Más allá de lo que para
el promedio de los costarricenses signifique el cambio, lo cierto es que parte
de la continuidad, la profundización o eventualmente el arrepentimiento
ciudadano al respecto del mismo, es lo que estará en juego en la elección
municipal a efectuarse en febrero del próximo año y cuyo banderazo de salida de
la campaña es en octubre próximo.
Héctor Solano Chavarría / Especial para Con Nuestra América
En su toma de posesión
en mayo del 2014, el Presidente Luis Guillermo Solís (LGS) afirmó que “la decepción de muchos costarricenses con
sus gobernantes, con la política tradicional y sus estratagemas, se ha
traducido en una resonante demanda de cambio,
en una poderosa marejada que ha barrido a las viejas formas de administrar el
poder”.
Aún embebido por el
aplastante triunfo que obtuvo en la segunda ronda electoral celebrada en abril
–ganó con un porcentaje superior al 80% de los votos válidos-, LGS sentenció en
aquella oportunidad que su llegada a Zapote recogía “… un clamor que exige un cambio
profundo en la forma en que el país se gobierna y administra”. “La primavera política que ha hecho florecer
al país con ilusión”, tal y como lo calificó en aquella oportunidad.
Y no era para menos. De
acuerdo con los resultados de la encuesta postelectoral publicada en febrero de
2014 por el Centro de Investigaciones y Estudios Políticos (CIEP) de la
Universidad de Costa Rica (UCR), el 31,2% de las personas que reconocieron
haber votado por el actual mandatario, LGS, lo hicieron movilizadas
fundamentalmente porque “querían un cambio”; mientras que entre quienes
reconocieron haber hecho lo propio por José María Villalta (JMV), el candidato
presidencial del Frente Amplio (FA, izquierda), la cifra es aún mayor: del
38,9%. Incluso del otro lado de la acera, entre quienes confesaron haber votado
por el aspirante presidencial libertario, Otto Guevara (extrema derecha), el
19,6% reconoció también haberlo hecho por ello.
Así las cosas, a un año
y medio de la “primavera” del presidente Solís, ese es el contexto en el que se
insertan las elecciones municipales de 2016. Si algo quedó claro durante y tras
ese proceso de febrero-abril de 2014, fueron las altísimas expectativas de cambio de la ciudadanía al respecto de
la conducción de lo público y del Estado en el país, tanto en lo relativo a los
actores a cargo de ello, como en lo referente a las formas de hacer política.
Y más allá de lo que
para el promedio de los costarricenses signifique ese cambio, lo cierto es que parte de la continuidad, la profundización
o eventualmente el arrepentimiento ciudadano al respecto del mismo, es lo que
estará en juego en la elección municipal a efectuarse en febrero del próximo
año y cuyo banderazo de salida de la campaña es en octubre próximo. La pregunta
acerca de si sigue valiendo la pena lo “nuevo” que estamos conociendo (si es
que algo de “nuevo” tiene), o si por el contrario, es mejor lo “viejo” que ya
es conocido.
Perspectivas del campo popular-progresista: el FA y la
polarización de “los mismos de siempre”
Aún en medio de los
ecos del sorprendente resultado electoral obtenido por el FA en la campaña
electoral de 2014 -17% a nivel presidencial y nueve diputados en la Asamblea
Legislativa-, la agrupación de izquierdas se apresta a participar en al menos
72 de los 81 cantones que componen la geografía del país. Como manifestó el
secretario general de la organización, Rodolfo Ulloa, el FA aspira a conseguir
presencia institucional en cada uno de los municipios.
La presidenta y
diputada frenteamplista, Patricia Mora, por su parte, anunció que el próximo 13
de septiembre se estarán dando a conocer los nombres de las personas que
aspirarán a los cargos de alcaldes, regidores, síndicos y concejales de
distrito en todo el país, tras la culminación exitosa del proceso de las
asambleas cantonales. “Somos una
maquinaria que se está engrasando con éxito y no me cabe la menor duda que
impondremos un avance”, manifestó en días pasados al Diario Extra.
El FA participará en
cinco cantones bajo la modalidad de coalición, entre los que se incluyen los
cantones capitalinos de Montes de Oca (coalición GENTE, con el Partido Acción
Ciudadana, PAC, Partido Humanista y Alianza Patriótica) y Tibás (coalición con
el Partido Acción Ciudadana, PAC, y el cantonal Fuenteovejuna), así como en alianzas bajo bandera FA. Ese es el
caso del cantón de Nicoya, provincia de Guanacaste, que lleva como aspirante a
la Alcaldía a Wilmar Matarrita, luchador social y referente de las comunidades
costeras en el pacífico costarricense.
Como es conocido, el
camino de muchas de las fuerzas progresistas y de izquierda que en la
actualidad integran los gobiernos nacionales de los países del “giro a la
izquierda” en América Latina, supuso un trayecto largo de aprendizaje y
conquista de espacios institucionales y de gobierno locales. Esa fue la
experiencia de agrupaciones tales como el Frente Farabundo Martí para la
Liberación Nacional (FMLN) en El Salvador –llegó a la presidencia en 2009-, el
Frente Amplio (FA) en Uruguay –llegó a la presidencia en 2005- y el Partido de
los Trabajadores (PT) en Brasil –llegó a la presidencia en 2000.
Como bien recordara a
ese respecto hace algunos años la intelectual latinoamericana, Marta Harnecker,
“… en momentos en que la política y los
partidos sufren un gran descrédito y que esto afecta también a los partidos de
izquierda- gobiernos locales en manos de una izquierda transformadora pueden
ser un arma muy importante como contraejemplo al neoliberalismo, demostrándole
a la gente que la izquierda no sólo dice
ser mejor, sino que realmente lo es”. O como dijo en otro momento el
fundador y máximo líder del FA, José Merino: “gobernar sin robar, gobernar con la gente y gobernar eficientemente”.
El desempeño exitoso
que el FA pueda llegar a desarrollar en el ejercicio de los gobiernos locales, es clave en la perspectiva de
acumular fuerzas de cara a futuros procesos electorales a nivel nacional. Es
clave en la perspectiva de la desmitificación de los miedos y los resquemores
que aún proliferan entre la ciudadanía al respecto del FA, y que en 2014,
constituyeron el “techo fatal” para las aspiraciones presidenciales de JMV.
Eso está en juego en el
próximo evento electoral de febrero 2016, y son dos las agendas en disputa: la
de la profundización de los cambios en
la perspectiva de la acumulación de
fuerzas; y la del miedo, la desesperanza y la polarización. Ésta última es la carta que se están jugando los
poderes fácticos articulados en torno al modelo neoliberal: promover la desilusión ciudadana al respecto de lo “nuevo” (cualquier cosa que ello signifique… el
gobierno, el FA, los sindicatos, la participación ciudadana…), con el fin de
volver al estado de cosas anterior.
Con el fin de volver a la hegemonía de los
mismos de siempre.
No se vale morder
anzuelos. Ya estamos avisados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario