Sólo faltan poco más de
dos semanas para las elecciones generales de Panamá. Se han celebrado tres
‘debates’ auspiciados por el Tribunal Electoral y cada candidato a Presidente
ha publicado un documento que contiene su propuesta de trabajo. Con excepción
del candidato del FAD, Saúl Méndez, los demás siguen repitiendo los ‘slogan’ y
las promesas que se remontan a mediados del siglo pasado.
Desde Ciudad Panamá
El pueblo panameño le
va a entregar al Presidente electo un presupuesto anual de US$26 mil millones y
una economía que genera US$57 mil millones al año (PIB). Esta riqueza material
se deriva del trabajo de casi dos millones de trabajadores en los sectores que
brindan servicios (logística, transporte, comercio) y, en menor medida, en los
sectores productivos (industria y agropecuario).
Cuando se le pide al
candidato un programa es para saber qué va a ser con esa enorme cantidad de
dinero que el pueblo va a poner en sus manos. El pueblo quiere saber cuántas
escuelas se construirán para sus hijos o si los ricos recibirán subvenciones
para comprar un auto nuevo o una casa en la playa.
Cada clase social tiene
un interés muy diferente. La gran mayoría de la población (80 por ciento de los
electores) quiere muy poco, pero lo esencial: agua, comida, medicina, escuelas
para sus hijos, vivienda decente, tiempo para descansar y otros bienes y
servicios fundamentales. La llamada clase media (20 por ciento de los
electores) quiere asegurar sus ingresos, conservar o mejorar su nivel de vida y
mantener su “status” con relación a lo que llama pueblo, ‘chusma’ o clase baja.
La oligarquía, nombre que en Panamá se le da a los dueños del país (0.25 por
ciento de los electores), quiere que todo siga igual. Es decir, que el gobierno
siga ejecutando, legislando y fallando a favor de sus intereses.
Según estadísticas del
gobierno nacional (que recogen y publican las agencias internacionales), el
0.25 por ciento de la población (oligarquía) controla el 50 por ciento de las
riquezas. La llamada clase media se apropia del 35 por ciento de las riquezas.
El otro 80 por ciento sólo recibe el 15 por ciento restante. Esta desigualdad
tan pronunciada explica porque el 50 por ciento de la población vive por debajo
de la línea de la pobreza. No tiene agua, ni comida, tampoco vivienda, menos
medicina, tiempo para descansar es un lujo fuera del alcance de la mayoría, ni
siquiera después de la jubilación.
En los debates se armó
una conspiración entre las empresas mediáticas, los conductores y los mismos
candidatos. Las preguntas no estaban dirigidas a los problemas de los electores
y, muchos menos, a la situación del país. A ningún candidato se le preguntó que
proyecto de país tenía. Tapaban hábilmente la quiebra de la seguridad social
cuyo sistema ‘mixto’ transfiere desde 2005 las cuotas que pagan los
trabajadores a las aseguradoras privadas. ¿Quiénes son los dueños de esas
empresas aseguradoras?
Tampoco se refirieron
al Canal de Panamá y su privatización lenta pero segura. La junta directiva
está preocupada de hacer negocios, poniendo en peligro la cuenca que alimenta
de agua a la vía. No se mencionó la mina de cobre que producirá miles de
millones y que el fisco recibirá US$20 millones. ¿Porqué destruyen las islas de
la bahía de la ciudad de Panamá?
No se tocó la política
exterior del gobierno - oligarquía y
clase media – que conduce las relaciones internacionales por el camino
equivocado. Hay que estar en permanente guardia, negociando con los vecinos,
con Washington y con el resto del mundo.
Al águila del norte se
le arrugaron las plumas y se disgustó cuando se enteró que Panamá y China
conversaban sobre tratados comerciales. Washington considera que esas
relaciones deben pasar por la aprobación del ‘Panama Desk’ en el Departamento
de Estado. EEUU entretiene al gobierno panameño con los juegos del grupo de
Lima y sus ataques contra Venezuela. Hay que entender las reglas del juego en
EEUU. El actual residente en la Casa Blanca quiere repetir el plato en 2020 y
quiere alinear sus cartas tanto fuera como dentro de EEUU.
Los miembros del club
de Lima lo entienden pero no son muy buenos jugadores. Panamá ha sabido
negociar con EEUU en el pasado. El próximo gobierno panameño tiene que
enfrentar los retos durante los próximos cinco años. Los candidatos de la
oligarquía no se mostraron a la altura durante los debates.
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