno un tanto trágico Mario lo llama “insilio”; podríamos decir que se refleja en el ostracismo de que se es víctima por razones de repudio político o rechazo socio-cultural, persecución ideológica a consecuencia de un conflicto o guerra, o a la  incapacidad por razones psicológicas de aceptarse a sí mismo, lo que nos recuerda lo que el joven Hegel llamaba “alienación”, pero con graves implicaciones desde el punto de vista socio-económico, sobre todo, en el campo laboral y de autoestima y prestigio social. 

 

El drama de los exiliados e insiliados, lo desarrolla Mario Oliva junto con German Chacón en el caso específico de los comunistas que fueron las víctimas de la derrota que para ellos significó el desenlace de la Guerra Civil de 1948 (cfr. EXILIO, INSILIO, CÁRCEL, VIOLENCIA, 1948-1952 en Mario Oliva Medina- Laura Beatriz Moreno Rodriguez (coordinadores), Maribel Soto Ramírez (editora): EXILIO Y PRESENCIA: Costa Rica y México en el siglo XX (EUNA, Heredia, 2019, pgs. 39 ss.). En este caso, lo novedoso del enfoque radica en que los acontecimientos se ven desde un punto de vista no sólo holístico, sino a partir de la experiencia existencial de un exiliado y de un insiliado; lo cual cambia incluso el estilo literario de la narración, y lo emparenta con lo que hoy se llama “literatura testimonial”; la “objetividad” epistemológica de las ciencias históricas se reconcilia con el estilo propio del lenguaje dramático; el autor se ve incluido. 

 

La razón de lo anterior radica en lo que los filósofos actuales llaman el “sujeto” que construyó el pasado, pero hoy los narra. Lo “revolucionario” y  sorprendente con ello  es que la historia ya no la escriben sólo los vencedores, sino  y gracias al tiempo y cambio de circunstancias, la ciencia abre espacio y credibilidad a la voz de los “vencidos”, su palabra adquiere el prestigioso podio de la verdad; así se rescata, no sólo la dimensión humana dialogal del saber histórico, sino que también  se reivindica a quienes forjaron la historia desde un punto de vista más auténtico, alejado de la apologética y del alegato ideológico; detrás de su voz se escucha la defensa de la justicia y se reivindica la verdad integral de lo acaecido; las nuevas generaciones verán en el relato histórico, no sólo las raíces del presente y las causas que lo explican, sino también una reivindicación de  las voces silenciadas por la prepotencia del vencedor. 

 

Es por todo eso que insisto en que hay que leer a Mario Oliva; leerlo es honrar su memoria, es seguir dialogando con el amigo y aprendiendo del maestro.

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