sábado, 7 de marzo de 2015

Centroamérica: la Alianza para la prosperidad, un sueño de opio

La Alianza contempla un financiamiento anual de 1000 millones de dólares durante tres años, pero antes el Congreso de los Estados Unidos debe aprobarlo, y parece que hay sectores que no se encuentran dispuestos a apoyarlo. Y aunque lo apoyaran y el dinero fluyera, ¿dará mejores resultados que la fracasada Alianza para el Progreso que impulsaron en otro momento de urgencia para la seguridad norteamericana?

Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica

Otto Pérez Molina fue anfitrión de la Alianza
para la Prosperidad que lanzan los EE.UU.
Esta semana que concluye, el vicepresidente de los Estados Unidos se reunió en Guatemala con los presidentes de El Salvador, Honduras y Guatemala para firmar la Alianza para la prosperidad de Triángulo Norte, una iniciativa con la que la administración Obama pretende paliar las condiciones de pobreza y violencia prevaleciente en estos tres países Centroamericanos, y que ha causado una migración masiva hacia Estados Unidos.

Dado que tal Alianza se firma en un contexto de creciente tráfico de drogas, nunca mejor dicho que no se trata sino de un sueño de opio.

En efecto, tal como consigna en un informe publicado esta semana la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefaciente (JIFE), organismo autónomo de la ONU, se estima que el 80% de la cocaína que entra a los Estados Unidos transita por Centroamérica, lo que genera una guerra abierta entre grupos locales y transnacionales para quedarse con las fabulosas ganancias que esto genera. Existen, según este organismo, unas 900 bandas criminales o maras, con unos 70,000 miembros activos, que son responsables de por lo menos el 15% de los homicidios que se perpetran en El Salvador, Guatemala y Honduras.

Como se sabe, el desplazamiento de bandas criminales hacia Centroamérica y México, que vive una situación de violencia parecida a la centroamericana, se debe, en buena medida, al hostigamiento que sufrieron en Colombia y que las llevó a desplazarse hacia el norte. Ahora, la cruenta guerra que tiene lugar en México ha obligado a que sea en Centroamérica, en donde los estados son más débiles y vulnerables, en donde se esté concentrando este tipo de actividad. La frontera entre Guatemala y Honduras se ha convertido en punto focal de esta situación.

Pero Centroamérica se transforma, aceleradamente, también en una zona de producción y alto consumo de la droga. Cada vez se detectan más campos de cultivo de adormidera, de donde se extrae el opio, y también cada vez más se pagan los servicios prestados en la zona con droga, la cual inunda el mercado local que ve crecer exponencialmente el problema de la adicción, sin que los gobiernos de la región tengan los recursos ni la capacidad para aplicar políticas contra el consumo o para atender a los adictos.

Y como si no bastara con todo esto, también se detectó un crecimiento en la fabricación y tráfico de nuevas sustancias psicoactivas, como las anfetaminas. Para ello se emplean compuestos químicos que no se encuentran en las listas de sustancias prohibidas.

Es en este contexto que los tres países del Triángulo Norte centroamericano se reúnen con el vicepresidente norteamericano. La Alianza contempla un financiamiento anual de 1000 millones de dólares durante tres años, pero antes el Congreso de los Estados Unidos debe aprobarlo, y parece que hay sectores que no se encuentran dispuestos a apoyarlo. Y aunque lo apoyaran y el dinero fluyera, ¿dará mejores resultados que la fracasada Alianza para el Progreso que impulsaron en otro momento de urgencia para la seguridad norteamericana?
Aquí hay una confluencia de factores que nos lleva a responder negativamente esta pregunta. El primero, que los Estados Unidos seguirá siendo el principal consumidor de droga del mundo y con ello continuará estimulando su comercio, y Centroamérica es el paso natural que une a productores con consumidores. El segundo, que la pobreza y la violencia centroamericanas no son producto de una situación coyuntural, sino de factores que mantienen una situación de inequidad estructural que no se resolverá con un financiamiento externo que deja lo esencial intacto.

Pobre Centroamérica, tan cerca de los Estados Unidos.


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