El
neoliberalismo no sabe gobernar ni siquiera bajo sus propias premisas.
Estabilidad, confianza, certidumbre y eficiencia son sus promesas. No las
cumplen. Los casos de Argentina, Perú, Brasil, Chile, México y Colombia.
Alfredo Serrano Mancilla / Página12
Estabilidad,
confianza, certidumbre y eficiencia son las cuatro promesas más repetidas por
cualquier proyecto neoliberal. ¿Se cumplen? ¿Es un gobierno neoliberal capaz de
dar estabilidad a un país? ¿Saben cómo generar confianza y certidumbre? ¿Logran
tener economías eficientes? Veamos qué sucede en Latinoamérica. Empecemos por
Argentina.
Crear
un buen eslogan es siempre más fácil que estabilizar la economía de un país en
un ambiente de fuerte restricción externa. El macrismo se desgasta a mucha más
velocidad de lo previsible porque demuestra que no sabe gobernar ni gestionar.
En tres años consiguió que el país esté patas arriba. La economía no va, se
mire por donde se mire. La inflación apunta este año 2018 a estar por encima
del 45 por ciento según las últimas estimaciones oficiales, a pesar de que la
tenían calculada en el 15 por ciento a fines del año pasado. La economía se
contraerá por encima del 2 por ciento, aunque habían pronosticado que crecería
por encima del 3. La liberalización cambiaria provocó una devaluación que no
tiene fin: en este tiempo lo llevaron de 9,50 pesos hasta casi 40. La inversión
extranjera jamás llegó. Se prometieron dólares que era imposible de producirlos
en el mercado local, y sólo han podido ser obtenidos parcialmente, con una
deuda eterna con el mundo financiero.
El
Fondo Monetario Internacional pide más ajuste: más recortes sociales, menos
salarios, provocando así que la demanda interna pierda toda su fuerza como
motor económico. La tasa de interés va por el 60 por ciento: espaldarazo ideal
para que la economía financiarizada acabe con la economía real. La industria se
desmorona. La balanza comercial es cada día más deficitaria tras la
liberalización de las importaciones.
El
cuadro macroeconómico del neoliberalismo en Argentina no resiste a ningún test
de equilibrio ni eficiencia. Mauricio Macri y Cambiemos trajeron consigo
justamente lo contrario de aquello que siempre promete: incertidumbre y
desconfianza. La inestabilidad no sólo es económica, también lo es política y
social. Las protestas crecen y se extienden a casi todos los sectores
gremiales. La marcha de las mujeres demostró también la incapacidad del
Gobierno para entender que está surgiendo otra nueva mayoría que refleja un sentido
común cada vez más protagónico en la sociedad argentina. Tampoco les funciona
el oído; se alejaron de todo lo que pasa en la calle. El timbreo como apuesta
publicitaria está bien, pero no les sirve para que la ciudadanía resuelva sus
problemas. Están atrapados en sus propios anuncios mientras que la
inestabilidad afecta a la gente.
Pero
no es únicamente en Argentina donde neoliberalismo e inestabilidad se dan la
mano. Brasil es otro buen ejemplo de ello. Este país presenta un largo etcétera
de sucesos que conforman un panorama ciertamente inestable. Su economía no
crece. El real se devalúa. El país se ha militarizado para frenar
protestas.
Otro
caso es el de Perú, que aunque su macroeconomía es estable, el sistema político
y judicial hace aguas por todas partes. Posee un presidente no electo tras el
caso de corrupción que sacó a Kuczynski de su condición. Tiene a otros tantos
ex presidentes también en la cárcel o prófugos por haberse enriquecido
ilegalmente. El sistema judicial está completamente podrido. El actual fiscal
general está con múltiples casos en su contra. La mayoría de la ciudadanía no
cree en sus instituciones.
Es
fácil seguir dando ejemplos de países que bajo la gestión neoliberal no saben
generar ni confianza ni certidumbre. Colombia es otro país con una economía
real raquítica, desindustrializada progresivamente, con productividad muy baja,
sin demanda interna que logre generar crecimiento sostenido, y con indicadores
sociales más propios de países en guerra. Y con un conflicto cada vez más
difícil de resolver por la llegada de Iván Duque a la presidencia. Y, mientras
tanto, las muertes de líderes sociales continúan.
Chile
es otro destino no tan ideal como lo presentan. Con una economía que no
despega, y en medio de continuos paros nacionales por parte de una gran
diversidad de sectores, el país tampoco muestra un marco de estabilidad. Y no
olvidar a México, el nuevo presidente Andrés Manuel López Obrador debe atender
un país donde el neoliberalismo ha hecho que la economía siga estancada, con
alta inflación, fuertemente endeudado, con un sector petrolero venido a menos
luego de las últimas reformas, y con pobreza y desigualdad de carácter
estructural que, además de ser injustas, suponen un freno a cualquier intento
de reactivación económica.
Se
mire por donde se mire, el neoliberalismo no sabe gobernar, ni siquiera bajo
sus propias premisas. Dime de qué presumes y te diré de qué careces. Si las
agencias de calificación de riesgo hicieran bien su trabajo, desde criterios
estrictamente ortodoxos, les daría a todos ellos una nota muy negativa.
La
verdadera experticia del neoliberalismo es comunicar lo que no sabe hacer. Ni
estabiliza; ni da certeza ni confianza; y tampoco logra consolidar economías
eficientes.
*
Director Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag). Doctor en
Economía.
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