No es hora de pesimismos
desmovilizadores. Es hora de generar propuestas para las izquierdas
latinoamericanas y caribeñas. Es hora de que los jóvenes movimientos sociales
vuelvan a la calle a defender lo conquistado.
Aram Aharonian / Miradas al Sur
Desde los distintos ángulos de
los analistas y opinólogos regionales hay una insistencia en imponer el imaginario
colectivo de que el ciclo progresista en América Latina y el Caribe llegó a su
fin. Está sucediendo algo parecido a lo ocurrido al fin de las dictaduras, a
mediados de la década de 1980, cuando los mismos “expertos” intentaban asesinar
la utopía e inclinarnos por el camino socialdemócrata de “lo posible”.
Sostenían que las condiciones no estaban dadas, que había que rearmar el
aparato social y político y acordar con el enemigo para facilitar las farsas de
reconciliación nacional, Punto Final, la teoría de los dos demonios y otras
maldades similares.
Y hoy reaparece la teoría de
los flujos y los reflujos. Aprovechan la muerte del presidente Hugo Chávez,
quien borró de varios plumazos la desmoralizante e inhibidora teoría de “lo
posible”, para extender el límite hasta donde nuestra imaginación, creatividad,
convicciones y fuerzas aguantaran. Aprovechan para hacerlo, cierto parate en
los avances logrados por los procesos de cambio en el continente y una agresiva
ofensiva de restauración conservadora, por medios electorales o mediante lo que
ahora dan en llamar “golpes blandos”, basados en el terrorismo desatado desde
la hegemonía que ejercen los medios de comunicación social comerciales.
Esa derecha, que algunos
pensaron derrotada y otros dormida, comenzó a construir un discurso que intenta
deslegitimar la década ganada para las mayorías sociales y populares, con la
construcción de nuevas democracias –cada país con su modelo propio–, muchísimo
más equitativas, justas, donde el ciudadano pasó a ser sujeto de políticas y no
mero objeto de las mismas.
Lamentablemente, en los
últimos tiempos, también desde varios sectores de la llamada izquierda se viene
construyendo la tesis del fin del ciclo que tiende a complementar el discurso
de la derecha contra los gobiernos de izquierda, progresistas y
nacional-populares. Unos hablan de una deriva lulista de la izquierda
latinoamericana; otros, de una crisis del pluralismo político y un populismo de
alta intensidad en Bolivia y Ecuador, e incluso hay quienes anuncian no sólo el
final del ciclo progresista, sino que sostienen que el progresismo no fue un
avance.
Varios de nuestros países,
cada uno con sus matices, enfrentan una serie de problemas económicos y
políticos, con una importante movilización de las derechas nacionales con
financiamiento y soporte exterior.
En noviembre se cumplen 10
años del comienzo del fin de la larga noche neoliberal, con el “No al ALCA” de
la mano de Chávez, Lula y Néstor Kirchner. Dos de los tres ya murieron, el
tercero libra la batalla en su Brasil contra el golpismo conservador y contra
la desintegración latinoamericana que pretenden la Alianza del Pacífico o el
TISA.
No es
hora de pesimismos desmovilizadores. Es hora de generar propuestas para las
izquierdas latinoamericanas y caribeñas. Es hora de que los jóvenes movimientos
sociales vuelvan a la calle a defender lo conquistado. A 200 años de la Carta
de Jamaica, que marcaba el inicio de la lucha por la Patria Grande, cabe
recordar que son las utopías las que marcan el camino y permiten avanzar.
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