sábado, 5 de enero de 2019

Nota sobre los ambientalismos latinoamericanos

El desarrollo del ambientalismo latinoamericano a partir de sus contradicciones internas hace evidente que, siendo el ambiente una construcción social que opera al interior de la naturaleza, si deseamos un ambiente distinto debemos crear una sociedad diferente si el ambiente es una construcción que tiene lugar al interior de la naturaleza.

Guillermo Castro H. / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá

En nuestra América, el ambientalismo se expresa en tres vertientes principales. Una, que nos viene sobre todo desde fuera y desde arriba, busca soluciones técnicas y administrativos a una crisis ambiental cuyas dimensiones social y política son cada vez más evidentes. Otra, dominante en nuestros sectores mejor educados de capas medias, enfatiza las dimensiones científica y legal de esa crisis ambiental. Y otra, en la que convergen saberes indígenas, campesinos y populares, que sustentan un constante activismo político en el campo y, cada vez más, en las ciudades.

Estas vertientes interactúan en el desarrollo de las contradicciones que las vinculan entre sí. La tecnocrática, apoyada en el supuesto de que el desarrollo del capitalismo puede ser hecho sostenible – expresado en los llamados Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030 – es sin duda más poderosa. La de capas medias deja una y otra vez en evidencia que los problemas ambientales de la región no están siendo resueltos, y la popular va demostrando en la práctica que las soluciones que esos problemas demandan no encontrarán solución en el orden vigente.

Esta práctica ayuda a entender la vitalidad del nuevo saber ambiental latinoamericano, así como su creciente distanciamiento tanto del ambientalismo tecnocrático, como del legalista de capas medias. De hecho, el desarrollo del ambientalismo latinoamericano a partir de sus contradicciones internas hace evidente que, siendo el ambiente una construcción social que opera al interior de la naturaleza, si deseamos un ambiente distinto debemos crear una sociedad diferente si el ambiente es una construcción que tiene lugar al interior de la naturaleza.

La identificación de esa diferencia, y de los medios para construirla, se ha convertido ya en un problema central para el saber ambiental en general, y la ecología política de nuestra América en particular. El problema de organizar la transición hacia un mundo postcapitalista apenas empieza a tomar forma en la región. Esa transición, en todo caso, se ha iniciado ya, y ha obtenido algunos logros de importancia.

Uno de esos logros consiste en la desacralización del pensar construido a partir del siglo XVIII a partir de los binomios de civilización versus barbarie, progreso versus atraso y desarrollo versus subdesarrollo. En el saber ambiental latinoamericano emerge ya, en efecto, una visión mucho más integrada de las relaciones entre la naturaleza y la sociedad creada por el capitalismo a escala mundial. Esa visión confirma y renueva, a su vez, la forma en que Carlos Marx y Federico Engels se plantearon este problema en sus años de juventud:

Conocemos sólo una ciencia, la ciencia de la historia. Se puede enfocar la historia desde dos ángulos, se puede dividirla en historia de la naturaleza e historia de los hombres. Sin embargo, las dos son inseparables: mientras existan los hombres, la historia de la naturaleza y la historia de los hombres se condicionan mutuamente. La historia de la naturaleza, llamada ciencia natural, no nos concierne aquí; pero tendremos que examinar la historia de los hombres, dado que casi toda la ideología consiste en una concepción distorsionada de esta historia o en una completa abstracción de ella. La ideología es ella misma tan solo uno de los aspectos de esta historia.[1]

Dicho esto, conviene notar que el marxismo latinoamericano ha tenido una participación más bien marginal en el desarrollo del ambientalismo en nuestra región. Si bien la discusión de las razones para esto excede el propósito de este artículo, cabe señalar que probablemente incluyan la peculiar distorsión positivista del marxismo soviético – el más influyente en la región en el siglo XX-, y su profundo compromiso con el debate entre el progreso y el atraso en nuestros países en términos que – salvo autores excepcionales como José Carlos Mariátegui y Aníbal Quijano - excluían las visiones del mundo y las luchas por su patrimonio natural de los movimientos indígenas y campesinos.

