“Se requiere de una
alternativa antineoliberal concreta, que recoja todo esto que han venido
planteando las rebeliones estudiantiles, la de Aysén, la de Magallanes, y hacer
un proyecto de carácter social y nacional que proponga una alternativa más allá
de lo existente. De lo contrario, seguiremos por el camino de la sociedad
neoliberal”, sostiene en esta entrevista el investigador chileno Dr. Juan
Carlos Gómez Leyton.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa
Rica
Desde
Santiago de Chile
El Dr. Juan Carlos Gómez Leyton, historiador y politólogo chileno. |
Para comprender los
alcances y limitaciones de este amplio y diverso movimiento en la actual
coyuntura política de la “sociedad neoliberal” en que se convirtió
Chile, Con Nuestra América conversó
con el Dr. Juan Carlos Gómez Leyton, historiador, politólogo y director
académico del Doctorado en Procesos Sociales y Políticos en América Latina, de
la Universidad ARCIS. El diálogo tuvo lugar en Mendoza, Argentina, y el texto
de la entrevista se transcribió en Santiago de Chile, comprobando aquí el clima
cultural que el neoliberalismo impregnó en esta su sociedad modelo.
Neoliberalismo,
democracia limitada y juventud neoliberal
Dr. Gómez Leyton, ¿qué representa este movimiento social
diverso -juvenil, estudiantil y ciudadano- que hemos visto crecer
recientemente, en relación con el desarrollo neoliberal chileno de los últimos
40 años?
El movimiento social chileno cuestiona el mito de la sociedad modelo del neoliberalismo. |
“La interpretación que
yo realizo de las movilizaciones sociales que se han desarrollado en Chile, no
solo tiene relación con el movimiento estudiantil que cobró una visibilidad
comunicativa muy fuerte, tanto a nivel nacional e internacional, y que causó un
impacto fuerte en el sentido de que Chile era la sociedad más ordenada del cono
Sur, con una ‘transción ejemplar’ a la democracia durante la década de los
noventa.
"La pregunta que tenemos
que formularnos es qué implica ese orden, esa situación aparentemente sin los
conflictos ni los desordenes que se observaban en otras sociedades
latinoamericanas en la década de 1990, y frente a las cuales Chile aparecía o
era presentada como una taza de leche,
como una sociedad sin sobresaltos.
“La respuesta que tengo
frente a esa situación es que nosotros transitamos de un régimen político
autoritario a un tipo de democracia protegida, diseñada y elaborada por los
autoritarios del régimen del general Augusto Pinochet, y la estructura
institucional que se plasmó en la Constitución de 1980 es la de una democracia
limitada, que no permite la cabal representación de toda la gente. Se
establecieron candados y mecanismos para que no participara la población, en el
sentido de que no creaba incentivos para hacerlo”.
¿Cómo se colocaron esos candados a la ciudadanía?
“Por ejemplo, se
estableció que el sujeto, el ciudadano, era libre de elegir si quería
inscribirse en los registros electorales.
Es decir, la primera decisión política de una persona que llegaba a los
18 años era inscribirse o no inscribirse, participar o no participar, voto o no
voto, hago un acto de vinculación con los intereses de mi sociedad a partir de
la elección de representantes o no. Y la mayoría de los jóvenes, a partir de
1990, empezaron a tomar la decisión de no participar.
“Eso me llevó a
reflexionar por qué los jóvenes no se inscribían. Y la respuesta fue que no se
trataba de que ellos estuvieran molestos con el régimen democrático, o que les
disgustaban los gobiernos de la Concertación, sino que fundamentalmente eran lo
que yo llamo jóvenes neoliberales. Se
habían acostumbrado a ser individualistas, competitivos entre sí, tenían una lógica de la fama, el éxito y el
dinero: tres elementos que conforman la ética neoliberal.
El consumo como centro de la vida de los "jóvenes neoliberales" |
“Los jóvenes buscaban,
en una experiencia biográfica corta, la plena realización de todo: ser
profesionales exitosos, tener dinero para consumir y participar en el mercado
de la diversión, de la vivienda, de los autos, de las tarjetas de crédito, para
acceder a una serie de bienes que, en esa visión, les permitirían un buen vivir.
