Lo que se está jugando hoy a nivel global no es un simple cambio de centros de poder, sino la forma de organización a nivel planetario y la perspectiva de una articulación virtuosa en red de poderes locales o regionales nunca antes vista, ya no en el marco de algo que pueda llamarse capitalismo.
Mariano Ciafardini / Para Con Nuestra América
Desde Buenos Aires, Argentina
Bajo el título “Ganó Rusia” escribí, en febrero de 2015, un artículo que salió publicado en “Tiempo Argentino” en el que afirmé textualmente: “El acuerdo firmado hoy jueves 12 en Minsk por todos los involucrados directa o indirectamente en el conflicto ucraniano vuelve a mostrar, esta vez más contundentemente que otras, hasta dónde ha llegado el desgranamiento de la unipolaridad norteamericana, en un novísimo escenario que abre una gran cantidad de interrogantes y, por qué no también, esperanzas. No sólo no se discute ya, de ningún modo, la incorporación de Crimea directamente al territorio nacional ruso, hecho que la gran prensa a tratado de digerir lo más rápido posible, atenta a la dimensión que adquiere la imagen del poderío ruso con la sola mención de este hecho, inconcebible en la política internacional de hace apenas unos años atrás, sino que ha quedado establecida una nueva frontera en el punto exacto donde Putin la quería y, por supuesto, donde también la querían los separatistas de Donetsk y Lugansk, las dos “óblasts” ucranianas que están por la autonomía y son claramente partidarias geopolíticas de Rusia.” Por supuesto el teclado de mi PC corría al compás de los elementos que se tenían a la vista en aquel entonces, hace ya diez años.
Desde entonces un tsunami ha pasado bajo el puente y fue quedando a la vista incluso por confesión de parte que los acuerdos de Minsk fueron un trampa que le tendió la OTAN a Rusia para ganar tiempo para armar a Ucrania (Merkel dixit).
Luego de ello, Zelensky mediante, y ante la amenaza de la entrada de Ucrania en la OTAN y de la instalación de una base de dicha alianza militar en territorio ucraniano lindante con Rusia, se desato una guerra abierta que lleva tres años y medio.
Ya había quedado en claro que el “Maidan” ( revuelta en las calles de Kiev y otras ciudades, en febrero de 2014, en los que se destacó la presencia de organizaciones neofacistas que aunque minoritarias jugaron un papel organizativo importante ) para expulsar al presidente Yanukovich (contrario a la entrada de Ucrania a la Unión Europea) había sido impulsado por la embajada norteamericana en Kiev pero la presencia de la Subsecretaria de Estado para Asuntos Europeos y Euroasiáticos, Victoria Nuland, quien llegó a activar la rebelión en persona en la mencionada plaza, ratificaba el hecho de que no era fundamentalmente la UE la que tallaba en el conflicto sino los Estados Unidos. De allí la famosa frase de Nuland: “Fuck the EU”.
Fue quedando en claro el interés norteamericano en la agresión a Rusia y la conexión de todos estos hechos con la guerra iniciada 7 años más tarde. Eran los Demócratas los que estaban en el gobierno, con Barack Obama a la cabeza, operando en ese sentido, desde el 2014, cuando todo empieza y también estaban, esta vez con Joe Biden, en el inicio de la guerra abierta en 2022. Desde Obama hasta la salida de Biden del gobierno (fin del 2024) EEUU envió más de 180.000 millones de dólares como ayuda bélica a Ucrania. Sin embargo Rusia siguió ganando terreno con una y otra victoria militar y los óblast de Donetsk y Lugansk fueron anexados constitucionalmente a su territorio. Ese avance sobre terreno fue mostrado en un mapa nada más y nada menos que por la propia Casa Blanca en un claro símbolo de que ello es una condición a respetar en las negociaciones. Un triunfo ruso contundente sobre toda la operación iniciada con el Maidan que tenía la intensión de arrasar a Rusia e incluso a desgajarla y someterla como un país derrotado rompiendo incluso su alianza con China.
