sábado, 19 de junio de 2021

Reflexiones a partir de la visita de “la señora vicepresidenta” por Centroamérica

 Cuando Kamala Harris viene a Centroamérica, todo huele a impostura.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica


Cuando decimos “la señora vicepresidenta” no hay necesidad de aclarar de quién se trata. Ella, pues, vino de gira por nuestro patio, que para ellos es trasero, y vino a decir de viva voz lo que ya se venía anunciando desde que asumió el poder la nueva administración en Washington. 

 

Puso sobre el tapete lo que Estados Unidos considera que son problemas para su seguridad nacional, lo cual es lo usual desde hace mucho tiempo. En primer lugar, el tema de la migración, para lo cual la señora Harris puso semblante serio en la conferencia de prensa que brindó en Guatemala y repitió lo que ya todos sabemos, que nadie se mueva de donde está, que a nadie se recibe en la frontera si no tiene visa o es catalogado como refugiado, lo cual para la inmensa mayoría de los centroamericanos es un imposible de obtener o de comprobar.

 

Estados Unidos y su agenda moralista, que es estructural en ellos pues data de la misma fundación de su nación y la sacan a relucir cada vez que sus intereses lo ameritan, puso también en la agenda el tema de la corrupción, algo endémico en nuestros países que, no en vano, por ello fueron motejados desde inicios del siglo XX como Banana Republics.

 

Según Estados Unidos, los centroamericanos se van hacia Estados Unidos porque en nuestros países no hay condiciones para una vida digna, lo cual es cierto, y uno de los factores principales a los que atribuyen la imposibilidad de construir sociedades de oportunidades es la corrupción. No están muy desencaminados también en este sentido. Es decir, su diagnóstico es casi de sentido común. No hay centroamericano que ignore esa situación que está presente no solo en los grandes negocios, sino también en la vida cotidiana. 

 

El problema es que quienes mantienen esa corrupción estructural no solo están en el poder de los estados, sino que han sido los mismos Estados Unidos los que han contribuido de manera determinante a que estén ahí. Han sido sus aliados históricos, con quienes trabajaron para eliminar proyectos políticos que se oponían a castas oligárquicas que han mantenido formas de explotación y discriminación que provocan, precisamente, las condiciones por las que tanta gente tiene que migrar. 

 

Así que cuando Kamala Harris viene a Centroamérica, todo huele a impostura. Claro que tener aliados trogloditas debe ser incómodo, pero ellos se lo han buscado porque lo que Estados Unidos quiere que hagan en Centroamérica es una condición muy importante para lo que pase aquí. Ya desde tiempos tan lejanos como los del viejo Somoza lo dejaron claro con aquella famosa frase que aludía a que sabían la escoria que era, pero aun así les convenía tenerlo de su lado.

 

Y de nuestra parte, siempre habrá quien les sonría y reciban su apoyo con beneplácito, incluso en nombre de los más altos valores morales o democráticos. Nicaragua fue históricamente un ejemplo de esto. Frecuentemente los bandos en disputa buscaban su apoyo a dirimir al ganador. El caso emblemático de la llegada de William Walker a mediados del siglo XIX, o la complacencia por la presencia de los marines en un país que era prácticamente un protectorado desde 1910 hasta que Sandino los expulsó.

 

Es por eso que un historiador del calibre del italo-argentino Tulio Halperín Donghi, cuando se refiere a Centroamérica, califica a nuestros paisitos como “solo formalmente independientes”. Identificar el vasallaje que se tiene en Centroamérica para con Estados Unidos es fácil cuando se hacen análisis históricos, pero se torna más complicado al referirse al presente. Siguiendo con el ejemplo de Nicaragua, es más simple catalogar al presidente liberal José Santos Zelaya (1893-1909) de “progresista”, a pesar de haber manejado con puño de hierro al país, que hacerlo con el gobierno de Daniel Ortega.

 

Los grupos sociales que esperan, como polluelos con el pico abierto en el nido, a que papá Estados Unidos suelte la plata, están en todo el espectro social. En unos países son ladronzuelos e incluso asesinos enquistados en el poder, que arman el tinglado para curarse en salud y poder actuar a su antojo. En otras partes, son organizaciones de la sociedad civil que son apoyadas por tirios y troyanos, como la desorganizada y fragmentada oposición nicaragüense, a la que apoyan tanto medios de comunicación cartelizados, como Teletica (Televisora de Costa Rica), que dio albergue a Fernando Chamorro y su Confidencial, como organizaciones y asociaciones de intelectuales progres como CLACSO y la Asociación Centroamericana de Sociología (ACAS).

 

Estados Unidos sabrá pescar en este río revuelto, como lo ha hecho siempre, y nosotros seguiremos tirándonos los tiestos a la cabeza, tratando de dilucidar quién es el enemigo principal en seminarios y congresos financiados por la Fundación Ford o think tanks europeos que hacen talleres de formación de periodistas independientes, como Periodismo de Barrio para Cuba.

 

Sabe doña Kamala a dónde ha llegado y con qué iglesia ha topado, para parafrasear a Cervantes, así que viene, ve y se va, como si nada, y nos deja todos alborotados. 

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