“Entonces, muchos
jóvenes tomaron la decisión de no participar; otros, mucho más conscientes,
decidieron que no les gustaba la democracia protegida. Sin embargo, este joven
desaprensivo era también un joven apolítico. En todos los estudios y
entrevistas que realicé, los jóvenes decían que no les interesaba la política,
pero carecen de una posición ideológica específica que avale o justifique su no
participación.
“Esto era así y fue
creciendo hasta estallar. En el año 1997 tuvimos una primera señal con el
elevado abstencionismo, quedó demostrado que la gente no votaba y la
explicación que dio un sector de la ciencia social fue la siguiente: somos una
democracia madura, y en las democracias maduras la gente no vota; somos una
democracia al estilo europeo o norteamericano. Otros interpretaron que se
trataba de la manifestación de un malestar contra la forma como se había
gestado el proceso de modernización neoliberal y la forma en que este proceso
no integraba a todos. Asumían que existía un malestar con la modernidad…”
Pero esa tendencia al abstencionismo ha venido en aumento,
lo que descartaría la tesis de que se trataba de un simple malestar con la
modernización neoliberal…
“Exactamente, esa
tendencia al abstencionismo creció a lo largo del tiempo. Como las dos
interpretaciones que dio la ciencia social no me eran satisfactorias, empecé a
proponer una tercera interpretación, que gira en torno a la idea de la
configuración de un sujeto neoliberal,
que se va formando a lo largo de los veinte años de gobiernos de la
Concertación: es un sujeto que hoy tiene 20 ó 30 años y sigue siendo
displicente con la política y no se compromete.
“Las cuatro millones de
personas no votantes [abstencionistas] no existieron desde la vuelta de la
democracia, sino que ese sector de la población se fue acumulando durante los
13 años que siguieron a 1997. Eso implicó que la política se hiciera mucho más
elitista en torno a los partidos que tenían representación, y que contaban con
un electorado cerrado –el que estaba inscrito- y que se movía, en cada
elección, entre 7,3 millones y 8,2 millones de personas inscritas. Pero había
cerca de un millón de electores que no votaban.
“Por lo tanto, los
partidos focalizaron sus estrategias, sus discursos, sus programas; ya no le
hablaban a los jóvenes, porque no eran votantes. Así, los jóvenes comenzaron a
sentir que nadie los tomaba en cuenta, sin embargo, ellos tenían su cuota de responsabilidad.
Usaban una frase muy popular en ese tiempo, de un tenista chileno, Marcelo
Ríos, que decía: ‘no estoy ni ahí’,
es decir, no estaban en nada ni con nadie, solo con ellos mismos. Esta era la
máxima expresión del individualismo, del desinterés por lo que le pasa a los
otros”.
Esto es lo que Atilio Borón llama el “sentido común”
neoliberal, interiorizado plenamente en esos jóvenes…
“Totalmente cierto. Es
el neoliberalismo haciéndose parte de una mentalidad. Ya no es solo un modo o
patrón de acumulación, sino una forma de vida, un estilo de vivir, y una manera
cultural de expresarse y enfrentarse a la sociedad”.
Los medios de
comunicación, la cultura y la memoria de 1973
Con una sociedad conformada en buena medida por esos sujetos neoliberales, ¿en qué momento se
dan las condiciones que hicieron posible el actual período de movilizaciones en
Chile?
“Pasó el año 1997, el
2000 y llegó un año clave en nuestra historia: el 2003. ¿Qué ocurrió entonces?
Quizás nada visiblemente significativo, o noticioso, pero se conmemoraron los
30 años del golpe de Estado. A partir de esto, hubo lo que durante la
transición a la democracia en España se llamó un ‘destape comunicacional’, y
por primera vez los canales de televisión comenzaron a transmitir en horas de
alto rating reportajes en profundidad acerca de lo que había ocurrido el 11 de
setiembre de 1973 y del porqué de la muerte de Salvador Allende. Incluso los
canales competían entre sí por estos temas.
