Es urgente y necesario
recuperar la tradición antiimperialista que recorre la historia de nuestras
luchas, triunfos, derrotas, revoluciones y utopías latinoamericanistas. Las
luchas que vienen, y la dureza de los tiempos que seguramente nos esperan, así
lo reclaman.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
Desde finales de los
años 1990 y lo que transcurre del siglo XXI, América Latina ha venido
experimentado profundos y complejos procesos de transformación, con
implicaciones de diversa magnitud para los Estados y sociedades
latinoamericanas, en el orden de lo político, lo social, lo económico, lo
cultural y lo ideológico. El ascenso y protagonismo de nuevos movimientos sociales,
herederos de una tradición de lucha forjada en tiempos de dictaduras militares,
puso en tensión y en no pocos casos fracturó la hegemonía neoliberal, lo que
abrió el camino a la configuración de un amplio arco de proyectos políticos de
fuerte base nacional-popular, que accedieron sucesivamente al poder en varios
países, con triunfos inobjetables alcanzados en elecciones libres.
Nuevos liderazgos
políticos surgidos de los sectores tradicionalmente oprimidos –obreros,
campesinos, pueblos originarios, antiguos movimientos guerrilleros-, de la
academia, de la iglesia católica identificada con la teología de la liberación,
e inclusive de sectores nacionalistas de las fuerzas armadas, han estado al
frente de inéditos procesos y su impronta ha sido tal, que ya se los ha
caracterizado como la generación del
Bicentenario.
Estas transformaciones
han sido definidas como un cambio de
época en América Latina, y en registros mucho más románticos del discurso, se
habla del fin de la larga noche
neoliberal. Uno de los componentes centrales de ese giro epocal, múltiple y
diverso, corresponde a una renovada vertiente del latinoamericanismo antiimperialista
que recorre transversalmente las luchas, debates y creaciones de esta primera
década del siglo XXI, y que, desde nuestra perspectiva, se expresa con claridad
en tres dimensiones: la primera, corresponde al discurso y la praxis política nuestroamericana, de fuerte raíz
bolivariana-martiana, que está presente en el quehacer de los movimientos
sociales más combativos y de los principales exponentes de la generación del
Bicentenario; una segunda dimensión, correlato de la anterior, es la de la nueva
arquitectura de la integración regional, que se articula en oposición al
proyecto panamericano del imperialismo estadounidense; y finalmente, la tercera
dimensión remite a la búsqueda y construcción de alternativas políticas,
sociales y económicas de signo posneoliberal, a partir de las cuales se intenta
revertir el impacto negativo del neoliberalismo impuesto en América Latina desde
los años 1970, y la crisis capitalista contemporánea.
Este antiimperialismo
latinoamericanista, que hoy reconocemos como rasgo identitario de actores
políticos y sujetos sociales en distintas latitudes de nuestra América,
prolonga un legado intelectual construido durante varias generaciones -que
entreteje, por ejemplo, a Martí con Sandino-, y que tiene como momento
inaugural la resistencia cultural, en su amplio sentido, que se enarboló frente
al expansionismo estadounidense de finales del siglo XIX y el devenir de su
desarrollo imperialista. Se trata, pues, de una suerte de nacionalismo latinoamericano, que encuentra sustento fundacional en
“la historia propia” como pilar de contención frente a “las intervenciones
foráneas”, y en la aspiración de formar “una comunidad de naciones que
originaran la fuerza necesaria para detener al imperialismo”[1].
Ahora que la derecha
latinoamericana juega de nuevo el recurso del golpismo en todas sus formas, en Venezuela, Brasil y Argentina, como antes lo hizo en Ecuador, Bolivia, Honduras y Paraguay; y ahora que Washington ha dejado al descubierto sus verdaderas intenciones contra
la Revolución Bolivariana, perdida ya la paciencia con sus testaferros en una
oposición apátrida y sometida al vasallaje de sus financistas, es urgente y
necesario recuperar la tradición antiimperialista que recorre la historia de
nuestras luchas, triunfos, derrotas, revoluciones y utopías
latinoamericanistas. Las luchas que vienen, y la dureza de los tiempos que
seguramente nos esperan, así lo reclaman.
NOTA:
[1] Cuevas, R. (2008). Sandino y la intelectualidad costarricense.
Nacionalismo antiimperialista en Nicaragua y Costa Rica (1927-1934). San
José, C.R.: EUNED. Pp. 26-27.
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