Otro mundo es posible, lo sabemos y los jóvenes nos invitan a
involucrarnos en su construcción para que los sueños no queden en algo efímero
o etéreo, para que impulsen un pacto social en el que todos puedan tener la
oportunidad de soñar un mañana: el
derecho al futuro es también un derecho humano.
Señor Presidente, Distinguidas autoridades, Señoras y señores:
Le agradezco señor Presidente sus palabras de bienvenida y su amable
invitación a visitar esta nación. En su persona quiero saludar y agradecer a
todo el pueblo panameño que, desde Darién hasta Chiriquí y Bocas del Toro, han
realizado un esfuerzo invalorable para acoger a tantos jóvenes provenientes de
todas partes del mundo.
Gracias por abrirnos las puertas de la casa. Comienzo mi peregrinación
en este histórico recinto donde Simón Bolívar, afirmando que «si el mundo
hubiese de elegir su capital, el istmo de Panamá sería señalado para este
augusto destino», convocó a los líderes de su tiempo para forjar el sueño de la
unificación de la Patria Grande. Convocatoria que nos ayuda a comprender que
nuestros pueblos son capaces de crear, forjar y, sobre todo, soñar una patria
grande que sepa y pueda albergar, respetar y abrazar la riqueza multicultural
de cada pueblo y cultura. Siguiendo esta inspiración podemos contemplar a
Panamá como tierra de convocatoria y sueños.
1. Tierra de convocatoria
Así lo transparentó el Congreso Anfictiónico, y así también lo
transparenta hoy el desembarco de miles de jóvenes que traen consigo el deseo y
las ganas de encontrarse y celebrar. Vuestro País, por su privilegiada
ubicación, se vuelve un enclave estratégico no solo para la región sino para el
mundo entero. Puente entre océanos y tierra natural de encuentros, Panamá, el
país más angosto de todo el continente americano, es símbolo de la
sustentabilidad que nace de la capacidad de crear vínculos y alianzas.
Esta capacidad configura el corazón del pueblo panameño. Cada uno de
ustedes ocupa un lugar especial en la construcción de la nación y está llamado
a velar para que esta tierra pueda cumplir su vocación a ser tierra de
convocatorias y encuentros; esto implica la decisión, el compromiso y el
trabajo cotidiano para que todos los habitantes de este suelo tengan la
oportunidad de sentirse actores de su destino, del de sus familias y de la
nación toda.Es imposible pensar el futuro de una sociedad sin la
participación activa ―y no solo nominal― de cada uno de sus miembros, de tal
modo que la dignidad se vea reconocida y garantizada en el acceso a la
educación de calidad y en la promoción de trabajos dignos. Ambas realidades
tienen la fuerza de ayudar a reconocer y valorar la genialidad y el dinamismo
creador de este pueblo y a su vez, son el mejor antídoto ante cualquier tipo de
tutelaje que pretenda recortar la libertad y someta o saltee la dignidad
ciudadana, especialmente la de los más pobres.
La genialidad de estas tierras está marcada por la
riqueza de sus pueblos originarios: bribri, buglé, emberá, kuna, nasoteribe,
ngäbe y waunana, que tanto tienen que decir y recordar desde su cultura y visión del
mundo: a ellos mi saludo y mi reconocimiento. Ser tierra de convocatorias
supone celebrar, reconocer y escuchar lo específico de cada uno de estos
pueblos y de todos los hombres y mujeres que conforman el rostro panameño y
animarse a entretejer un futuro esperanzador, porque solo se es capaz de
defender el bien común por encima de los intereses de unos pocos o para unos
pocos cuando existe la firme decisión de compartir con justicia los propios
bienes.
Las nuevas generaciones, desde su alegría y
entusiasmo, desde su libertad, sensibilidad y capacidad crítica reclaman de los
adultos, pero especialmente de todos aquellos que tienen una función de
liderazgo en la vida pública, llevar una vida conforme a la dignidad y
autoridad que revisten y que les ha sido confiada. Es una invitación a vivir con austeridad y
transparencia, en la responsabilidad concreta por los demás y por el mundo;
llevar una vida que demuestre que el servicio público es sinónimo de honestidad
y justicia, y antónimo de cualquier forma de corrupción. Ellos reclaman un
compromiso, en el que todos ―comenzando por quienes nos llamamos cristianos―
tengamos la osadía de construir «una política auténticamente humana» (Const.
past. Gaudium et spes, 73) que ponga a la persona en el centro como corazón de
todo; lo cual impulsa a crear una cultura de mayor transparencia entre los
gobiernos, el sector privado y la población toda, como reza esa hermosa oración
que tienen ustedes por la patria: «Danos el pan de cada día: que lo podamos
comer en casa propia y en salud digna de seres humanos».
2. Tierra de sueños
En estos días Panamá no solo será recordada como centro regional o punto
estratégico para el comercio o el tránsito de personas; se convertirá en un
“hub” de la esperanza. Punto de encuentro donde jóvenes provenientes de los
cinco continentes, cargados de sueños y esperanzas, celebrarán, se encontrarán,
rezarán y reavivarán el deseo y su compromiso por crear un mundo más humano.
Así desafiarán las miopes miradas cortoplacistas que, seducidas por la
resignación, la avidez, o presas del paradigma tecnocrático, creen que el único
camino posible se transita en el «juego de la competitividad, [de la
especulación] y de la ley del más fuerte donde el poderoso se come al más
débil» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 53), cerrando el mañana a una nueva
imaginación de la humanidad.
Al hospedar los sueños de estos jóvenes, Panamá se vuelve tierra de
sueños que desafía tantas certezas de nuestro tiempo y genera horizontes
vitales que señalan una nueva espesura al caminar con una mirada respetuosa y
llena de compasión sobre los otros. Durante este tiempo seremos testigos de la
apertura de nuevos canales de comunicación y entendimiento, solidaridad, de
creatividad y ayuda mutua; canales de medida humana que impulsen el compromiso
y rompan el anonimato y el aislamiento en vistas a una nueva manera de
construir la historia.
Otro mundo es posible, lo sabemos y los jóvenes nos invitan a
involucrarnos en su construcción para que los sueños no queden en algo efímero
o etéreo, para que impulsen un pacto social en el que todos puedan tener la
oportunidad de soñar un mañana: el derecho al futuro es también un
derecho humano. En este horizonte parecieran tomar cuerpo las palabras de
Ricardo Miró que, al cantarle al terruño de sus amores, decía: «Porque
viéndote, Patria, se dijera /que te formó la voluntad divina/ para que bajo el
sol que te ilumina /se uniera en ti la Humanidad entera» (Patria de mis
amores).
Les renuevo mi agradecimiento por todo lo que han hecho para que este
encuentro sea posible y expreso a usted, señor Presidente, a todos los aquí
presentes, y a quienes siguen por los medios de comunicación, mis mejores
deseos de un renovada esperanza y alegría en el servicio al bien común. Que
Santa María la Antigua bendiga y proteja a Panamá.
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