La memoria de las luchas en los años setenta fue revisitada por la juventud a partir del año 2003. |
“Algunos medios
recuperaron la memoria de los años sesenta, de la Revolución Cubana, de la
revolución en libertad de la Democracia Cristiana de Chile en 1964, hasta
llegar al gobierno de la Unidad Popular: mostraron las realizaciones concretas
y las conflictividades que tuvo este proceso, y destacaron la figura de Salvador
Allende.
“A partir de esto, hubo
un aprendizaje y un despertar político en un grupo de la sociedad: los jóvenes
que tenían entre 12 y 15 años en ese momento, que son los que hoy, 10 años
después, llevan adelante las acciones de movilización. Si tú revisas tu
biografía personal, hay un momento en que descubres la política y esto nos hace
sentir y percibir diferente la realidad. Y tengo la impresión de que setiembre
de 2003, gracias a la capacidad de penetración y difusión que tiene la
televisión en los hogares, marcó a esta generación”.
¿Podríamos estar en presencia de un efecto no previsto o
no pronosticado en la lógica de las relaciones de esa sociedad neoliberal, en
términos de la cultura y sus transformaciones?
“Exacto. Tengo la
impresión de que los canales de televisión nunca fueron capaces de dimensionar
el impacto social y político-cultural que esa vuelta a los hechos de 1973 iba a
tener, porque los medios pusieron en evidencia, por ejemplo, por qué había
muerto Allende, cuáles eran las coordenadas de la política en esos años, cómo
eran los políticos, el compromiso de la juventud.
“Es decir, cuando tú ves a jóvenes de tu misma edad participando y vibrando en el proceso de
construcción de la alternativa socialista que se deba en aquel momento, fácilmente
aparece la pregunta: ¿y nosotros qué hacemos?
“Algunos canales fueron
un poco más lejos y llegaron hasta los años ochenta y noventa, y sus
producciones mostraron el compromiso, las luchas y las movilizaciones de una
juventud que resistió a la dictadura y se jugó la vida por recuperar la
democracia.
La memoria viva de Salvador Allende con los estudiantes chilenos. |
“Mi tesis es que los
jóvenes de este siglo XXI hicieron un ejercicio de introspección y empezaron a
articular sus propias respuestas, al punto de que tres años después, en el
2006, estalla la revolución pingüina
[estudiantes de secundaria]; y en el 2009 la rebelión social de los estudiantes
universitarios. Insisto: hay un aprendizaje político y por eso ves en las
marchas de los universitarios a un joven que se disfraza de Salvador Allende y
es aclamado.
“Sin embargo, junto a
este sector de la juventud, existe otro sector también muy importante que sigue
siendo neoliberal, profundamente individualista, consumidor, que quiere seguir
participando en el mercado y que se plantea la rebeldía del cliente”.
¿En qué consiste esta rebeldía
del cliente?
“Las sociedades
neoliberales también desarrollan protestas sociales y políticas propias del
neoliberalismo, y cuando un grupo de personas se levanta contra el mal
funcionamiento del mercado en varios aspectos puntuales, no es que quieran
cambiarlo… ¡quieren que el mercado funcione bien! Ese es el mensaje que envían.
“Entonces, cuando una parte de los estudiantes salen a la calle y exigen buena educación, en el fondo, lo que dicen es: yo soy un estudiante que paga y me están dando una pésima educación, ¡mejoren mi educación! Pero no están planteando lo esencial: dejar de pagar lo que el mercado ordena. En este sentido, el movimiento estudiantil es sumamente heterogéneo, y en él convergen desde las rebeldías por la memoria hasta rebeldías de consumidores”.
“Entonces, cuando una parte de los estudiantes salen a la calle y exigen buena educación, en el fondo, lo que dicen es: yo soy un estudiante que paga y me están dando una pésima educación, ¡mejoren mi educación! Pero no están planteando lo esencial: dejar de pagar lo que el mercado ordena. En este sentido, el movimiento estudiantil es sumamente heterogéneo, y en él convergen desde las rebeldías por la memoria hasta rebeldías de consumidores”.
Pero en cierto sentido sí existe allí, en ese reclamo y en
las protestas, una interpelación de la juventud al orden neoliberal, al mercado
y al Estado…
¿Educación o mercado? |
“Sí hay una
interpelación, pero no está orientada a la transformación. Se interpela al
mercado y al Estado para que funcionen bien, pero no debe perderse de vista que
hay algunos sectores de la juventud a los que no les disgusta vivir en una
sociedad neoliberal.
