Lo más
preocupante es que la ola xenofóbica no solo alcanza a las masas influenciables
por los medios de comunicación, sino a mucha gente que se considera a sí misma
progresista. Esto se debe al bajo desarrollo de la conciencia política e
ideológica, en parte porque muchos sectores de la izquierda centran
sus esfuerzos en luchas economicistas, mientras rehuyen combatir la falsa
conciencia y los prejuicios que la burguesía inyecta en la clase trabajadora.
Olmedo
Beluche / Para Con Nuestra América
A la memoria de Hugo Chávez,
quien más aportó a la unidad bolivariana
de Nuestra América en lo que va del siglo XXI.
La diputada socialdemócrata Zulay Rodríguez ha estado en el centro de la polémica por la xenofobia en Panamá. |
Una
particular combinación de circunstancias ha producido en Panamá una ola de
xenofobia que no tiene precedentes, salvo en las primeras décadas del siglo XX,
cuando llegaron a Panamá decenas de miles de afroantillanos a la construcción
del canal, muchos de los cuales se quedaron a vivir en nuestro país. En las décadas del veinte y treinta se
produjeron movimientos "nacionalistas" que parecían dirigidos contra
la influencia norteamericana, pero mucho más contra la población
"extraña" recién incorporada a la "nación". Esa ola
seudonacionalista, mezcla de xenofobia y racismo fascista, tomó cuerpo en la
"Doctrina Panameñista" del ex presidente Arnulfo Arias M. y su
Constitución Política de 1941, en la que se hablaba de "razas de
inmigración prohibida" refiriéndose entre ellas a los
de "raza negra cuyo idioma originario no sea el
castellano" (art. 12).
La actual ola
xenofóbica parece obedecer a la combinación de dos circunstancias
contradictorias. Por un lado, un alto crecimiento económico de Panamá respecto
de la región, lo que la convierte en sitio privilegiado de inmigrantes en busca
de trabajo (es notable la presencia en las calles de miles de recién llegados
colombianos, nicaragüenses, dominicanos, y hasta españoles). Por el otro, con
un crecimiento económico fruto de la integración del Canal a la economía
interna del país, que sin embargo no ha resuelto los graves problemas sociales
que aquejan al pueblo panameño, porque los recursos generados en ese proceso
han sido utilizados como fuente de acumulación de la oligarquía financiera.
Contribuye de
manera particular a la ola xenofóbica la circunstancia de que la oposición
política de Venezuela, y la burguesía de ese país, que practica el sabotaje
económico y la fuga de capitales allá, con los petrodólares que el gobierno
bolivariano les da, han hecho de Panamá su plataforma de operaciones. Este
sector de los inmigrantes, que llega con poder económico, ha hecho de la
especulación inmobiliaria y la apertura de miles de pequeños negocios una forma
de establecerse en el país, pero con una característica sicológica: son los más
agresivos, soberbios y reaccionarios, gustando alardear del dinero que poseen,
y que le falta tanto al pueblo venezolano como al panameño.
El paroxismo
de la xenofobia llegó cuando la diputada Zulay Rodríguez, del socialdemócrata
Partido Revolucionario Democrático, lanzó un discurso en estos términos:
Panamá no se compra, no se alquila, es de nosotros. Estos colombianos,
estos nicaragüenses, estos extranjeros... Pero yo no quiero recién llegados de
hace seis meses, de un año,..., que no están invirtiendo absolutamente nada. No
quiero recién llegados que estén importando pobreza y nuevas modalidades de
delito".
Cabe notar
que la diputada igualó la pobreza con el delito, sin mencionar a los
inmigrantes venezolanos. Y, además, dejó claro contra qué clases sociales está,
a las que llamó "escoria": "Son desplazados que no tienen un
centavo en su país, que no vienen a invertir, no traen dinero para hacer
competitividad en Panamá para que este avance..." (La Prensa, 24 y 25
de febrero 2015). Todo esto a cuento de que un
sector de abogados se siente lacerado por una regulación especial denominada
"Crisol de Razas", que permite la regularización del estatus
migratorio para trabajar a miles de personas pagando unas tasas directamente al
Estado, un trámite que antes sólo se podía tramitar la residencia en Panamá a
través de abogados que cobraban miles de dólares por ese servicio.
