La derecha tiene varios representantes
prestos a ganar las elecciones del domingo. Todos ellos tienen características
similares a las de Pérez Molina, es decir, son capos de grupos vinculados con
el narcotráfico, con militares corruptos y radicales de corte neofascista y
otras formas de crimen y violencia organizada.
Rafael
Cuevas Molina/ Presidente AUNA-Costa Rica
El expresidente de Guatemala, Otto Pérez Molina. |
Que en Guatemala se haya podido forzar
la renuncia del presidente y la vice presidenta de le República es un paso
inmenso, inimaginable para cualquier guatemalteco hace apenas cinco meses
atrás. El que en eso coadyuvara un importante movimiento ciudadano, pacífico y
pertinaz, habría sido casi objeto de ciencia ficción entonces, acostumbrados
como están los guatemaltecos a identificarse a sí mismos como un pueblo
indiferente.
Seguramente esa es una de las grandes
ganancias que nos deja, hasta ahora, lo que ha sucedido: que se evidenciara que
hay fuerzas cívicas que, movilizadas, pueden tener incidencia en el devenir de
la vida política del país.
Hasta ahora, todo movimiento ciudadano
de protesta fue criminalizado y reprimido. Se trató, sobre todo, de
movilizaciones de la que Pérez Molina llamó la “Guatemala profunda”, es decir,
la que no vive en la capital del país, la que durante los años de la guerra
recibió el embate directo del Ejército, y que hoy se indigna y protesta por la
explotación minera, del agua o la tenencia de la tierra.
Estos movimientos han sido localizados,
estigmatizados, aislados y reprimidos, y la gran ciudad capital apenas si ha
resentido su presencia en su vida cotidiana. Así ha sido siempre, así es de
grande la brecha entre la ciudad y el campo.
Pero ahora, por primera vez en muchos
años, fueron los citadinos los que salieron a protestar, movilizados al
principio según la nueva cultura generada por las redes sociales. Son
ciudadanos que se consideran a sí mismos “los” guatemaltecos, es decir, los no
indios, los que no viven en el campo ni tienen solo tortillas con frijoles y
chile con una taza de café para desayunar o cenar.
Son los muchachos y muchachas que
comparten anhelos y penurias con la extensa clase media latinoamericana, y que
se sienten frustrados por la prepotencia y la impunidad de los políticos guatemaltecos,
que se hicieron un lugar en el poder amparados por la guerra, algo que sucedió
antes que muchos de ellos nacieran.
Claro que hubo otros estamentos sociales
participando activa y entusiastamente. También hubo campesinos, amas de casa,
viejos militantes de organizaciones políticas de izquierda que vivieron el
enfrentamiento armado, y también miembros de la más rancia oligarquía que
gritaron “¡Al ladrón, al ladrón!”, cruzando los dedos para que nadie se fijara
en ellos y todos apedrearán solo a Pérez Molina y su secuaz Roxana Baldetti.
En ese conglomerado variopinto hay
muchos intereses y visiones disímiles que hasta ahora confluyeron en el
objetivo de sacarse de encima a un ladrón vestido con el traje de presidente
del país. Pero de ahora en adelante, quién sabe.
Los burgueses guatemaltecos, que durante
años se han valido de las más viles formas de explotación, y que mantienen a
Guatemala en los últimos lugares de los indicadores de desarrollo del mundo, no
tienen interés en ir mucho más allá. Una reforma del Estado, una Constituyente,
una reforma a la Ley Electoral, como piden quienes quieren aprovechar el elan
de la indignación para ir un poco más adelante, no está en su agenda. Menos
profundizar en la lucha contra la impunidad, cuando ellos saldrían manchados y
tendrían que ser también juzgados.
Quien ha quedado en el poder
sustituyendo a Pérez Molina, Alejandro Maldonado Aguirre, un conspicuo
representante del pensamiento de la derecha tradicional guatemalteca, ya ha
dado un poco la tónica de lo que viene: considera que miembros destacados del
movimiento ciudadano, y “hasta ex guerrilleros”, podrían ser llamados para
formar parte de su gabinete que administrará la cosa pública hasta el 16 de
enero.
Es decir, un intento de cooptación en
toda regla que evidencia el miedo que tiene la derecha guatemalteca de que el
río se desmadre y los arrastre a ellos junto con el ex general Pérez Molina que
hoy duerme en la cárcel.
Esa misma derecha tiene varios
representantes prestos a ganar las elecciones del domingo. Todos ellos tienen
características similares a las de Pérez Molina, es decir, son capos de grupos
vinculados con el narcotráfico, con militares corruptos y radicales de corte
neofascista y otras formas de crimen y violencia organizada.
Un sector de la ciudadanía guatemalteca
contribuyó a echar del poder a uno de todos estos mafiosos, pero otros están
agazapados prestos a apropiarse del aparato de Estado como botín.
Es decir, que echar a Pérez Molina es
apenas el inicio de todo lo que se debería hacer para que el país caminara más
o menos acorde con la tónica de una nación civilizada. A pesar de ello, solo
con haberse movilizado para hacerlo han dado un enorme paso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario