¿Avanzará el pedido de
“impeachment” contra Dilma? Este elemento parece el más difícil para la
oposición, que igualmente buscará seguir erosionando la figura presidencial y
al propio Partido de los Trabajadores. ¿Por qué? Hay un “temor futuro” en buena
parte de los sectores que movilizaron el domingo: un hipotético retorno de Lula
a la presidencia en 2018 -si la edad y la salud se lo permiten-.
Juan Manuel Karg / Rebelion
La derecha brasileña expuso en las calles todos sus prejuicios ideológicos y su apoyo a una salida golpista. |
La derecha brasileña
mostró firmeza en las calles en su reclamo contra Dilma Rousseuff, el pasado
domingo. Ese es un dato indudable, y negarlo mostraría necedad o desinformación:
la movilización fue grande, especialmente en San Pablo. Ahora bien, tomando en
cuenta esto, también hay que mencionar el virulento mensaje de una parte de
aquella concurrencia, que se repetía en pancartas y banderas que exigían la
intervención de las Fuerzas Armadas para destituir a la presidenta, bajo la
consigna “Intervención militar ya! Fuera Dilma, Fuera PT”; e incluso
banderas que, en inglés, contenían frases como “Armada, Fuerza Naval y
Fuerza Aérea. Por favor, salvennos otra vez del comunismo”.
Estos elementos nos
pueden ayudar a comprender las diferencias de estas nuevas movilizaciones con
respecto a las que se generaron en 2013, cuyo enfoque estaba puesto en ejes
como el transporte y la salud y educación pública. El domingo no hubo esas
demandas, ni mucho menos: apareció nitidamente el pedido de destitución
presidencial vía parlamentaria -conocido como “impeachment”- y un
cuestionamiento a la política exterior de Brasil durante los gobiernos del PT,
en cuanto a su orientación ´latinoamericanista´ -con críticas explícitas a Cuba
y Venezuela-. Se trató de una movilización protagonizada principalmente por
clases medias-altas y altas, muy diferente al componente social de 2013, donde
buena parte de la ´nueva clase media´ forjada durante los dos gobiernos
consecutivos de Lula salió a las calles.
En un reciente artículo
de opinión, el teólogo Leonardo Boff hablaba de un “aumento del odio de la
rabia contra el PT”, inducido por algunos medios de comunicación
conservadores, que no sopesaba un hecho fáctico concreto: el nuevo gobierno de
Dilma Rousseuff tiene menos de 100 días en funciones, y fue electo por nada
menos que 54 millones de electores. Para Boff, el objetivo es claro, ya que
estos sectores elitistas “procuran por todos los modos deslegitimar la victoria
y garantizar un cambio de política que atienda su proyecto”.
Este aumento de
virulencia también fue verificado con la reciente amenaza de muerte que sufrió
el máximo dirigente del Movimiento Sin Tierra de Brasil, Joao Pedro Stedile,
mediante un aviso en el que se lo pedía “vivo o muerto” por “enemigo
de la patria”. En un comunicado sobre la situación, el MST afirmó que “la
amenaza es sólo un reflejo de sectores de la elite brasileña que están
dispuestos a promover una ola de violencia y odio, con el fin de desestabilizar
al gobierno y retomar el poder, del que fueron apartados con la victoria del PT
en las urnas en 2002”.
¿Cómo transitar,
entonces, un camino que pueda posicionar mejor al gobierno frente a estas
voces? Con dinámica, iniciativa, con hechos que puedan cambiar la “agenda”
nacional. En primer lugar, como se ha hecho hasta el momento, continuar con la
política de que se investigue responsabilidades concretas en torno a Petrobras,
y que los culpables de actos de corrupción sean separados de cargos, tanto en
el Ejecutivo como en el propio PT, en caso de comprobarse las imputaciones.
Como segundo punto, la necesidad de avanzar en demandas concretas que apunten a
una democratización mayor de la vida política de Brasil: hablamos
principalmente de la reforma política y la ley de medios, pendientes de su
tratamiento e implementación, y ejes de la última campaña de Rousseuff. Y en
tercer punto, implementar un impuesto a las grandes fortunas, tal como marcó
Emir Sader días atrás. Ese hecho podría constituir un importante paso en un
momento donde el gobierno, guíado por el equipo económico de Levy, intenta
llevar adelante un “ajuste fiscal” que, en palabras de Rousseuff, no
comprometerá las conquistas sociales logradas en los gobiernos del PT.
Por otra parte, ¿avanzará
el pedido de “impeachment” contra Dilma? Este elemento parece el más difícil
para la oposición, que igualmente buscará seguir erosionando la figura
presidencial y al propio Partido de los Trabajadores. ¿Por qué? Hay un “temor
futuro” en buena parte de los sectores que movilizaron el domingo: un
hipotético retorno de Lula a la presidencia en 2018 -si la edad y la salud se
lo permiten-, que significaría un nuevo espaldarazo al proyecto político
instaurado desde 2002. El objetivo, entonces, parece ser intentar desgastar al
máximo posible a la actual administración para que el ex metalúrgico llegue lo
más condicionado posible a la próxima cita presidencial. No es para menos: se
trata del personaje mejor valorado de la política de Brasil, el mismo que dejó
la presidencia en 2010, con un 80% de valoración a su gestión, de acuerdo a
diversas encuestas.
Juan Manuel Karg
(@jmkarg), politólogo UBA y analista internacional
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