Los responsables de las
tragedias son los que dan los permisos de construcción de las urbanizaciones
que obstruyen el paso de los ríos y quebradas. Incluso, hay barriadas que se
levantan sobre los lechos secos de ríos que sólo aparecen cuando las cabezas de
agua en las serranías revientan y lanzan poderosas corrientes de agua en
dirección al mar.
El pueblo panameño es
castigado de manera sistemática por las inclemencias sociales provocadas por
las construcciones defectuosas y por las agresiones armadas de los gobernantes
de turno. Todos los años, sin excepción, en la época en que la naturaleza
arroja más agua sobre el istmo – el mes de noviembre – se producen las peores
catástrofes: los ríos inundan las urbanizaciones de las principales ciudades
del país, colapsan caminos y carreteras, y se desbordan represas y puentes.
Los gobiernos y los
medios de comunicación inmediatamente anuncian que por culpa de la naturaleza
se pierden vidas y viviendas. Lo mismo ocurrió el fin de semana pasada cuando
los ríos desbordaron sus cauces y arrasaron con urbanizaciones en los distritos
de Colón, Arraiján, La Chorrera y Capira. Perdimos cinco de nuestros mejores
hijos. Las autoridades gubernamentales, con el presidente Ricardo Martinelli a
la cabeza, denunciaron las lluvias como las culpables.
Echarle la culpa a la
lluvia por la pérdida de vidas y propiedades es absurdo. Es igual que culpar al
automóvil por la muerte de un peatón atropellado por la irresponsabilidad de un
conductor ebrio. Igual sería decir que el arma de fuego es responsable de la
muerte de alguien herida de bala. Todos sabemos que el conductor o el que
dispara el arma son los responsables por sus actos. En el
caso de las
inundaciones hay que preguntarse quienes son los responsables.
La respuesta es
sencilla. El problema es que las autoridades no quieren formular la pregunta.
Los afectados, a su vez, son objeto de engaños y terminan creyendo que la
lluvia o la naturaleza es la culpable. Los responsables de las tragedias son
los que dan los permisos de construcción de las urbanizaciones que obstruyen el
paso de los ríos y quebradas. Incluso, hay barriadas que se levantan sobre los
lechos secos de ríos que sólo aparecen cuando las cabezas de agua en las
serranías revientan y lanzan poderosas corrientes de agua en dirección al mar.
La semana pasada, la
urbanización Nuevo Arco Iris de Colón, inaugurada hace cuatro meses, se hundió
cuando las aguas buscaron su salida al mar por debajo de las casas. Arturo
Alvarado, director del Sinaproc, en unas extrañas declaraciones dijo que ‘no se
puede especular que las casas no están bien construidas. De no ser así, hubiera
habido vidas que lamentar’. El arzobispo de Panamá, José Domingo Ulloa,
respondió señalando que hay que estudiar cómo se están haciendo estas
barriadas.
En La Chorrera, una
urbanización que tenía cuatro años de existir fue inundada por las aguas del
río Caimito cuando la barrera construida este año para proteger otro proyecto
de vivienda, desvió las aguas hacia la primera comunidad. Igual ocurrió a nivel
de las carreteras que unen La Chorrera (desde el oeste) y la ciudad de Colón
(desde el norte) con la ciudad de Panamá que fueron interrumpidas por las
crecidas de los ríos.
Obviamente la solución
es construir viviendas, urbanizaciones y carreteras en forma planificada
teniendo en cuenta los cursos de los ríos. Además, no confundir tragedias
naturales con aquellas provocadas por la mala planificación social y urbana de
los gobiernos y sus especuladores asociados. El presidente Martinelli, en forma
irresponsable, declaró inmediatamente que utilizará fondos del Canal de Panamá
para cubrir los gastos que tendrán que realizar los afectados por la tragedia.
Todos los proyectos deben tener seguros. Si no lo tienen el gobierno debe
explicar porqué carecen del más mínimo resguardo. ¿Será porque al construir las
urbanizaciones los especuladores y los gobiernos saben de antemano que son de
alto riesgo por las fallas inherentes a su diseño?
El presidente
Martinelli insinuó que las inundaciones podrían obligar al gobierno a utilizar
créditos extraordinarios que aumentarían el presupuesto del gobierno. El
incremento significaría tener que aumentar el déficit fiscal y endeudar aún más
al país. A pesar de la magnitud de la tragedia, Martinelli no llamó a las
unidades militares del SENAFRONT para contribuir con las tareas de rescate y
limpieza que afectó un área que se extiende del océano Pacífico al Atlántico.
Como un "caldo de
cultivo listo para el desastre" catalogó la directora de la Fundación
Panamá Sostenible, Raisa Banfield, la situación de Panamá. Según la
activista ambiental y arquitecta, no se pueden evitar que las lluvias sean
intensas, pero sí se puede mitigar sus efectos. Agregó que se deben cumplir con
los planes de ordenamiento territorial ambiental. En el caso de los ríos
Aguacate, Caimito y Trapichito en el sector oeste de la provincia de Panamá,
las inundaciones afectaron un total de 650 viviendas. Mientras tanto, en los
alrededores de la ciudad de Colón fueron afectadas otras 400 viviendas,
aproximadamente.
La intensidad de las
lluvias, normales en esta época del año, obligó a la Autoridad del Canal de
Panamá a abrir las compuertas de las represas en Alajuela y Gatún para dejar
pasar las aguas del río Chagres hacia el Caribe. En muchos casos, la
construcción de barriadas se hace en zonas bajas, orillando los ríos, donde los
inversionistas pueden especular con los bajos costos y los precios altos. Esta
práctica ilegal es promovida por empresarios inescrupulosos, financieras
(bancos) ávidas de ganancias y gobiernos corruptos.
Panamá, 29 de noviembre de 2012.
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