En la medida en que la
declinación del capitalismo se expresa –entre otras cosas– en un incremento de
la conflictividad ambiental, se incrementa también en cada uno de los campos
del saber el conflicto entre tendencias del conocer características de la
crisis civilizatoria que enfrentamos, desde el neoliberalismo hasta el
marxismo, pasando por el neo anarquismo y, más recientemente, la doctrina socio
ambiental católica.
Guillermo Castro H. / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
En los más esencial, la
ecología política releva una serie de problemas que de otra manera podrían
pasar desapercibidos o ser planteados de una manera que no se correspondiera
con su especificidad en el marco de las estructuras de gestión del conocimiento
generadas por el desarrollo del capitalismo de mediados del siglo XIX a
nuestros días. Esa estructura, como sabemos, se caracteriza por la estricta
separación entre las ciencias de lo social, las de lo natural, y las
Humanidades, y se organiza en torno al objetivo –explícito o implícito – de
contribuir a la acumulación incesante de capital.
Los problemas que
releva la ecología política incluyen, por ejemplo, los de la justicia en las
relaciones de los seres humanos entre sí y con su entorno natura, de Caín y
Abel a nuestros días; la deuda ecológica generada por el carácter desigual y
combinado del desarrollo del capitalismo, y el vínculo entre los problemas
ecológicos y socioculturales generados por la que George Brunhes llamara economía de rapiña, que hoy alcanza
expresiones especialmente agudas en el extractivismo. Sin embargo, una
disciplina – antes que un conjunto de temas - es sobre todo un campo de
producción de conocimiento que utiliza un método característico, debidamente
sustentado en el plano teórico, para identificar y analizar sistemas de
relacionamiento entre aspectos de la realidad aparentemente disociados entre
sí.
En el caso de la
ecología política, este objeto de estudio puede ser definido como el de los
conflictos asociados a las formas históricas en que los seres humanos se
relacionan entre sí y con el entorno natural del que depende su existencia como
especie, creando de este modo el ambiente que característico de sus sociedades.
Dicho en otros términos, la ecología
política se ocupa del estudio de la dimensión política de las interacciones
entre sistemas sociales y naturales que dan lugar a la formación y las
transformaciones del ambiente así producido por el trabajo humano a escala de
sociedades completas – y de las interacciones entre las mismas en el mercado
global-, prestando especial atención a las expresiones jurídicas y culturales
de esas interacciones.
En esta perspectiva, la
ecología política – junto a otros campos del saber como la historia ambiental y
la economía ecológica – expresa la incapacidad de las estructuras del conocer
creadas por el capitalismo en su fase ascendente para dar cuenta de los
problemas ambientales creados por ese régimen de producción en su fase
culminante, cuya creciente conflictividad política caracteriza a su fase
declinante. Esa fase declinante resulta, en lo ambiental, del hecho señalado
por Marx de que “la producción capitalista sólo sabe desarrollar la técnica y
la combinación del proceso social de producción socavando al mismo tiempo las
dos fuentes originales de toda riqueza: la tierra y los hombres.”
Por lo mismo, en la
medida en que la declinación del capitalismo se expresa – entre otras cosas –
en un incremento de la conflictividad ambiental, se incrementa también en cada
uno de los campos del saber el conflicto entre tendencias del conocer
características de la crisis civilizatoria que enfrentamos, desde el
neoliberalismo hasta el marxismo, pasando por el neo anarquismo y, más
recientemente, la doctrina socio ambiental católica. De estas diversas
corrientes, la menos y peor conocida es la marxista, y la que mayor éxito
editorial y académico ha conocido entre fines del siglo XX y comienzos del XXI
ha sido la neo anarquista. El neoliberalismo, por su parte, se ha constituido
en la corriente dominante en la mayor parte del sistema interestatal.
En este momento, los
hechos más relevantes consisten en la rápida popularidad ganada por la doctrina
socio ambiental católica a raíz de la publicación de la Encíclica Laudato Si’, y en el peso creciente de
la crítica a las expresiones ambientales del vínculo entre la economía, la
política y la cultura del capitalismo, en particular a partir de la obra de
marxistas norteamericanos como Paul Burkett y John Bellamy Foster. A esto se
agrega de una lectura renovada de la obra del propio Marx, sobre todo en lo que
va de los Manuscritos Económico –
Filosóficos de 1844 al primer tomo de El
Capital (1867), pasando por los manuscritos preparatorios del mismo
publicados bajo el título de Grundrisse
(1857 – 1858).
Lo más notable, sin
embargo, consiste en el consenso existente entre esas cuatro tendencias en
torno a un problema que todas consideran decisivo: que siendo el ambiente el
producto de unas determinadas modalidades de interacción entre los sistemas
sociales y los sistemas naturales de nuestro tiempo, si deseamos un ambiente distinto será necesario crear sociedades
diferentes. De aquí que el debate no gire ya en torno a la necesidad o no
de transformar a la economía y las sociedades que conocemos.
Las opciones que se
abren a partir de aquí van, por ejemplo, desde la creación de un Pacto Global
que adopte como su programa los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible
propuestos por las Naciones Unidas, hasta conducir los conflictos socio
ambientales de nuestro tiempo a la creación de las condiciones necesarias para
pasar de una economía organizada en torno a valores de cambio, sustentada en la
apropiación privada de los frutos del trabajo social, a otra organizada en
torno a la producción de valores de uso, sustentada en la propiedad social de
las condiciones y los medios de producción.
Lo que sea que ocurra
hará parte del largo y complejo proceso de transición al que hemos ingresado en
esta etapa del desarrollo de la especie que somos. Cabe imaginar que a la larga
el proceso terminará por encaminarse por la vía neoliberal, o por la que
conduzca a un horizonte socialista. Estas son, sin duda, las tendencias
fundamentales, en torno a las cuales terminarán decantándose las demás que han
concurrido a la formación de la ecología política en el marco del nuevo
pensamiento ambiental latinoamericano.
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