sábado, 20 de abril de 2019

Emiliano Zapata y la vigencia de una necesidad

La figura de Zapata entró a la historia no para ser petrificada como parte del canon oficial; su dimensión es siempre social y radical, es evocativa de la voluntad del oprimido por su libertad, es continuadora de su propia obra cuando en manos de obreros y obreras de los más profundos rincones de Latinoamérica se forjan los pueblos y se nutren de valores, como el maíz ha nutrido a las naciones originarias desde tiempos milenarios.

Cristóbal León Campos / Especial para Con Nuestra América
Desde Mérica, Yucatán. México.

I

Un día después de su asesinato, el 10 de abril de 1919, el periódico Excélsior, publicó la noticia cuyo encabezado en primera plana decía: “Murió Emiliano Zapata: el zapatismo ha muerto”. La declaración de muerte de todo el proyecto zapatista ha cien años del asesinato del líder del Ejército Libertador del Sur, resulta a todas luces una más de las falsas declaraciones que la conveniencia política arroja sobre diversos medios de comunicación, el zapatismo está más vivo que nunca tanto en las comunidades autónomas de Chiapas como en cada uno de los rincones latinoamericanos en donde los pueblos organizados resisten al despojo y la depredación del capitalismo.

¡Tierra y Libertad! Grito de reivindicación que surge desde la base comunitaria, la autonomía ante el poder y los partidos políticos, en contra puesta a toda la lógica de acumulación originaria que diera lugar a la colonización y a la salvaje destrucción de nuestros ecosistemas. La revolución no sólo fue interrumpida como señalara Adolfo Gilly, sino que fue traicionada por las fracciones liberales que sucumbieron frente al interés burgués de apropiación y control. Emiliano Zapata fue asesinado con la cobardía vil de Venustiano Carranza, por sus cuestionamientos al poder y a la grave situación que se vivía en México. En una carta dirigida al entonces presidente fechada el 17 de marzo de 1919, Zapata lanzó duras críticas y agudas observaciones que posteriormente formarían parte de su epitafio político: “Voy a decir verdades amargas; pero nada expresaré a usted que no sea cierto, justo y verdaderamente dicho […] Bancos saqueados […] la industria y las empresas de todo género agonizando bajo el peso de las contribuciones exorbitantes, casi confiscatorias; la agricultura y la minería pereciendo por la falta de seguridad en las comunicaciones; la gente humilde y trabajadora, reducida a la miseria, al hambre, a las privaciones de toda especie, por la paralización del trabajo, por la carestía de los víveres, por la insoportable elevación del costo de la vida”. El cuestionamiento franco catapultó las agresiones carrancistas dirigidas al movimiento zapatista al grado conocido de la infamia y la venganza.

II

Zapata radica en el descalzo andar del campesino y el indígena, en la organización autónoma de los pueblos originarios, en la autodeterminación por el mantenimiento de sus territorios y su cultura, ahí está su vigencia y necesidad, en el ejemplo libertario de quien nunca entrega ni las armas ni los ideales en pro de prebendas y halagos, en la crudeza de la verdad como accionar revolucionario, en el conjunto de factores que dan pie a la dignidad de mujeres y hombres emancipados de cadenas y estructuras paralizantes y moralizadoras. ¡Zapata Vive! porque su necesidad reivindicadora exige extender el contrapoder y derrotar al desprecio adinerado del explotador.

La figura de Zapata entró a la historia no para ser petrificada como parte del canon oficial; su dimensión es siempre social y radical, es evocativa de la voluntad del oprimido por su libertad, es continuadora de su propia obra cuando en manos de obreros y obreras de los más profundos rincones de Latinoamérica se forjan los pueblos y se nutren de valores, como el maíz ha nutrido a las naciones originarias desde tiempos milenarios. Zapata es nombre de guerra necesaria, de rabia acumulada por siglos y expresada mediante el arte y las formas más diversas de organización autogestiva. Zapata es ajeno al pupitre del pedante acaudalado de títulos nobiliarios y de intelectuales de café, ambos, seguidores del colonialismo en sus vertientes posmodernas. Zapata siempre tuvo conciencia del colonialismo recurrente en el latifundio como en las demás formas de explotación, ante el cual ante puso la conciencia de la urgente la lucha, decía el General del Ejercito Libertador del Sur: “¿Cómo se hizo la conquista de México? Por medio de las armas. ¿Cómo se apoderaron de las grandes posesiones de tierras los conquistadores, que es la inmensa propiedad agraria que por más de cuatro siglos se ha transmitido a diversas propiedades? Por medio de las armas. Pues por medio de las armas debemos hacer porque vuelvan a sus legítimos dueños, víctimas de la usurpación”. Zapata es hoy vigente porque la lucha sigue siendo necesaria.

III

El proyecto político-social de Zapata es negado por la historia oficial y su imagen dibujada como la de un caudillo insaciable, tal como lo ha hecho Enrique Krause y tantos otros. Pero su profundo análisis del acontecer rural y social le procuró a Zapata reflexiones sobre asuntos referentes al gobierno, la tierra y la comunidad, la autonomía, autodeterminación y soberanía de los pueblos-naciones, la economía y el desarrollo social e incluso de la geopolítica por la constante injerencia imperialista estadounidense que se vivía en los años previos de las grandes guerras neocoloniales que asolaron el siglo XX. Sus manifiestos, cartas y comunicados escritos durante su accionar revolucionario, son un legado del pensamiento revolucionario latinoamericano, son una herencia que espera la lectura de las generaciones actuales para la compresión mejor de su figura-vigencia y para la activación reflexiva a favor de los desposeídos. En la Selva Lacandona y los rincones rebeldes de la geografía digna Zapata es ejemplo en palabra y acción. 

Hay que tener mucho cuidado con los monumentos fetichizados por la palabrería que oculta las tareas pendientes. Zapata es del pueblo y no de la demagogia ni del poder. El mismo Emiliano Zapata plantea con actualidad la necesidad de seguir construyendo desde abajo: “Y la lucha sigue: de un lado, los acaparadores de tierras, los ladrones de montes y aguas, los que todo lo monopolizan, desde el ganado hasta el petróleo. Y del otro, los campesinos despojados de sus heredades, la gran multitud de los que tienen agravios o injusticias que vengar, los que han sido robados en su jornal o en sus intereses, los que fueron arrojados de sus campos y de sus chozas por la codicia del gran señor, y que quieren recobrar lo que es suyo, tener un pedazo de tierra que les permita trabajar y vivir como hombres libres, sin capataz y sin amo, sin humillaciones y sin miserias”. Zapata es necesidad, es urgencia y dignidad: mientras existan opresores andará entre los oprimidos.

¡Zapata vive y vive, la lucha sigue y sigue!

Integrante del Colectivo Disyuntivas

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