¿Qué futuro mereceremos
como especie? ¿Uno donde vivamos en igualdad y armonía desarrollando lo mejor
de la humanidad u otro donde las violaciones de niñas y la destrucción de lo mejor
de nuestro pasado sea moneda de cambio por los servicios prestados?
Jon E. Illescas Martínez (Jon Juanma) / Especial para Con
Nuestra América
Desde la Comunidad
Valenciana, España
Mitad de la segunda
década del siglo XXI, Planeta Tierra. En una presentación en Boston, Bill
Gates, el hombre más rico del mundo se acerca al economista de moda, Thomas
Piketty, y le confiesa que aunque le gusta mucho su libro no quiere “pagar más
impuestos”.1 El economista liberal es autor de una voluminosa y
promocionada lectura llamada El Capital
en el siglo XXI donde, entre otros asuntos, denuncia cómo durante los últimos
años las desigualdades no han dejado de aumentar. Marx lo vaticinó siglo y
medio antes, pero los medios no le hicieron tanto caso. Sin embargo, Gates afirma
que no hay que preocuparse porque para 2035 apenas quedará algún país pobre en
el planeta.2 ¡Ciertamente optimista! Dos décadas antes, es decir,
hoy, las 85 personas más ricas tienen lo mismo que la mitad más pobre de la
población mundial.3 No obstante, a la multitud congregada este
verano en el puerto de Ibiza para recibir al jeque Abdulla al Futtaim no parece
importarle la sorprendente inequidad que cruza todas las fronteras. Más bien le
maravilla. Están entusiasmados realizando fotos al fastuoso yate “Radiant” del
magnate de Emiratos Árabes Unidos. Mientras luce varado en el puerto, la
multitud no deja de admirar su helipuerto y su inmensa eslora del tamaño de un
campo de fútbol, diseñada por encargo por la empresa alemana Lurssen para la
fruición de millonarios.4
Mientras tanto, al norte de Irak, en Qadiya, una niña de doce años está
siendo violada por un soldado de Estado Islámico (EI) mientras le explica que
lo que le está haciendo, en realidad, no es pecado. Ella no entiende muy bien
de disputas escolásticas suníes, wahabistas o takfiristas y le suplica que por
favor pare de hacerle daño. Pero el “valiente” guerrero no se amedrenta ante
los lamentos mundanos de la púber. Sabe que la pequeña es creyente de otra
religión ajena al Islam, lo que según los “ilustrados” teólogos de EI le da
derecho a violarla como “infiel”. ¿La recompensa prometida para el yihadista
por los ideólogos financiados por los magnates saudíes y sus amigos
occidentales? Acercarse a Dios.5 Y no nos referimos al que ellos
adoran (el dinero) sino al que animan a venerar a los que no lo tienen.
Respiremos hondo, por
favor.
