El surgimiento del actual modelo alternativo de
desarrollo, no es más que consecuencia del desastre al que
condujo la aplicación a rajatabla del modelo neoliberal, el que provocó tremendas
confrontaciones y conectó una bomba social que felizmente fue desactivada.
José Luis
Callaci* / Especial para Con Nuestra América
Desde San José, Costa Rica
Noviembre ha sido un mes de protestas en Argentina |
En el mundo de hoy no hay espacios en que no
existan conflictos. Los hechos que auguran cambios se multiplican,
profundizan y acumulan. Ingresamos a un futuro que, aunque
incierto, se vislumbra diferente, apasionante. Los caminos de los nuevos paradigmas y los modelos innovadores
de desarrollo que van surgiendo no sabemos, a ciencia cierta en qué se
irán convirtiendo como tampoco lo supieron los que fueron artífices de
las grandes revoluciones y cambios en la historia de los pueblos. El
mundo es hoy una escuela para todos que obliga a estar despiertos,
prestos a la atención y al aprendizaje continuo.
Agradecidos por lo logrado en los últimos años y al margen
de las circunstanciales discrepancias con algunas acciones gubernamentales, conscientes
y no inducidas por los bombardeos mediáticos, quisiéramos compartir
la siguiente reflexión en forma de preguntas: ¿Qué hace falta para que se despierte en muchos
compatriotas la sensibilidad y esa capacidad de razonar que los lleve a
apartarse de la irascibilidad y de esas oposiciones recalcitrantes
que les impide ver la realidad? ¿Qué hace falta para que se superen
los heredados odios que obscurecen la inteligencia del corazón y de la
mente y conducen a la obcecación, la intolerancia y el permanente mal ánimo?
El surgimiento del actual modelo alternativo de
desarrollo, no es más que consecuencia del desastre al que
condujo la aplicación a rajatabla del modelo neoliberal, el que provocó
tremendas confrontaciones y conectó una bomba social que felizmente fue desactivada.
¿Por qué tanta mezquindad en reconocer que el mérito de ello se
debe a la acertada conducción de los últimos gobiernos democráticamente
escogidos por el pueblo argentino?
No deja de sorprender ciertas conductas de una parte
de la ciudadanía, de edad un tanto avanzada y de cierto nivel socio-económico
que está siendo beneficiada con el actual rumbo que lleva el
país. Mostrar inconformidad con la obra de un gobierno, de cualquier signo
ideológico que este sea, no es nada reprochable, es un acto plausible en toda
democracia. Lo que realmente desconcierta es que si por un lado se
reconoce estar mejor que antes, por otro se proliferan
improperios contra los gobernantes (algunos irrepetibles).
Se vocifera sobre lo que se considera malo sin
siquiera mencionar lo bueno; abundan los pronósticos de
próximos cataclismos y no hay espacios para las discrepancias
porque las cosas “son así y ¡basta!”. La exasperación llega
al punto de romper una relación social o de trabajo. Si aceptamos la no
comparación con las pasiones deportivas, es tema entonces de análisis,
porque nada tiene que ver con inconformidades o simples malestares
sociales y porque además genera desánimo en las nuevas
generaciones, en cuyos hombros descansan hoy las principales tareas de
resurgir el Ave Fénix de la Patria.
Flancos vulnerables, dirán algunos, que bien lo explotan
quienes a diario difunden “noticias de laboratorio” que otrora
sirvieron para apuntalar dictaduras. Para hacer esta reprochable faena - que
bien podría calificarse de criminal y por esto ser juzgada- cuentan con
el concurso de adoradores del pensamiento único y plumarios
al servicio de obscenos intereses que la mitad de su tiempo
lo dedican a hacer predicciones y la otra mitad a explicar por qué estas no se
cumplieron.
Si fueran fanáticos religiosos tal vez nos jurarían, como
afirma un amigo, que los huesos de los dinosaurios hallados en La
Patagonia y estudiados por los científicos fueron puestos por
Satanás con el fin de desacreditar la historia de Adán y Eva. Los argentinos
pueden hoy manifestar sus discrepancias con libertad, salir a
la calle a protestar, criticar a sus gobernantes cuantas veces les
venga en gana sin temor a que nadie por ello les reprima. Este hecho
irrefutable es una práctica digna de aplaudir.
Bienvenidas las manifestaciones y las críticas, y las
propuestas serias de cambios en la conducción nacional si estas se presentan. Bienvenidas las diferencias en una democracia,
siempre que no se irrespeten sus civilizadas reglas, por ejemplo que un
grupo social de inconformes se arrogue la representatividad del total
y que así se difunda.
Es tiempo de abrir ventanas. Dejar que vientos de
cambios recorran y refresquen los espacios, eliminen las fetideces y todo
aquello que ha conducido a inútiles y crueles enfrentamientos
entre argentinos.
Es tiempo de mirarse a los ojos y sentir
ser simples ciudadanos, ni mejores ni peores. Es tiempo de actuar
con libertad, discutir y discutirse, escucharse más y también
escuchar a otros de quienes hay mucho que aprender, en cuenta el ser más
tolerantes, mesurados y educados políticamente. Es tiempo de pensar y sentir,
con cabeza y corazón propio, de volver a creer y a soñar y de exigirse
vivir unidos en las diferencias, nunca más separados en crueles enfrentamientos.
Reconocer lo bueno es también hacer Patria en favor del
bienestar, la felicidad y la paz de todo un pueblo.
*El autor es ciudadano
argentino, radicado en Costa Rica desde hace cuarenta años, y consultor de
agencias de cooperación internacional. José Luis Callaci, como
"argentino de nacimiento, costarricense por vocación y
latinoamericano de corazón", se une al grupo de colaboradores de Con
Nuestra América.
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