Este carácter marginal del marxismo en el debate ambiental y la ecología política en nuestra América constituye un problema de creciente importancia. En ese debate, por ejemplo, desempeñan un papel de primer orden elementos en los que el marxismo puede y debe aportar mucho. Uno de ellos se refiere a la organización de las relaciones de nuestra especie con el mundo natural a partir de procesos de trabajo socialmente organizados. Otro, a la organización de esos procesos a partir de las necesidades del mercado y el sistema mundiales creados por el capitalismo a partir del siglo XVI, en los que nuestra América ha desempeñado y desempeña un papel de primer orden.[2]

Para el marxismo en nuestra América, se trata de una hora que ha llegado, en el sentido indicado por Rosa Luxemburgo en 1903, al decir que

No es cierto que, en lo que hace a nuestra lucha práctica, Marx esté perimido o lo hayamos superado. Por el contrario, Marx, en su creación científica, nos ha sacado distancia como partido de luchadores. No es cierto que Marx ya no satisface nuestras necesidades. Por el contrario, nuestras necesidades todavía no se adecúan a las ideas de Marx.[3]

Desde Marx, en efecto, resulta más sencillo comprender que, si bien el aspecto principal de la contradicción de la crisis general del moderno sistema mundial, la contradicción principal que anima esa crisis radica en la incapacidad evidente de ese sistema para encarar y resolver los conflictos económicos, sociales y políticos que genera su propio desarrollo. Así, entender a la crisis ambiental y a las formas más adecuadas para actuar frente a ella pasa por entender su vínculo con la crisis general del sistema mundial que ha creado el ambiente que tenemos.

Este es el marco en que cabe definir nuestra participación en un proceso de lucha y creación colectiva de escala planetaria, en el que participamos en interacción con los ambientalismos de las otras sociedades con las que compartimos un mismo riesgo de extinción. Comprender la escala de esa tarea facilitará poner al servicio de la lucha contra ese riesgo común el legado cultural y político que hemos venido construyendo en lo que nos toca en esta circunstancia de tantos. Desde allí resultará más sencillo entender y ejercer, una vez más – y para siempre, el hecho de que

Lo que acontece en la América española no puede verse como un hecho aislado, sino como una enérgica, madura y casi simultánea decisión de entrar de una vez con brío en este magnífico concierto de pueblos triunfantes y trabajadores, en que empieza a parecer menos velado el Cielo y viles los ociosos. Se está en un alba, y como en los umbrales de una vida luminosa. Se esparce tal claridad por sobre la Tierra, que parece que van todos los hombres coronados de astros.[4]

Panamá, 9 de diciembre de 2018



[1] The German Ideology, 1846. https://www.marxists.org/archive/marx/works/1845/german-ideology/ch01a.htm. Traducción: GCH.
[2] Así, por ejemplo, “La tendencia a crear el mercado mundial está dada directamente en el propio concepto de capital. Todo límite aparece como una barrera a ser superada […].” Así, “la producción de plusvalía relativa – esto es, la producción de plusvalía a partir del incremento en el desarrollo de las fuerzas productivas -, requiere la producción de nuevo consumo” mediante “la expansión cuantitativa del consumo existente”, la creación de nuevas necesidades “mediante la propagación de las existentes en un amplio círculo,” y la producción “de nuevas necesidades y el descubrimiento y creación de nuevos valores de uso. […] De aquí la exploración de toda la naturaleza para descubrir cualidades nuevas y útiles en las cosas; intercambio universal de los productos de todos los climas y tierras extranjeras; nueva preparación (artificial) de los objetos naturales.” Marx, Carlos: Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política (Grundrisse), 1857 – 158. Siglo XXI, México, 2007. I, 360 – 361. 
[3] Estancamiento y progreso del marxismo1903.
https://www.marxists.org/espanol/luxem/03Estancamientoyprogresodelmarxismo_0.pdf
[4] “Respeto a nuestra América”. La América, Nueva York, agosto de 1883. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975: VI, 24.

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