Los orígenes de Estado
Islámico se encuentran en la invasión estadounidense a Irak en 2003. Fue allí
donde nació lo que luego sería la organización terrorista más brutal de los
últimos tiempos. Después de que el ejército norteamericano y sus aliados
destruyeran el país para conseguir sus objetivos de expolio petrolífero,
privatizaran empresas públicas de los tiempos de Sadam Husein y dejaran a
millones de iraquíes sin prestaciones sociales y en el paro con una mano
delante y otra detrás, estaba cantado que surgirían grupos de extremistas que
en un mar de desesperación sólo podrían aferrarse a una lectura extrema del
Corán y a un irracionalismo a prueba de bombas (nunca mejor dicho). Lo que por
supuesto fue un objetivo estratégico de los ideólogos de la guerra mucho antes
de que ésta se desatara pese a las protestas de millones de manifestantes
alrededor del globo. Por eso una vez invadido el país, nada mejor que dividir a
la población iraquí. Fomentando el enfrentamiento entre chiíes y suníes se
dificultó la resistencia contra el enemigo invasor. Siguiendo con la hoja de
ruta de su agresiva política exterior, luego le llegaría el turno al pueblo
sirio que sufriría una terrible guerra civil impulsada por Estados Unidos y sus
aliados ávidos por manipular cualquier sentido liberador que pudiera tener la
llamada Primavera Árabe. Después de la destrucción del estado iraquí y parte
del sirio gracias a sus “archienemigos” occidentales, Estado Islámico en la
actualidad controla un territorio semejante a toda Gran Bretaña con una
población de entre 4 y 5 millones de personas.6 Desdichados seres
humanos que se han visto transformadas en súbditos con una vida en el interior
del Califato que mezcla el esclavismo, el feudalismo y el pillaje mercantil.7
Una mezcla de modos de producción pretéritos que no puede tener otro futuro que
el expansionismo o la desaparición. El resto ya lo conocemos gracias al
interesado, parcial y acontextual retrato que nos sirven los medios masivos
todos los días: sádicas ejecuciones sumarísimas, persecución religiosa,
aniquilación de la libertad de la mujer, destrucción del patrimonio de la
humanidad, etc. Es triste pensar que en las tierras que otrora fueron cuna de
las civilizaciones de la Antigua Mesopotamia, cumbres de la cultura humana de
su tiempo, ahora se presencie la colisión entre lo peor de dos civilizaciones:
la decadente capitalista-imperialista del mundo desarrollado y la del
terrorífico pillaje irracionalista y patriarcal del subdesarrollado.
El desarrollo desigual
ha sido una constante de la evolución humana. No se alcanzó el Neolítico ni la
Edad de Hierro en el mismo momento en las diferentes regiones del mundo,
tampoco el capitalismo se desarrolló al mismo tiempo en Reino Unido, Alemania,
Japón o China. Sin embargo, a partir de que éste se transformó en el modo de
producción hegemónico convirtiendo a la Tierra en una economía-mundo
capitalista, al desarrollo desigual de las diferentes regiones se le agregó lo
que en el marxismo se conoce como desarrollo “desigual y combinado”.8
Esto significa que por primera vez en la historia producimos bajo la lógica de
un sistema que, al abarcar el globo debido a las necesidades que el capital
tiene de expandirse por nuevos mercados para garantizar la acumulación
ampliada, además de acentuar sin límite las diferencias de clase, debe desarrollar la creación de riqueza
en una zona geográfica nutriéndose del expolio planificado de otras. Es la conocida división internacional del
trabajo. De ello resulta una simbiosis con fecha de caducidad y final
explosivo.
La violencia terrorista
y profundamente salvaje de los reaccionarios de EI nos enseña el camino hacia
un futuro posible. Una distopía que puede dejar de serlo para transformarse en
una lúgubre cotidianidad donde las zonas más desarrolladas se enfrenten en una
guerra permanente contra las más subdesarrolladas y, por eso mismo, explotadas.
Un mañana donde los enriquecidos del sistema mundial gestionen/sacrifiquen a la
mayoría empobrecida como animales de granja para mantener sus privilegios y los
empobrecidos más incultos y extremistas asesinen, una vez reducidos a la
animalidad más desesperada, a los obreros de las zonas “ricas” y a la mayoría
que encuentren en su camino en las zonas pobres. Fronteras y ejércitos
regulares perpetrados con sofisticados drones frente a terrorismo yihadista
diseminado más allá de sus fronteras gracias, entre otros factores, a los
petrodólares de anónimos jeques y a las facilidades que ofrece una
economía-mundo donde los flujos de capitales nadan más rápido que los
inmigrantes muertos en las costas y los jueces que intentan en vano
descubrirlos tras las múltiples caretas que permiten los paraísos fiscales y la
contabilidad “creativa” de las corporaciones multinacionales.
