Nuestro tiempo plantea a la humanidad
toda y, por ende, también a los latinoamericanos, preguntas fuertes que piden
respuestas urgentes y requieren de un cambio de largo aliento. ¿Seremos capaces
de figurarnos el fin del capitalismo?
América Latina vive un tiempo de búsquedas y construcción de alternativas a la hegemonía neoliberal. |
Se trata, sin embargo, más de búsquedas
que de respuestas, de exploraciones más que de hallazgos y, como tales, muchas
veces marchamos a tientas y ensayamos y erramos con frecuencia. Son búsquedas
en las que han desaparecido los modelos a seguir, como se tuvieron, para bien o
para mal, antaño.
Cómo caracterizarlas se ha transformado
en uno de los intríngulis actuales de analistas y observadores. ¿Son
experimentos de formas de organización social no capitalistas o no hay que ir
tan lejos y solo entenderlas como posneoliberales?
Según Nils Castro, algunos críticos
insisten en que estos experimentos no
son revolucionarios ya que el capitalismo sigue siendo el horizonte de su
gestión política; pero esto –considera- es así porque esos gobiernos fueron
electos a consecuencia del daño y el rechazo sociales que las políticas
neoliberales acumularon en el pasado período. Son, pues, el resultado del voto
antineoliberal –pero no necesariamente anticapitalista– de millones de
ciudadanos[1].
Hay en ellos una separación y relativo
alejamiento del neoliberalismo pero, en algunos (en unos más y en otros menos)
hay también propuestas de organización y ordenamiento que apuntan hacia formas
que ya no pueden ser catalogadas de capitalistas. Se trataría de un horizonte
en el que, con el tiempo, posiblemente estas formas alternativas pudieran
llegar a ser dominantes.
Para arribar a ellas, el impulso viene
desde distintas partes. A veces prevalece el que viene “desde arriba”, es
decir, desde el aparato estatal y sus diversos estamentos; otras veces el que
deriva de la presión de “los de abajo”, es decir del movimientos social. Como
dice Arturo Escobar, estos impulsos socioeconómicos, políticos y culturales
sugieren la existencia de dos proyectos potencialmente complementarios, pero
también contradictorios: uno, el de las modernizaciones alternativas,
basadas en un modelo de desarrollo anti-neoliberal y tendientes a economías
mixtas, potencialmente solidarias y postcapitalistas, y a una forma alternativa
de modernidad (una modernidad satisfactoria, en palabras de García
Linera, es decir, más justa e incluyente). Este proyecto tiene su origen
en el fin de la hegemonía del proyecto neoliberal, pero no se compromete
significativamente con el segundo aspecto de la coyuntura, es decir, la crisis
de la modernidad; otro, el de los proyectos de transición de modelo de
sociedad, potencialmente decoloniales, basados en un conjunto diferente de
prácticas (por ejemplo, comunales, indígenas, híbridas y, principalmente,
pluriversales e interculturales), tendientes a una sociedad postliberal (una
alternativa a la euromodernidad). Este segundo proyecto surge del segundo
aspecto de la coyuntura y pretende transformar al liberalismo y al desarrollo[2].
La desaparición del socialismo real a
principios de la década de 1990 dejó a muchos en el desamparo, como “un niño
perdido en la intemperie” al decir de Eduardo Galeano, sin modelo ni vía que
seguir. De ahí que la década de los 90 del siglo pasado fuera una de
explosiones populares provocadas por el hastío ante el neoliberalismo pero,
también, de interrogantes sobre cuáles eran las vías para salir adelante
cuando, según parecía, se había llegado al fin de la historia.
Las respuestas han sido variadas. Todas,
sin embargo, independientemente del cariz de los proyectos que impulsan
nacionalmente, han avanzado en el viejo sueño latinoamericano de conjuntar
posiciones para tener mayor independencia frente los Estados Unidos de América.
Se han creado proyectos y organizaciones como la ALBA y la UNASUR en donde, de
acuerdo a la naturaleza de cada una de ellas, se propician grandes proyectos conjuntos
de desarrollo o alianzas políticas que le dan voz propia a América Latina en el
concierto mundial.
Nuestro tiempo plantea a la humanidad
toda y, por ende, también a los latinoamericanos, preguntas fuertes que piden
respuestas urgentes y requieren de un cambio de largo aliento; el capitalismo
ya no es solamente un modo de producción sino un movimiento civilizatorio y,
por ende, está en nosotros mismos. De ahí que nuestra capacidad de respuesta
ante estas preguntas fuertes sea débil: tenemos dificultades de imaginación
política y nos es casi imposible figurarnos el fin del capitalismo.
La diversidad del mundo, sin embargo, es
inagotable y se encuentra en todas partes, pero los conocimientos y culturas de
los pueblos más débiles (o debilitados, porque coinciden con aquellos que
fueron colonizados) son considerados ignorancia, aunque en ellos se esconden
verdades que están empezando a visibilizarse.
¿Están en ellos “las” respuestas a los
problemas que nos aquejan a principios del siglo XXI en el marco de la crisis
civilizatoria?
El tránsito hacia el futuro sea más
parecido a abrir brecha en medio de la jungla que a construir un edificio
siguiendo las indicaciones de un plano.
Tiempo de búsquedas este en el que se
encuentra América Latina, en el que una vez más, como en tantas otras
ocasiones, resulta necesario volver las
palabras que José Martí expresó en su ensayo Nuestra América, para sugerir un programa elemental de acción
política que dé cumplimiento a estas tareas, tanto a lo interno de los países como
en su proyección internacional: “Los
pueblos han de vivir criticándose, porque la crítica es la salud; pero con un
solo pecho y una sola mente. ¡Bajarse hasta los infelices y alzarlos en los brazos!
¡Con el fuego del corazón deshelar la América coagulada! ¡Echar, bullendo y
rebotando, por las venas, la sangre natural del país”.
En las inmensas posibilidades de
transformación de este ideario elemental y siempre vigente, y en lo mucho que ya se ha logrado avanzar en
la última década, reside un germen de esperanza para la América nuestra que
emerge de las cenizas del neoliberalismo.
NOTAS
[1] . Castro, Nils (2012);
¿Por qué y para qué son progresistas estos gobiernos?, en Rebelión.org; localizable en
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=153296 (consultado el 30/08/2012).
[2] . Escobar, Arturo (2012);” ¿Transformaciones
y/o transiciones? Post-extractivismo y pluriverso”, en revista América Latina en Movimientos: Extractivismo:
contradicciones y conflictividad, N° 473; Agencia Latinoamericana de
Información (ALAI); Quito. P. 16; localizable en: http://alainet.org/publica/473.phtml (consultada
el 30/08/2012).
1 comentario:
¡Qué nos dejen solos, que nos quitemos la cadens y levantaremos al mundo entero de las cenizas del neoliberalismo!
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