Lo más
preocupante es que la ola xenofóbica no solo alcanza a las masas influenciables
por los medios de comunicación, sino a mucha gente que se considera a sí misma
progresista. Esto se debe al bajo desarrollo de la conciencia política e
ideológica, en parte porque muchos sectores de la izquierda centran
sus esfuerzos en luchas economicistas, mientras rehuyen combatir la falsa
conciencia y los prejuicios que la burguesía inyecta en la clase trabajadora.
Esta situación obliga a la clase
trabajadora panameña, y a sus dirigentes, a discutir el asunto y asumir una
posición que, para ser revolucionaria, tiene que ser compatible con la moral
cristiana, los derechos humanos, la lucha histórica por la integración
bolivariana de Nuestra América y el internacionalismo proletario marxista. Aquí
aportamos algunos puntos que pueden servir para ese objetivo:
1. El
cristianismo aportó el primer criterio, que se ha transformado en conquista
moral de todas las religiones y la civilización humana, cuando dice: "todos
somos iguales" (ante Dios) y, por ello, debemos "amar al prójimo,
como a ti mismo". No hace falta explicarlo: todos
los seres humanos somos iguales, por ello tenemos los mismos derechos, y
debemos ser solidarios, en especial con los que sufren y son oprimidos. Eso
incluye a los inmigrantes, en especial a los refugiados por razones políticas o
económicas. No es muy cristiano decir que no te importa, que los encierren en
campos de concentración o que los tiren al mar, que son "escoria" y
luego ir a misa y comulgar.
2. El segundo
criterio es otra conquista de la humanidad, nacida a raíz de los crímenes
cometidos por el fascismo en la primera mitad del siglo XX, que se ha
convertido en principio universal de obligatorio cumplimiento moral y legal, es
la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las
Naciones Unidas, y todos sus derivados jurídicos posteriores. Parte de esos
derechos incluye el asilo, a la salud, la alimentación y el trabajo para todos
los seres humanos, lo cual incluye a los inmigrantes, no importa de dónde
vengan, ni dónde estén.
3. Una verdad histórica: todos somos inmigrantes o descendientes de inmigrantes. Porque
la historia humana se ha construido a base de emigrar, poblar el
planeta y movernos de un lugar a otro desde que salimos de África, la patria
originaria de todos los seres humanos. Panamá, particularmente, ha sido un país
de inmigrantes, desde las ancestrales culturas originarias, que llegaron hace
once mil años procedentes del norte y del sur, hasta los hispanos que llegaron
con la Conquista, hace 500 años, y todos los que llegaron en oleadas sucesivas
para la construcción del ferrocarril y el canal. Igualmente son migrantes
internos, toda nuestra población interiorana forzada a venir al área
metropolitana huyendo de la agonía de nuestra agricultura.
4. Las grandes migraciones del siglo
XX son un problema social, pero los que emigran no son culpables de ello,
sino las principales víctimas de situaciones que los han obligado a
dejar a sus familias y la tierra en que nacieron. No culpemos a las
víctimas. No hagamos generalizaciones falsas e irresponsables, como la lanzada
por la diputada ("cada vez que arrestan un panameño hay cinco colombianos
al lado"). Porque los delincuentes que llegan con la migración son una
pequeña minoría y las leyes ya establecen los mecanismos para su sanción y
deportación.
5. Digamos en voz alta de quién es
la culpa del problema: del sistema capitalista. La culpa de que millones de personas
se tengan que desplazar de sus regiones de origen en busca de una manera de
ganarse la vida y alimentar a sus familias es del sistema capitalista
internacional, que impone las grandes desigualdades sociales, la explotación
económica, el saqueo de los recursos naturales, el hambre, el desempleo, la
pobreza y las guerras a la mayoría de la humanidad, y pone la riqueza en el
otro extremo en un puñado de países y en un grupo cada vez más minoritario de
gente.
6. Para evitar las consecuencias
sociales de la migraciones incontroladas hay que combatir el mundo
desigual que se ha construido en los últimos treinta años con la llamada
globalización neoliberal capitalista, en el que siete potencias
económicas y 200 trasnacionales saquean al mundo para su beneficio e imponen la
miseria a las mayorías. Ninguna ley migratoria, ninguna frontera, ni ninguna
valla, detendrá a la masa de hambrientos que se desplazan para tratar de
sobrevivir, si no se cambian las condiciones económicas y sociales impuestas
por el capitalismo neoliberal, el imperialismo.
