sábado, 8 de diciembre de 2012

América Latina: Menos pobres

Los gobiernos latinoamericanos que irrumpieron en el nuevo siglo quebraron la tendencia de la desigualdad en el continente con peor reparto de la riqueza. Y lo hicieron disputando el espacio político y la gestión al neoliberalismo, que hoy maquillado manifiesta preocupación por los pobres con la misma receta de siempre.

Alfredo Zaiat / Página12

Con muy pocas semanas de diferencia se difundieron dos documentos del Banco Mundial y otro de la Cepal que muestran con datos duros estadísticos y evaluaciones cualitativas que la situación social ha mejorado en América latina en los años de gestión de gobiernos progresistas, durante la primera década del nuevo siglo. Esas investigaciones se conocieron en días en que grupos conservadores de Argentina cuestionan la intervención del Estado en la economía, el aumento del gasto social orientado a grupos vulnerables y las políticas de fomento del mercado interno y de industrialización creadoras de empleo. Críticas que las defienden afirmando que por ese camino no han mejorado los indicadores sociales y de empleo. Los informes de esas instituciones internacionales, exhaustivas y de base ideológica diferentes (el BM, neoliberal; la Cepal, estructuralista), desestiman las observaciones de sectores de difusión masiva, de políticos, de empresarios y del mundo académico conservador. Las conclusiones de esos trabajos, además de desarmar la construcción analítica que afirma que no ha progresado el panorama social en Argentina, permiten evaluar que cuando gobernaron los que hoy critican los actuales niveles de pobreza fueron los años donde se registraron los peores índices de exclusión social.

La cantidad de pobres e indigentes sigue siendo elevada y la desigualdad en la distribución del ingreso continúa siendo obscena en la región. La relevancia de las investigaciones del Banco Mundial y de la Cepal consiste en que exhiben que el deterioro social durante la vigencia del neoliberalismo fue frenado y comenzó un cambio de tendencia a partir de políticas económicas de gobiernos progresistas. El desafío para esas experiencias políticas es profundizar el sendero que les permitió modificar el destino de desigualdad estructural. Para ello se presenta como necesidad evitar el regreso a estrategias de política económica que encubiertas en preocupación por los pobres sólo tienen como resultado la concentración del ingreso.

El reciente “Panorama Social de América Latina 2012” de la Cepal avanza en precisar el reto de la región, al destacar que en la mayoría de los países un conjunto reducido de la población acumula una gran proporción de todos los ingresos generados, mientras que los más pobres sólo alcanzan a recibir una escasa porción. Precisa que el promedio simple de los valores de los 18 países de los que se cuenta con información relativamente reciente indica que el 10 por ciento más rico de la población recibe el 32 por ciento de los ingresos totales, mientras que el 40 por ciento más pobre recibe el 15 por ciento. La Cepal observa niveles relativamente altos de concentración en Brasil, Chile, Colombia, Guatemala, Honduras, Paraguay y República Dominicana, países en que esos porcentajes se acercan al 40 por ciento de los ingresos para los más ricos y entre el 11 y el 15 por ciento para los más pobres. A la vez, destaca que Argentina, Ecuador, El Salvador, México, Nicaragua y Perú registran valores mayores en el extremo inferior de la distribución (16 o 17 por ciento) y algo menores entre el 10 por ciento más rico, en torno del 30 por ciento. En el Uruguay y Venezuela se da la menor concentración.

“La persistencia de altos grados de de-sigualdad en el ingreso no debería oscurecer el hecho de que en los últimos años se hayan logrado avances en este campo”, sentencia la Cepal. Señala que el balance con respecto a inicios de la década de 2000 muestra una clara tendencia a la reducción de la concentración del ingreso, una dinámica que ha distinguido al proceso de desarrollo de América latina en el último decenio y que implica un cambio en la tendencia dominante durante al menos los dos decenios anteriores. Al comparar los resultados del último año con los registrados en 2002, los investigadores de la Cepal constataron mejoras distributivas en la mayoría de países de la región. De 17 países considerados, en nueve el índice de Gini se redujo a un ritmo de al menos un uno por ciento anual. Entre los países que registraron los descensos más significativos se encuentran Argentina, Bolivia, Nicaragua y Venezuela, todos ellos con tasas anuales de reducción del Gini superiores al 2 por ciento por año en ese período.

Las cifras de 2011 sobre pobreza e indigencia en América latina recopiladas por la Cepal muestran que ambos indicadores continuaron disminuyendo a nivel regional hasta tasas que son las más bajas observadas en los tres últimos decenios. Uno de los datos clave para analizar ese comportamiento se encuentra en el dinamismo del mercado de trabajo. La mayor disponibilidad de recursos monetarios entre los pobres “se ha debido principalmente a un aumento de los ingresos laborales”. La continuidad de la tendencia a la disminución del desempleo desde 2002, interrumpida solo en 2009, ha permitido que las cifras actuales sean las más bajas desde mediados de la década de 1990 y que casi la totalidad de los países latinoamericanos tenga tasas inferiores al 8 por ciento. Este resultado no es por orden natural o por fortuna espontánea, sino que está originado en políticas económicas deliberadas de impulso del mercado interno, alentando el consumo y la inversión doméstica, protegiendo a la actividad local de la competencia importada. O sea, una estrategia económica opuesta a postulados del neoliberalismo, cuyos representantes se ofrecen como alternativa política con promesas de bienestar social. Cuando predominaron el mercado en la economía y la apertura comercial, los índices de pobreza aumentaron sin pausa.

Las transferencias públicas en jubilaciones y asistencia social, como la Asignación Universal por Hijo en el caso argentino, también contribuyeron a la reducción de la pobreza. La Cepal también abordó aspectos cualitativos de la población pobre en la región. Menciona que aun cuando el perfil de las personas pobres es similar al que se observaba a finales de la década de 1990, hay algunos cambios que guardan relación con la evolución de tendencias que ha experimentado la región, como el aumento de hogares con jefatura femenina, el incremento de los niveles educativos o la disminución del tamaño medio de los hogares. Algunos de los rasgos de la pobreza descriptos en la investigación de la Cepal son:

- El área de residencia es una de las dimensiones que más varía entre las personas según sus niveles de ingreso. Mientras que los indigentes se reparten por igual entre áreas urbanas y rurales, casi tres de cada cuatro pobres no indigentes viven en áreas urbanas.

- El porcentaje de menores de edad (hasta 17 años) pobres no indigentes es del 45 por ciento; es decir, prácticamente la mitad de los pobres son niños.

- La mitad de los adultos (entre 25 y 65 años de edad) en situación de indigencia no había completado la educación primaria.

- Aun cuando el empleo remunerado es una de las principales vías para salir de la pobreza, la mayoría de las personas pobres y vulnerables (de 15 años y más) ya se encuentran ocupadas. La heterogeneidad de la estructura productiva explica que cualquier tipo de empleo remunerado no es garantía de superación de pobreza.

- La infraestructura sanitaria es el servicio más escaso, al que accede sólo el 61 por ciento de la población pobre.

Entre 1999 y 2011, la incidencia de la pobreza en América latina se redujo en más de 14 puntos porcentuales, al ubicarse en 29,4 por ciento. Falta mucho para disminuir los elevados niveles de exclusión social, como también falta mucho en el capítulo de distribución del ingreso. Pero los gobiernos latinoamericanos que irrumpieron en el nuevo siglo quebraron la tendencia de la desigualdad en el continente con peor reparto de la riqueza. Y lo hicieron disputando el espacio político y la gestión al neoliberalismo, que hoy maquillado manifiesta preocupación por los pobres con la misma receta de siempre.

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