Si Morena quiere hacer
historia tendrá que ser un partido distinto. Militancia de base impoluta,
crítica, deliberante, participativa y autónoma. Ausencia de oligarquías
partidistas. He aquí el sustrato de lo que hará la diferencia.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial
para Con Nuestra América
Desde
Puebla, México
Escribo estas palabras
días antes del congreso fundacional en México del Movimiento de Regeneración
Nacional (Morena). Y este artículo se publicará cuando se haya realizado tal congreso el 19 y 20 de
noviembre. Morena le dará continuidad al vasto movimiento
social y político que comenzó entre 2003 y 2004 cuando Andrés Manuel López
Obrador empezó a marcar el horizonte político mexicano. Después de casi diez
años de existencia, puede decirse que este movimiento ha marcado la historia de
México.
Las marcas indelebles comenzaron con la organización de las redes
ciudadanas en 2004, la lucha contra el desafuero de López Obrador en 2005, la lucha electoral de 2006 que terminó en el
fraude electoral de ese año, la fundación de las casas del movimiento y la Convención Nacional Democrática (CND) a
partir de ese año, la afiliación de dos
millones de personas como adherentes al llamado gobierno legítimo encabezado
por el propio López Obrador, la lucha
victoriosa contra la privatización del
petróleo en 2008, el proceso de afiliación de los llamados protagonistas del
cambio verdadero que también sumaron varios millones de personas, la fundación
de los comités seccionales y municipales
en los últimos seis años y finalmente la participación electoral en este
año de 2012, en el cual Morena, el Partido de la Revolución Democrática (PRD),
el Partido del Trabajo (PT) y el
Movimiento Ciudadano (MC), conquistaron alrededor de 16 millones de votos.
Las elecciones de 2006
fueron fraudulentas porque el Partido Acción Nacional (PAN) en complicidad con
el Partido Revolucionario Institucional (PRI) se robó las elecciones. Las de
2012 también fueron fraudulentas porque el PRI en complicidad con el PAN,
compró dichas elecciones: en suma adulteración de resultados en 2006 y
compra-coacción de votantes en 2012.
Nace Morena en este contexto y también en medio del desprestigio mundial
de la política, los partidos y los
políticos. Como en todas partes, los partidos políticos mexicanos están
caracterizados por las castas burocráticas o nomenclaturas que se perpetúan en el ejercicio del control
burocrático de dichos partidos. Éstos en lo fundamental actúan como maquinarias
electorales y están constituidos por grupos de interés que por tanto ni
siquiera son corrientes ideológicas,
sino roscas articuladas por intereses de poder y de dinero.
La declaración de
principios, los Estatutos y el Programa de Morena aprobados el 19 de noviembre
de 2012, aspiran a romper con esta deplorable cultura política. En primer lugar
el pluralismo no implicará la formación de grupos internos, corrientes o
facciones para evitar a los grupos de interés que a menudo se enzarzan en
feroces luchas internas. Existen en los estatutos candados que limitan
fuertemente la reelección de dirigentes ejecutivos estatales y nacionales.
También medidas que estimulan la
rotación de las dirigencias y la llegada a puestos de dirección de las nuevas
generaciones de militantes. Las direcciones estatales y nacionales tendrán
fronteras precisas e independencia de los gobernantes de turno. Principios,
Estatutos y Programa están articulados por un sustrato poderoso de ética y
política. No es casualidad la importancia que tendrán a nivel nacional y en
cada uno de las 32 entidades federativas las Comisiones de Honestidad y
Justicia, las cuales procesarán denuncias o evidencias de cualquier forma de
corrupción y relación oportunista con el poder
ejecutivo federal, con
gobernadores y presidencias municipales.
Si Morena quiere hacer
historia tendrá que ser un partido distinto. Militancia de base impoluta,
crítica, deliberante, participativa y autónoma. Ausencia de oligarquías
partidistas. He aquí el sustrato de lo que hará la diferencia. La historia dirá
si Morena será una más de las experiencias fallidas o si podrá ser encarnación de una nueva
manera de hacer política y un faro para América latina. Ojalá lo bueno suceda.
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