Ecuador, que ahora tiene
la presidencia pro tempore de la CELAC, está llamado a encabezar una clara toma
de posiciones latinoamericanas contra la diplomacia injerencista en la VII
Cumbre de las Américas prevista para abril, una reunión que merece repensarse,
pues posiblemente es mejor ni siquiera realizarla.
El pasado 9 de marzo
(2015), el presidente Barack Obama, al mismo tiempo de anunciar sanciones
contra funcionarios venezolanos, expidió un decreto que considera a Venezuela
como “una amenaza extraordinaria e inusual a la seguridad nacional y la
política externa de Estados Unidos” y declaró una “emergencia nacional” para
enfrentar esa amenaza. Un alto funcionario de la Casa Blanca explicó a BBC
Mundo que se trataba de un procedimiento “normal”, ya empleado con otros países
como Siria, Irán o Birmania.
Pero contrariando esa
declaración, en la historia de América Latina no existe un solo momento en el
cual EE.UU. haya sido amenazado y menos de una forma “extraordinaria e inusual”
por algún país de la región. Los hechos verifican lo contrario. Basta recordar
algunas de la treintena de intervenciones norteamericanas en América Latina: en
1823 la Declaración de James Monroe inauguró el “americanismo” bajo los
intereses norteamericanos; en 1846 México perdió la mitad de su territorio en
guerra con EE.UU.; en 1898, durante la lucha independentista cubana, EE.UU.
declaró la guerra a España, que perdió su control sobre Cuba, Puerto Rico,
Guam, Filipinas y Hawái; en 1903, la independencia de Panamá fue estimulada por
EE.UU. para conseguir la construcción del canal interoceánico; en el siglo XX
son varias las intervenciones militares norteamericanas en República
Dominicana, Cuba, Panamá, Nicaragua, Haití, Honduras e incluso México; en la
década de 1960 y con el apoyo de la CIA, fueron derrocados gobernantes
latinoamericanos renuentes a bloquear a Cuba o considerados “peligrosos” para
los intereses norteamericanos, como ocurrió en Ecuador; en la década de los
setenta, nuevamente la CIA estuvo atrás de las dictaduras militares terroristas
del Cono Sur.
Según el historiador
Friedrich Katz, el “único caso de una intervención militar de América Latina en
Estados Unidos” es la incursión de Pancho Villa y 500 de sus hombres en
Columbus (Nuevo México), precisamente otro 9 de marzo, pero del año 1916. Los
“invasores” fueron rechazados por el XIII Regimiento de Caballería de EE.UU.,
con 10 mil hombres al mando del general John J. Pershing, quien invadió
Chihuahua, aunque su expedición resultó un desastre político y militar.
Después de la crisis de
los misiles en Cuba (1962), la declaratoria contra Venezuela, juzgándola como
“amenaza” a EE.UU., constituye un
momento nuevo de extraordinaria tensión sobre América Latina. Se movilizan Unasur,
ALBA y Celac, porque la región anhela constituirse en una zona de paz y de
convivencia armónica con el propio EE.UU., sobre la base de que allá se
comprenda que la diplomacia imperialista es rechazada porque atenta contra
nuestras soberanías, democracias y dignidad.
Ecuador, que ahora tiene
la presidencia pro tempore de la CELAC, está llamado a encabezar una clara toma
de posiciones latinoamericanas contra la diplomacia injerencista en la VII
Cumbre de las Américas prevista para abril, una reunión que merece repensarse,
pues posiblemente es mejor ni siquiera realizarla.
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