Una educación crítica y
liberadora debe tender a construir una civilización solidaria, libre de
opresión y desigualdad social.
Frei Betto / Cubadebate
Todos vivimos bajo la
hegemonía del pensamiento único neoliberal y de la economía capitalista
centrada en la apropiación privada de la riqueza. El neoliberalismo, cual virus
que se esparce de manera apenas perceptible, se introduce en los métodos
pedagógicos y en las teorías científicas; en fin, en todos los ramos del
conocimiento humano. De ese modo se afianzan progresivamente ideas y actitudes
que fundamentan la ética (o la falta de ética) de las relaciones entre los
seres humanos y de los seres humanos con la naturaleza.
En la lógica neoliberal
la inclusión del individuo como ser social es medida por su inserción en el
mercado como productor y consumidor. Las relaciones humanas son determinadas
por la posesión de mercancías revestidas de valor. Es el fetiche denunciado por
Marx.
Esa inversión
relacional, según la cual la mercancía tiene más valor que la persona humana, y
la persona humana es valorada en la medida en que ostenta mercancías de valor,
contamina todo el organismo social, incluyendo la educación y la religión,
según denunció el papa Francisco el 22 de diciembre al señalar las “15
enfermedades” que corroen a la Curia Romana.
De ahí se deriva una
ética perversa, que destaca como valores la competitividad, el poder de
consumo, los símbolos de riqueza y poder, la supuesta mano invisible del
mercado. Tal perversión ética debilita los organismos de fortalecimiento de la
sociedad civil, como los movimientos sociales, los sindicatos, las asociaciones
de barrio, las ONGs, los partidos políticos… El patrón adoptado ya no es el de
la alteridad y de la solidaridad sino el del consumismo narcisista y el de la
competitividad.
¿Cómo superar hoy ese
patrón de vida capitalista que, aunque no se afiance en nuestro ambiente
social, predomina muchas veces en nuestra mentalidad? En ello la educación
ejerce un papel preponderante para que las nuevas generaciones no se sientan
obligadas a adaptarse al nuevo “determinismo histórico”: la hegemonía del
mercado.
Hoy día un arma
poderosa para la superación del neoliberalismo es la educación crítica y
cooperativa, capaz de crear nuevos parámetros de conocimiento y de suscitar
nuevas prácticas emancipatorias. Sobre todo cuando ella se vincula con
movimientos sociales de defensa de los derechos humanos y de mejoramiento de la
democracia.
Es a través de la
educación como se moldean las subjetividades que imprimen significado a los
fenómenos sociales. Con frecuencia sucede que se vive un antagonismo entre lo
microsocial (normado por la subjetividad) y lo macrosocial (normado por las
estructuras). Profesamos una ética que no practicamos y una democracia que no
admitimos cuando ocupamos una función de poder.
Buenos ejemplos de
coherencia entre lo micro y lo macrosocial son Gandhi, Luther King y Chico
Mendes: a partir de sus ideales específicos -lucha contra el imperialismo
británico, la discriminación racial y la degradación ambiental- lograron
modificar las estructuras e implantar nuevos parámetros éticos en las
relaciones personales y sociales.
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