“Muchas veces las
ciencias sociales y la gente, en general, quieren escuchar que todos están en
contra de algo, y no es así, las sociedades no funcionan de esa manera: algunas
sociedades pueden ser muy fuertes para protestar y enojarse, pero eso no quiere
decir, necesariamente, que quieran cambiar las cosas, voltear el orden
imperante. Reclaman mejoras materiales, pero no pretenden cambiar el sistema.
“El detalle no está en
comprender cómo piensa el 20% de la población que está dispuesta a cambiar y
transformar la sociedad, sino el 80% que no tiene interés en hacerlo”.
El movimiento social: encrucijada y desafíos
Camila Vallejo afirmó en una entrevista que tuvo amplia difusión, sobre
todo en medios alternativos, que el movimiento estudiantil logró tocar el corazón
profundo del neoliberalismo en Chile. ¿Tuvo ese alcance la rebelión de los
estudiantes?
En la sociedad neoliberal, todo está basado en el lucro. |
“Si la movilización
hubiese tenido ese alcance, hoy estaríamos asistiendo a una transformación
radical de la situación y de la sociedad. Ahora, si Camila quería decir con ese
planteamiento que se había tocado la cuestión del lucro en la educación, uno
tendría que considerar que en una sociedad neoliberal todo está montando sobre
el lucro y la ganancia, que es la lógica del neoliberalismo: maximizar las
utilidades y buscar la satisfacción individual. Pero esto no está en transformación.
“En Chile, el próximo
gobierno quizás sea de signo distinto al de la derecha actual; podría ser un
nuevo gobierno de la Concertación, acaso un poco más reformista de lo que fue
antes, pero no va a cambiar la estructura, porque en Chile no hay condiciones
para una revolución en tanto transformación radical de los sistemas. Lo que
vamos a tener es un reformismo acentuado, pero sin salirse del marco
estructural y mucho menos del patrón neoliberal de acumulación”.
Esa es una visión pesimista de la situación en Chile…
“Siempre he sido un
poco pesimista…”
¿Y son esos los límites concretos del movimento de
rebeldía estudiantil y ciudadana?
“Claro. Esto que
describo es para entender cuáles son los límites al mantener una movilización
en los marcos del sistema político, del Estado, del mercado y de la sociedad
neoliberal. Mi propuesta es que debemos desbordar esos marcos, ir más allá de
lo que estamos planteando actualmente como reivindicación.
Educación gratuita: uno de los ejes del movimiento estudiantil. |
“La máxima potencia que
tenía el movimiento radicaba en la crítica al lucro, en la demanda de educación
gratuita y la devolución de los colegios de secundaria al sistema estatal. Esto
suponía terminar con la estructura educativa del mercado e implicaba que la
sociedad chilena se hiciera cargo del problema de la educación, financiando la
formación y preparación de sus generaciones futuras.
“El tema central es que
los chilenos y chilenas, la sociedad como un todo, no parecen estar dispuestos
a poner un peso para financiar la educación. Si tú les dices que para tener
una educación de calidad, pública y
gratuita, es necesario establecer un impuesto a la renta de todos, del 2% por
ejemplo, eso te lo va a rechazar todo el mundo”.
Sin embargo, Chile tiene una riqueza enorme en el cobre, y
por una decisión de la dictadura de Pinochet,
buena parte de los ingresos que genera su explotación se destinan al
financiamiento de las fuerzas armadas y no al financiamiento de la educación…
“Sí, pero esa decisión
entraña un sentido estratégico y geopolítico: Pinochet sabía perfectamente que
para que las Fuerzas Armadas tuvieran autonomía y no dependieran del poder
civil de turno, debía darles ciertas garantías de financiamiento propio. Por
eso estableció la ley que reserva al ejército el 10% del monto de los ingresos
de la venta del cobre por parte de la empresa CODELCO.
“Se podría hacer
exactamente lo mismo con la educación pública, y dar el 10% de CODELCO para el
financiamiento de la educación que pertenece al Estado. ¿Pero qué pasaría con
todas esas personas que no logran ingresar a la universidad pública y, por
diferentes razones, deben hacerlo en la universidad privada?
“Es algo que casi nunca
se dice ni analiza en estas discusiones. Te explico: a manera de ejemplo,
supongamos que la Universidad de Chile, que es pública y estatal, tiene por
política el ingreso anual de 5000 estudiantes, y para esta población aplica un
sistema de selección o prueba: solo los que obtienen los puntajes superiores a
750 ingresan a la universidad. ¿Qué pasa con los que obtienen de 700 a 749?
¡Mala suerte, porque las autoridades de la universidad son las que deciden cuál
es el puntaje de ingreso!
“Entonces, esa persona
del segundo grupo, que no es para nada un mal estudiante, pero no alcanzó la
calificación requerida, aunque sea por un punto, prácticamente es enviado por
la universidad pública a estudiar en la universidad privada.
Las políticas de ingreso a las universidades públicas, fortalecen el negocio de las universidades privadas . |
"¿Quién forma y
constituye, entonces, el mercado para las universidades privadas? ¡Justamente,
las propias políticas educativas y de selección de las universidades públicas!
Esa es la clave del modelo neoliberal.
“Cambiar esto
significaba decir: desde ahora, la Universidad de Santiago, la Universidad de
Chile y sus sedes regionales derivadas, van a tener ingreso universal, no habrá
más selección de estudiantes ni limitaciones para su ingreso”.
Y ese tema no fue planteado por el movimiento estudiantil
y ciudadano…
“No, porque a una parte
del movimiento solo le interesaba solucionar el problema específico del
financiamiento de sus estudios, pero no se preocuparon por la situación de los
estudiantes de universidades privadas. Aunque la gente salió a las calles en
forma masiva, este tema no se propuso públicamente. Y lo cierto es que los
estudiantes de las universidades públicas discriminan a los estudiantes de las
universidades privadas por considerar que estos pagan por su educación… ¡pero
los de las públicas también lo están haciendo!
“Para cambiar la
educación de mercado en Chile no basta con pedir que se termine el lucro; hay
que exigir lo que actualmente están exigiendo los estudiantes de la Universidad
Pedro de Valdivia y la Universidad del Mar: la expropiación por parte del
Estado –la estatización- de estas dos universidades.
“Eso sí sería una forma
de afectar a un modelo que no quiere universidades públicas y de poner en
cuestionamiento al capitalismo académico. No solo hay que pedir el fin del
lucro, sino el fin del modelo mismo”.
¿Cómo entender, entonces, que figuras tan representativas
del movimiento, como Camila Vallejo, militante comunista, no expresen con mayor
fuerza este tipo de reivindicaciones? ¿Será un síntoma de la realidad de unos
partidos políticos que tampoco miran más allá del horizonte de la sociedad
neoliberal?
Los representantes del movimiento estudiantil universitario de Chile. |
“Creo que el problema
sustantivo de la Camila es que ella es una líder llevada por una ola, y fue
situada en la cresta de esa ola por un movimiento en el que ella no era el
referente, porque los estudiantes de la Confech [Confederación de Estudiantes
de Chile] se organizaron a través de vocerías públicas, y la Universidad de
Chile y la Universidad Católica, las más antiguas del país (creadas en el siglo
XIX), constituyeron “grado” de autoridad, y sus representantes aparecían
públicamente como los principales voceros. Pero esto no significaba que Camila
o Giorgio Jackson fueran los líderes del movimiento.
“Además, tengo la
impresión de que la Camila fue ‘explotada’ por los medios de comunicación por
su condición de mujer y su belleza, y por eso le dieron un tratamiento
especial. Aquí hubo un manejo comunicacional de su imagen por parte de los
grandes medios, que la fueron colocando ante la opinión pública, y ella se ha
resistido a eso, pero el Partido Comunista entiende que en Camila tiene capital
político y un cuadro que le permitiría ganar el día de mañana una diputación.
"El Partido Comunista,
como viejo partido institucionalizado, también institucionalizó el movimiento
estudiantil, con el objetivo e interés de hacer un pacto con la Concertación
para tener, en el futuro cercano, mayor representación parlamentaria”.
