El fenómeno migratorio latinoamericano y el destierro que de manera colectiva se presenta en países
y grupos vulnerables de nuestra América cada vez parece ser una constante en
los inicios del siglo XXI. Especialmente
en las condiciones políticas, sociales y culturales que determinan un nuevo
éxodo regional hacia regiones de mayor desarrollo, de manera particular hacia
los EU.
Adalberto Santana /
Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad de México
En efecto, el tema migratorio a
nivel mundial es uno de los aspectos más relevantes en nuestros días. Gran
parte de los países desarrollados
reciben cotidianamente una gran
cantidad relativa de migrantes, especialmente de los países y regiones periféricas.
Se reconoce que en los inicios del siglo XXI se contabilizaban en cerca de 175
millones de personas las que radicaban en un país distinto al que nacieron.
Mientras que una década después, la Organización Internacional para las
Migraciones (OIM) informaba que el número alcanzaba la cantidad de 214
millones. En tanto que para 2014 se registraron 232 millones de migrantes
internacionales. Una de las características más relevantes en el escenario
mundial es el constante flujo del fenómeno migratorio mundial. Especialmente de
los países más vulnerables del orbe hacia las economías de mayor desarrollo.
En
buena medida el destierro es una
constante en el desarrollo histórico de diversas sociedades y culturas. Sin embargo,
en buena medida se puede identificar que
en el momento actual se genera como un producto de la crisis del sistema
capitalista, el cual en los países periféricos por su misma de dependencia
estructural con los centros económicos mundiales, se ve en la necesidad de
expulsar una significativa mano de obra. Esto significa que en la lógica del
mercado capitalista mundial él mismo se reproduce generando una dinámica de
expulsión y atracción de trabajadores internacionales.Tal como acontece con al
llamada primera Caravana migrante que partió de San Pedro Sula, Honduras, a México en octubre de 2018. Así como la
cuarta Caravana centroamericana que tomó rumbo a los EU, desde la misma ciudad
catracha el 14 de enero de 2019. Este nuevo éxodo agrupa a cerca de 2 mil
migrantes internacionales procedentes de la misma Honduras, El Salvador y
Guatemala.
No
obstante, un gran escollo que se les presenta a estos nuevos migrantes o
desterrados es la presidencia en Washington de Donald Trump. Un primer elemento
que reivindica políticamente el ocupante de la Casa Blanca es lo que se
considera una lucha contra los indocumentados en virtud de que en su lectura
estos ponen en un alto riesgo la seguridad nacional estadounidense. De hecho en
su campaña electoral se comprometió a deportar a 6 millones de migrantes
irregulares y de ellos a 2 millones con antecedentes penales. Política que en
gran medida también la había iniciado el presidente Barak Obama cuando deportó
de 2009 a 2017, 2.8 millones migrantes indocumentados. Esto es un promedio de
350 mil por año. Incluso a esa cantidad, se sumaron medio millón de niños nacidos en territorio
estadounidense que acompañaban a sus padres deportados. En palabras de Martí
esa son: “…las horas frecuentes de desfallecimiento, en que el destierro es más
doloroso que la muerte”.
Sin embargo, con Trump, se
ubicaron en su lógica anti-migratoria especialmente aquellos identificados como
musulmanes que proceden de países como Irán, Somalia, Sudan, Siria, Yemen y
Libia. Pero asimismo ubicó a los migrantes del sur de sus fronteras como una
grave amenaza. La mayoría son migrantes irregulares latinoamericanos procedentes
de México y de otros países de nuestra América, especialmente del llamado
triángulo del norte de Centroamérica: Guatemala, Honduras y El Salvador. Los
migrantes latinoamericanos en EU suman aproximadamente 57.5 millones de
personas.
Otro punto clave de la política
anti-inmigrante de Trump, es la
prolongación de la construcción del muro a lo largo de su frontera sur para
detener el paso de los migrantes que procedentes de México, Centroamérica y
otras regiones del mundo periférico. Así, el mandatario de la Casa Blanca,
pretenden a toda costa frenar con ello la entrada de migrantes que tiene como
destino a la mayor economía del mundo. A inicios de enero de 2019 ha llevado a semiparalizar
las funciones del gobierno federal estadounidense si el Congreso no le financia
la contrucción del muro en su frontera sur. Frontera que en gran medida ya se
ha visto levantar dicha construcción. Actualmente la extensión del muro lleva
más de 1,200 kilometros y falta construir una cantidad semejante según la
pretensión de Trump, para así sellar una frontera que tiene más de tres mil
kilómetros de largo. Para Trump lo que pretende con el muro es “proteger” a la
mayor potencia del orbe para evitar seguir siendo “invadida” por una población
de origen latino y periférica, que a largo plazo podría aspirar a construir una
nueva nación latinoamericana. Muy semejante al resto del mundo latinoamericano,
pero con caracteristicas, culturales y prácticas políticas y sociales con sus
propias particularidades pero muy similares al resto de la región.
Temor que hace años ya esgrimía
el ideólogo de la ultraderecha estadounidense, el profesor Samuel Huntington (1927-2008). Según el censo
de los EU de 2010, en su territorio hay más de 55 millones de personas de
origen hispano. Desde la lectura del fallecido autor del Choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial,
esto representaba una gran amenaza a la civilización occidental (EU, Canadá,
Europa y Australia). Lectura que sin duda es parte del discurso político de Trump, que sirve para ubicar
desde la visión del puritanismo conservador del mundo anglosajón (blancos y protestantes), a los musulmanes y
latinos como enemigos que amenazan a la mayor potencia del mundo. Desde esa
lógica y con un espíritu racista y xenófobo, se propone por la nueva
admistración de la Casa Blanca, desterrar a todos los hispanos que
“ilegalmente” viven en EU. Así, se tendría una estrategia fundamental, el sellar la frontera ante esa “invasión” y
desterrar a los que ahí llevan muchos años y varias generaciones trabajando y
viviendo. Sin duda, en esa perspectiva no existe la historia como referencia de
los EU al crearse y desarrollarse como
una formación económico-social en el siglo XIX. Pretender ignorar que a México
le fue robado más de la mitad de su territorio después de la guerra de rapiña
entre 1847-1848, es parte del discurso imperialista de nuestros días. Hecho que
también implicó, que del lado ocupado
quedaran poblaciones de mexicanos atrapados en la defensa de sus tierras por la
nueva potencia imperial emergente del siglo XIX. De igual manera muchas
comunidades indígenas fueron despojadas de sus grandes territorios y quedaron
también prisioneras en las reservas que las sujetaron hasta nuestros días. A
decir de la lectura martiana: “Quien deseé patria segura, que la conquiste. Quien no la
conquiste, viva a látigo y destierro, oteado como las fieras, echado de un país
a otro, encubriendo con la sonrisa limosnera ante el desdén los hombres libres,
la muerte del alma. No hay más suelo firme que aquél en qué nació”.
Finalmente podemos señalar
que también existen diversos indicadores que apuntan a comprender mejor esa
situación de vulnerabilidad de estos trabajadores internacionales
indocumentados. Pero lo común a eso migrantes internacionales es que son
desterrados de nuestra América.
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