La Alianza contempla un financiamiento
anual de 1000 millones de dólares durante tres años, pero antes el Congreso de
los Estados Unidos debe aprobarlo, y parece que hay sectores que no se
encuentran dispuestos a apoyarlo. Y aunque lo apoyaran y el dinero fluyera,
¿dará mejores resultados que la fracasada Alianza para el Progreso que
impulsaron en otro momento de urgencia para la seguridad norteamericana?
Rafael
Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
Otto Pérez Molina fue anfitrión de la Alianza para la Prosperidad que lanzan los EE.UU. |
Esta semana que concluye, el
vicepresidente de los Estados Unidos se reunió en Guatemala con los presidentes
de El Salvador, Honduras y Guatemala para firmar la Alianza para la prosperidad
de Triángulo Norte, una iniciativa con la que la administración Obama pretende
paliar las condiciones de pobreza y violencia prevaleciente en estos tres
países Centroamericanos, y que ha causado una migración masiva hacia Estados
Unidos.
Dado que tal Alianza se firma en un
contexto de creciente tráfico de drogas, nunca mejor dicho que no se trata sino
de un sueño de opio.
En efecto, tal como consigna en un
informe publicado esta semana la Junta Internacional de Fiscalización de
Estupefaciente (JIFE), organismo autónomo de la ONU, se estima que el 80% de la
cocaína que entra a los Estados Unidos transita por Centroamérica, lo que
genera una guerra abierta entre grupos locales y transnacionales para quedarse
con las fabulosas ganancias que esto genera. Existen, según este organismo,
unas 900 bandas criminales o maras, con unos 70,000 miembros activos, que son
responsables de por lo menos el 15% de los homicidios que se perpetran en El
Salvador, Guatemala y Honduras.
Como se sabe, el desplazamiento de
bandas criminales hacia Centroamérica y México, que vive una situación de
violencia parecida a la centroamericana, se debe, en buena medida, al
hostigamiento que sufrieron en Colombia y que las llevó a desplazarse hacia el
norte. Ahora, la cruenta guerra que tiene lugar en México ha obligado a que sea
en Centroamérica, en donde los estados son más débiles y vulnerables, en donde
se esté concentrando este tipo de actividad. La frontera entre Guatemala y
Honduras se ha convertido en punto focal de esta situación.
Pero Centroamérica se transforma,
aceleradamente, también en una zona de producción y alto consumo de la droga.
Cada vez se detectan más campos de cultivo de adormidera, de donde se extrae el
opio, y también cada vez más se pagan los servicios prestados en la zona con
droga, la cual inunda el mercado local que ve crecer exponencialmente el
problema de la adicción, sin que los gobiernos de la región tengan los recursos
ni la capacidad para aplicar políticas contra el consumo o para atender a los
adictos.
Y como si no bastara con todo esto,
también se detectó un crecimiento en la fabricación y tráfico de nuevas
sustancias psicoactivas, como las anfetaminas. Para ello se emplean compuestos
químicos que no se encuentran en las listas de sustancias prohibidas.
Es en este contexto que los tres países
del Triángulo Norte centroamericano se reúnen con el vicepresidente
norteamericano. La Alianza contempla un financiamiento anual de 1000 millones
de dólares durante tres años, pero antes el Congreso de los Estados Unidos debe
aprobarlo, y parece que hay sectores que no se encuentran dispuestos a
apoyarlo. Y aunque lo apoyaran y el dinero fluyera, ¿dará mejores resultados
que la fracasada Alianza para el Progreso que impulsaron en otro momento de
urgencia para la seguridad norteamericana?
Aquí hay una confluencia de factores que
nos lleva a responder negativamente esta pregunta. El primero, que los Estados
Unidos seguirá siendo el principal consumidor de droga del mundo y con ello
continuará estimulando su comercio, y Centroamérica es el paso natural que une
a productores con consumidores. El segundo, que la pobreza y la violencia
centroamericanas no son producto de una situación coyuntural, sino de factores
que mantienen una situación de inequidad estructural que no se resolverá con un
financiamiento externo que deja lo esencial intacto.
Pobre Centroamérica, tan cerca de los
Estados Unidos.
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