En ese sentido, y con miras a las elecciones presidenciales
del 2013, ¿cómo podría influir el juego de promesas, ofertas de campaña,
prebendas e intereses propios de las democracias representativas, en el futuro
del movimiento social chileno?
El gobierno de Piñera aseguró los candados neoliberales para desarticular la participación política. |
“Hay dos situaciones
que considerar: una es que la asociación coordinadora de los estudiantes
secundarios planteó, a través de sus voceros, la tesis de la abstención para
las elecciones del 28 de octubre de este año, pero no lo dieron contenido ni
sustentación a la propuesta; ¿qué pasó? Se registró la mayor abstención de la
historia de Chile, de aproximadamente el 60% de la población. Pero, contrario a
lo que podría pensarse, ahí una vez más el sistema neoliberal funcionó, porque
lo primero que hizo el gobierno de la derecha de Sebastián Piñera, cuando
asumió el poder, fue aprobar la ley del
voto voluntario. Es decir, los tipos tienen muy claro cómo es y cómo piensa ese
sujeto neoliberal libre de hacer lo que le venga en gana, y como saben que
entre menos participe la gente menos problemas van a tener, le ‘conceden’ a los
ciudadanos la libertad de decidir si van a votar o no.
“Es cierto que la gente
no votó, pero el sistema siguió funcionando porque no se deslegitimó. La ley,
en términos teóricos, permite, faculta o prohibe. Entonces, si la ley le dice
al ciudadano que puede votar o no votar, y que en cualquiera de los dos casos
no le va a pasar nada, ni tampoco al sistema, todo va a seguir funcionando
igual. Así, el llamado al abstencionismo, que pudo ser muy importante en
términos estratégicos, perdió efectividad política.
“La otra cuestión es lo
que tenemos que hacer ahora: si sabemos que la abstención no golpea al sistema
político, lo antes posible debemos levantar una fuerza que sea capaz
de constituirse en alternativa real tanto a la derecha neoliberal como a la centro
derecha neoliberal de la Concertación, ahora en amistad con el Partido
Comunista. Se requiere de una alternativa antineoliberal concreta, que recoja
todo esto que han venido planteando las rebeliones estudiantiles, la de Aysén,
la de Magallanes, y hacer un proyecto de carácter social y nacional que
proponga una alternativa más allá de lo existente. De lo contrario, seguiremos
por el camino de la sociedad neoliberal”.
En ese escenario, ¿existen las condiciones políticas y los
sujetos capaces de avanzar en esa ruta de construcción de una alternativa
antineoliberal en Chile?
Chile requiere un proyecto de sociedad alternativo al modelo neoliberal. |
“Tengo la impresión de
que ese proyecto alternativo todavía no está; no se logra elaborar y precisar.
Cuando llegan al poder Hugo Chávez, en Venezuela; Evo Morales, en Bolivia; o
Rafael Correa, en Ecuador, ya existía ese proyecto, elaborado incluso a lo
largo de varios años, y se plasma en las asambleas constituyentes. Pero en
Chile este proyecto no existe y en eso consiste el drama de nuestra sociedad.
“En cambio, los actores
institucionales de la política chilena ya están posicionados: la derecha tiene
a sus dos candidatos compitiendo por las primarias: el exministro de Obras
Públicas, Laurence Golborne, y el exministro de Defensa Andrés Allamand, un
viejo político de los sectores de Renovación Nacional. Estos dos van a
disputarse la candidatura de la derecha y del continuismo.
“Del otro lado, ya está
prácticamente decidido que la expresidente Michelle Bachelet sea la candidata
de la Concertación, conjuntamente con el apoyo político electoral del Partido
Comunista. Uno y otro se necesitan Y
vamos a tener otra fuerza, la del Partido Progresista, encabezada por Marco
Enríquez-Ominami. Si estas fuerzas recuperan el gobierno llevarán adelante un
programa reformista, que quizás corrija algunos aspectos del modelo de mercado,
pero que no necesariamente pretenden una transformación.
Sin embargo, quiero
creer que en la historia y la política nada está escrito, y a veces las
tendencias pueden ser quebradas por un sector de la sociedad que dice: queremos
otra cosa. Ese es el escenario que conviene dejar abierto en Chile ahora”.
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