La
figura de Zapata entró a la historia no para ser petrificada como parte del
canon oficial; su dimensión es siempre social y radical, es evocativa de la
voluntad del oprimido por su libertad, es continuadora de su propia obra cuando
en manos de obreros y obreras de los más profundos rincones de Latinoamérica se
forjan los pueblos y se nutren de valores, como el maíz ha nutrido a las
naciones originarias desde tiempos milenarios.
Cristóbal
León Campos / Especial para Con Nuestra América
Desde Mérica, Yucatán. México.
I
Un
día después de su asesinato, el 10 de abril de 1919, el periódico Excélsior, publicó la noticia cuyo
encabezado en primera plana decía: “Murió Emiliano Zapata: el zapatismo ha
muerto”. La declaración de muerte de todo el proyecto zapatista ha cien años
del asesinato del líder del Ejército Libertador del Sur, resulta a todas luces
una más de las falsas declaraciones que la conveniencia política arroja sobre
diversos medios de comunicación, el zapatismo está más vivo que nunca tanto en
las comunidades autónomas de Chiapas como en cada uno de los rincones
latinoamericanos en donde los pueblos organizados resisten al despojo y la
depredación del capitalismo.
¡Tierra
y Libertad! Grito de reivindicación que surge desde la base comunitaria, la
autonomía ante el poder y los partidos políticos, en contra puesta a toda la
lógica de acumulación originaria que diera lugar a la colonización y a la
salvaje destrucción de nuestros ecosistemas. La revolución no sólo fue
interrumpida como señalara Adolfo Gilly, sino que fue traicionada por las
fracciones liberales que sucumbieron frente al interés burgués de apropiación y
control. Emiliano Zapata fue asesinado con la cobardía vil de Venustiano
Carranza, por sus cuestionamientos al poder y a la grave situación que se vivía
en México. En una carta dirigida al entonces presidente fechada el 17 de marzo
de 1919, Zapata lanzó duras críticas y agudas observaciones que posteriormente
formarían parte de su epitafio político: “Voy a decir verdades amargas; pero
nada expresaré a usted que no sea cierto, justo y verdaderamente dicho […]
Bancos saqueados […] la industria y las empresas de todo género agonizando bajo
el peso de las contribuciones exorbitantes, casi confiscatorias; la agricultura
y la minería pereciendo por la falta de seguridad en las comunicaciones; la
gente humilde y trabajadora, reducida a la miseria, al hambre, a las
privaciones de toda especie, por la paralización del trabajo, por la carestía
de los víveres, por la insoportable elevación del costo de la vida”. El
cuestionamiento franco catapultó las agresiones carrancistas dirigidas al
movimiento zapatista al grado conocido de la infamia y la venganza.
II
Zapata
radica en el descalzo andar del campesino y el indígena, en la organización
autónoma de los pueblos originarios, en la autodeterminación por el
mantenimiento de sus territorios y su cultura, ahí está su vigencia y
necesidad, en el ejemplo libertario de quien nunca entrega ni las armas ni los
ideales en pro de prebendas y halagos, en la crudeza de la verdad como accionar
revolucionario, en el conjunto de factores que dan pie a la dignidad de mujeres
y hombres emancipados de cadenas y estructuras paralizantes y moralizadoras.
¡Zapata Vive! porque su necesidad reivindicadora exige extender el contrapoder
y derrotar al desprecio adinerado del explotador.
La
figura de Zapata entró a la historia no para ser petrificada como parte del
canon oficial; su dimensión es siempre social y radical, es evocativa de la
voluntad del oprimido por su libertad, es continuadora de su propia obra cuando
en manos de obreros y obreras de los más profundos rincones de Latinoamérica se
forjan los pueblos y se nutren de valores, como el maíz ha nutrido a las
naciones originarias desde tiempos milenarios. Zapata es nombre de guerra
necesaria, de rabia acumulada por siglos y expresada mediante el arte y las
formas más diversas de organización autogestiva. Zapata es ajeno al pupitre del
pedante acaudalado de títulos nobiliarios y de intelectuales de café, ambos,
seguidores del colonialismo en sus vertientes posmodernas. Zapata siempre tuvo
conciencia del colonialismo recurrente en el latifundio como en las demás
formas de explotación, ante el cual ante puso la conciencia de la urgente la
lucha, decía el General del Ejercito Libertador del Sur: “¿Cómo se hizo la
conquista de México? Por medio de las armas. ¿Cómo se apoderaron de las grandes
posesiones de tierras los conquistadores, que es la inmensa propiedad agraria
que por más de cuatro siglos se ha transmitido a diversas propiedades? Por
medio de las armas. Pues por medio de las armas debemos hacer porque vuelvan a
sus legítimos dueños, víctimas de la usurpación”. Zapata es hoy vigente porque
la lucha sigue siendo necesaria.
III
El
proyecto político-social de Zapata es negado por la historia oficial y su
imagen dibujada como la de un caudillo insaciable, tal como lo ha hecho Enrique
Krause y tantos otros. Pero su profundo análisis del acontecer rural y social
le procuró a Zapata reflexiones sobre asuntos referentes al gobierno, la tierra
y la comunidad, la autonomía, autodeterminación y soberanía de los
pueblos-naciones, la economía y el desarrollo social e incluso de la
geopolítica por la constante injerencia imperialista estadounidense que se
vivía en los años previos de las grandes guerras neocoloniales que asolaron el
siglo XX. Sus manifiestos, cartas y comunicados escritos durante su accionar
revolucionario, son un legado del pensamiento revolucionario latinoamericano,
son una herencia que espera la lectura de las generaciones actuales para la
compresión mejor de su figura-vigencia y para la activación reflexiva a favor
de los desposeídos. En la Selva Lacandona y los rincones rebeldes de la
geografía digna Zapata es ejemplo en palabra y acción.
Hay que tener mucho cuidado con los monumentos
fetichizados por la palabrería que oculta las tareas pendientes. Zapata es del
pueblo y no de la demagogia ni del poder. El mismo Emiliano Zapata plantea con
actualidad la necesidad de seguir construyendo desde abajo: “Y la lucha sigue: de un lado, los acaparadores de
tierras, los ladrones de montes y aguas, los que todo lo monopolizan, desde el
ganado hasta el petróleo. Y del otro, los campesinos despojados de sus
heredades, la gran multitud de los que tienen agravios o injusticias que
vengar, los que han sido robados en su jornal o en sus intereses, los que
fueron arrojados de sus campos y de sus chozas por la codicia del gran señor, y
que quieren recobrar lo que es suyo, tener un pedazo de tierra que les permita
trabajar y vivir como hombres libres, sin capataz y sin amo, sin humillaciones
y sin miserias”. Zapata es necesidad, es urgencia y dignidad: mientras existan
opresores andará entre los oprimidos.
¡Zapata vive y vive, la lucha sigue y sigue!
Integrante del Colectivo Disyuntivas
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