7. La exigencia de regularización para todos los inmigrantes,
para que tengan iguales derechos que los nacionales, es la mejor defensa de la clase trabajadora
frente a los capitalistas inescrupulosos que intentan dividirnos,
sobreexplotando al trabajador inmigrante que no se atreve a reclamar sus
derechos por temor a la deportación. Este criterio es válido para los 50
millones de inmigrantes "ilegales" (el concepto ilegal es absurdo) en Estados Unidos, los árabes y africanos que
emigraron a Europa y los latinoamericanos que vienen a Panamá.
8. Como dijera Carlos Marx y Federico
Engels en el Manifiesto Comunista de
1848, "Los trabajadores no tienen patria", porque todos
son explotados de la misma manera, por los mismos enemigos de clase, en todos
los países, los capitalistas quienes son aliados entre sí. De ahí que la
consigna siempre ha sido encontrar los intereses comunes que todos los
asalariados y los desposeídos del mundo tenemos en común: "Proletarios
del mundo, uníos!"
9. El nacionalismo en general es
una ideología reaccionaria construida por la burguesía para
engañar a sus trabajadores haciéndoles creer que los intereses de la clase
explotadora son los mismos intereses que la de los explotados, que en la
"nación" todos son iguales, sin distinciones de clase. El
nacionalismo siempre ha sido usado por la burguesía para que los trabajadores
sirvan de carne de cañón en las guerras donde van a morir en defensa de los
intereses de los explotadores matando a sus hermanos explotados de otros países.
10. En base a
lo anterior, Lenin explicaba que existen en el mundo actual dos
tipos de naciones: las naciones opresoras o imperialistas, y las naciones
oprimidas ("sudesarrolladas", "atrasadas", coloniales,
semicoloniales y dependientes). El nacionalismo de las naciones oprimidas es progresivo mientras enfrente
al imperialismo y, en esas circunstancias, los marxistas hacen
unidad de acción con el nacionalismo de los países oprimidos que luchan por su
independencia, sin renunciar a su perspectiva de clase: el internacionalismo
proletario.
11. El nacionalismo progresivo de
las naciones oprimidas de Nuestra América, desde el siglo XIX, se expresó como
anhelo de integración y unidad latinoamericana frente a los intereses
imperialistas extranjeros, principalmente los de Estados Unidos de América. En honor al
Libertador de América, Simón Bolívar, se ha llamado a ese nacionalismo
antiimperialista bolivarianismo o bolivarismo. En
los últimos 15 años volvió a ponerlo en la acción colectiva de millones de latinoamericanos
el comandante Hugo Chávez, constructor de instituciones como el ALBA y la
CELAC.
12. Una verdad que ningún panameño
debe olvidar jamás: todos los pueblos de América Latina fueron solidarios con
Panamá en la lucha generacional por la soberanía y el desmantelamiento del
enclave colonial de la Zona del Canal y del
paso de su administración a manos panameñas. Por esa razón, la pequeña prosperidad
de estos años se debe no sólo al sacrificio de nuestros mártires, y a la lucha
constante de las generaciones que nos precedieron desde 1903, sino también a la
solidaridad de nuestros hermanos latinoamericanos a quienes les debemos
reciprocidad.
13. Por los
motivos señalados, una política de izquierdas, progresista y
clasista en Panamá tiene que comprometerse con la lucha por la unidad
latinoamericana, en la lucha por la soberanía e independencia frente
a la intromisión norteamericana de cada país, y de todos juntos, y de la
integración económico y social basada en la complementariedad entre nuestros
pueblo, y no en la supeditación a los intereses imperialistas.
14. Los extranjeros que hay que
combatir son los capitalistas que vienen a explotarnos económicamente y a saquear nuestros recursos naturales, los que se han apropiado
de la industria nacional y empiezan a apropiarse de la tierra en contubernio
con la oligarquía local, y que no necesitan hacer filas en el programa
"Crisol de Razas" porque las leyes neoliberales y los TLC's se lo
permiten. Pero esos
extranjeros no son los trabajadores migrantes, ni los pequeños propietarios,
son los grandes capitalistas y banqueros. Levantemos la consigna
consecuentemente nacionalista y antiimperialista de nacionalización de la
banca, la gran industria y los servicios públicos.
El movimiento
obrero panameño, clasista y revolucionario, actúa frente al tema de la
migración guiado por principios básicos: no ser instrumento de clase
explotadora mediante prejuicios; se guía por elementales criterios de
solidaridad cristiana y derechos humanos; defiende la igualdad de todos los
seres humanos, y lucha por la unidad latinoamericana y el internacionalismo
proletario.
Panamá, 2 de
marzo de 2015.
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