El crimen de Estado es una aberración que nunca debe repetirse y que, sin embargo, siempre está latente, y más tras la reciente represión contra jóvenes normalistas de Chiapas y Puebla.
Cristóbal León Campos / Para Con Nuestra América
Desde Mérida, Yucatán. México.
La revelación de la identidad de Jhosivani a sus familiares y a toda la nación, tras los estudios realizados por la Universidad de Innsbruck y verificada por Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), deja luz ante el hecho de que “la identificación genética es posible, incluso a pesar del paso del tiempo”, como ha indicado en sus redes sociales el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, A.C. (Centro Prodh). Este hallazgo contribuye de igual forma a terminar de enterrar la llamada “verdad histórica”, con la que pretendió el gobierno de Enrique Peña Nieto ocultar y tergiversar los hechos y establecer un manto intocable de impunidad, este descubrimiento mediante la investigación que se desarrolla, acrecienta la urgencia de romper por completo ese manto de impunidad y ejercer todo el peso de la justicia sobre los culpables materiales e intelectuales del crimen de Estado, así como sobre quienes de una u otra forma se prestaron para efectuar la gran farsa inhumana con la que intentaron garantizar el silencio culposo que ha involucrado a integrantes de todo el aparato estatal comenzando con el ex presidente Enrique Peña Nieto y continuando con muchos funcionarios, militares, policías, jueces, políticos, medios de comunicación, intelectuales, periodistas, instituciones y demás, que de forma velada o abierta contribuyeron a mantener abierta la herida que ahora vuelve a supurar un fuerte dolor y al mismo tiempo un poco de esperanza por conocer toda la verdad.
El Centro Prodh ha dicho que “necesitamos mecanismos extraordinarios, masivos y con recursos para atender el rezago forense”. Se requiere para la verdad el esfuerzo total y absoluto del actual gobierno de AMLO, se necesita el apego a la justicia y el compromiso humano con los familiares, amigos y todos quienes se han mantenido caminando y exigiendo verdad y justica para los 43 normalistas de Ayotzinapa, no basta con discursos de buena voluntad ni con actos protocolarios cada día 26, a casi 7 años el pueblo mexicano demanda que cada pieza que deba ser investigada y cada rincón de la nación de deba ser recorrido sea esculcado hasta lo más profundo, ya sean los cuarteles militares que tanta sangre del pueblo han derramado y encubierto, o las cúpulas de la iglesias, del gobierno, de los partidos políticos o de las instituciones de justicia, todo, absolutamente todo, debe ser cuestionado para conocer los detalles de este atroz crimen de Estado que a pesar de los avances en las investigaciones sigue impune y continúa encontrando en su camino infinidad de obstáculos y manipulaciones.
La información sobre Jhosivani genera una sensación contradictoria, pues si bien significa un avance en la indagación y la esperanza del esclarecimiento de los hechos, también comprueba el grado de degradación que ha alcanzado el capitalismo en México. El crimen de Estado es una aberración que nunca debe repetirse y que, sin embargo, siempre está latente, y más tras la reciente represión contra jóvenes normalistas de Chiapas y Puebla. La injusticia sistémica manifiesta en la pobreza, la explotación y la violencia, sólo puede superarse con la organización y la memoria proletaria-popular, pues como indica una de las consignas “quisieron enterrarnos, pero no sabían que éramos semilla”.
¡Ayotzinapa es ira, esperanza y dolor vivo que reclama justicia!
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