Con Trump en su segundo mandato, ya en 2025 y luego de que le fuera arrebatada en forma poco clara la elección de 202 (hecho en el que seguramente debe haber pesado entre otras tantas otras cosas la necesidad de concretar el plan ya orquestado por los Demócratas de provocar a Rusia co a amenaza de la entrada de Ucrania en la OTAN, para hacerla entrar en la guerra directa), las cosas empezaron a cambiar ya definitivamente. EEUU empezó a hacerse a un lado del apoyo directo a Zelensy lo que exasperó a la UE integrada en su mayoría por países con gobiernos o coaliciones de derecha. En realidad no se sabe bien hasta donde la exasperación fue por un real temor de que Rusia se acercara a las fronteras de la UE para finalmente atacarla (cosa que aparece como un hipótesis disparatada) o la necesidad de ocurrir a un “keynesianismo” militar para hacer frente a la profunda crisis en la que se encuentra sumida la región producto de causas puramente económicas y de la corrupción que atraviesa toda su clase política.
Trump siguió insistiendo en la necesidad de terminar el conflicto lo que implicaba necesariamente respetar la condiciones “sine qua non” de Rusia de quedarse con los territorios conquistados lo que significa solo de por si su innegable triunfo.
El viaje del enviado de Trump a Moscú, Steve Witkoff , el 6 de agosto, ya anunciaba que algo muy importante estaba en ciernes y la reunión presidencial en Alaska lo confirmó .Mas allá de todas las especulaciones e interpretaciones que puedan hacerse es ya indiscutible que Zelensky y la Unión Europea, más allá de la reunión del lunes en Washington, no tiene voz de mando alguna en la resolución del conflicto y tendrán que ajustarse de un modo u otro a las voluntades de los “dos de Alaska” y en ese sentido, como dijimos, Trump ha dado a entender que habrá que respetar muchas de las más importantes condiciones de Rusia, especialmente las relacionadas con los territorios ocupados, lo que, como también dijimos, implica una derrota absoluta de toda la operación iniciada en el 2014.
Podría terminar este articulo con un auto-celebratorio “Ganó Rusia”, pero ello sería mezquino de mi parte porque el triunfo ruso es efectivamente un dato, muy importante de por sí, pero solo un dato que indica algo mucho más trascendente.
Hoy, muchos dirigentes políticos reconocen que “Occidente” está en crisis y que la unipolaridad de EEUU (o de la Alianza Atlántica) está cediendo paso a una multipolaridad. Sobre todo teniendo en cuenta el surgimiento económico de China y su alianza con Rusia en el marco de los BRICS. Pero si “Occidente” está en crisis, ¿significa ello solamente un surgimiento de “Oriente”? Es decir que solo habría un cambio de latitud del poder mundial o un poder mundial fragmentado. A mi entender muchas de estas suposiciones son limitadas y en algunos casos ocultan, el deseo o la resignación subyacente de que él o los polos de poder pueden cambiar pero el sistema socio económico y político va a seguir siendo básicamente el mismo es decir alguna forma de capitalismo en todo caso más “bueno” que lo que se ha vivido hasta ahora.
Sin embargo, si uno se ilustra sobre la historia del capitalismo, sobre el potencial de los ideales verdaderos del iluminismo profundo y, sobre todo, comprende seriamente el marxismo, necesariamente llega a la conclusión de que lo que se está jugando hoy a nivel global no es un simple cambio de centros de poder, sino la forma de organización a nivel planetario y la perspectiva de una articulación virtuosa en red de poderes locales o regionales nunca antes vista, ya no en el marco de algo que pueda llamarse capitalismo. Eso es lo que parece indicar la convocatoria de la República Popular China de construir una Comunidad de Naciones de Futuro Compartido y los armados de grandes coaliciones con objetivos puramente pacíficos y de cooperación en términos de igualdad como son los BRICS y la Iniciativa de la Franja y la Ruta. EL triunfo ruso (principal aliado de China) le da a todo ello otra dimensión y marca a mi entender un histórico punto inflexión que acelera la transición (que implica obviamente la necesidad demuchas otras transformaciones) no solo de unas formas de distribución de poder mundial a otras sino hacia un cambio profundo de sistema de organización de vida de toda la humanidad.
Se podrá pensar que la idea adolece de “wishfull thinking”, sobre todo desde la amarga visión de algunas de nuestras decepcionantes coyunturas latinoamericanas, ( hay que tener en cuent en este punto que la situación de Latinoamérica y el Caribe sería mucho peor aún si hubiera habido una derrota de Rusia ). Pero no se trata de que el árbol impida ver el bosque, o viceversa, sino de que podamos ver dialécticamente ambos a la vez.
El autor es Doctor en Ciencias Sociales( UBA)
No hay comentarios:
Publicar un comentario