El único sistema que
puede acabar con el poso de desesperación, sufrimiento e ignorancia que produce
un monstruo como Estado Islámico (y los que vendrán si no reaccionamos) es el
socialismo. El único que puede acabar con un Frankenstein integrista que no es
capitalista sino escombro del capitalismo. Un socialismo planetario que
aproveche la interconexión global que nos permite el capitalismo bajo un único
gobierno internacional sometido a una democracia participativa que ponga fin al
desarrollo desigual y combinado. Un sistema-mundo socialista que al acabar con
las fronteras nacionales y regionales impida la existencia de “no ciudadanos” y
acoja a la humanidad como una única familia condenada a entenderse. Sólo así se
podrá garantizar la coexistencia en un planeta maltrecho que afronta desafíos
imposibles de resolver desde una pléyade de estados-nación con intereses
excluyentes en la jungla interestatal capitalista: cambio climático, hambre,
guerras, migraciones masivas, etc. Un
socialismo universal que poco a poco vaya ayudando con recursos económicos y
culturales para que las zonas más retrasadas y vilipendiadas del planeta se
desarrollen hasta que alcancen un nivel que permita a sus gentes un proyecto de
vida digno en sus propios territorios. Donde tengan aseguradas los recursos
para alcanzar el bienestar material y la felicidad bajo el amparo de la
libertad y la seguridad personal. Donde la libre circulación de capitales sea
substituida por la libre circulación de personas en un mundo en que nadie
necesite emigrar para ganarse la vida. Donde los niños vayan a jugar al parque
y no acaben siendo el juguete sexual de integristas religiosos que antes fueron
parias de un sistema que los ignora cuando no los aplasta.
El capitalismo puede
servirnos de trampolín para construir esa sociedad superior que sólo puede ser
mundial, pero si nos dormimos en los laureles quizás su lógica depredadora en
busca del máximo beneficio también pueda traernos al presente formas de explotación
y esclavitud que pensábamos enterradas en las páginas más oscuras de los libros
de historia. ¿Qué futuro mereceremos como especie? ¿Uno donde vivamos en
igualdad y armonía desarrollando lo mejor de la humanidad u otro donde las
violaciones de niñas y la destrucción de lo mejor de nuestro pasado sea moneda
de cambio por los servicios prestados?
* Jon Juanma es el
pseudónimo de Jon E. Illescas Martínez. El autor es Licenciado en Bellas Artes
y Doctor en Sociología y Comunicación. Correo: jonjuanma@gmail.com
Blog: http://jonjuanma.blogspot.com.es/
** El artículo fue
finalizado el 26 de agosto de 2015.
Notas:
1. EL HUFFINGTON POST
(2015), “Bill Gates a Pikkety: “Me encanta tu libro, pero no quiero pagar más
impuestos””. En El Huffington Post,
el 5 de enero de 2015. [Consultado
el 25 de agosto de 2015].
2. RT (2014), “Para el
año 2035 en el mundo ya no habrá casi países pobres”. En RT en Español, el 22 de enero de 2014. [Consultado
el 25 de agosto de 2015].
3. BLANCHAR, Clara (2014),
“85 ricos suman tanto dinero como 3.570 millones de pobres en el mundo”. En El País, el 20 de enero de 2014. [Consultado
el 25 de agosto de 2015].
4. GÓMEZ V. y FERRER,
Laura (2013), “El yate de 224 millones en el que no navegó el jeque del
Málaga”. En La Opinión de Málaga, el
9 de julio de 2013. [Consultado
el 25 de agosto de 2015].
5.
CALLIMACHI, Rukmini (2015), “ISIS Enshrines a Theology of Rape”. En The New York Times, el 13 de Agosto de 2015. [Consultado
el 25 de agosto de 2015].
6. MÁIQUEZ, Miguel
(2015), “Estado Islámico: el ‘califato’ del terror cumple un año”. En 20 Minutos, el 28 de junio de 2015. [Consultado
el 25 de agosto de 2015].
7. Ibídem.
8. DAVIDSON, Neil
(2013), Transformar el mundo.
Revoluciones burguesas y revolución social. Madrid: Pasado y Presente
[2012], pp. 417/450.
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