Hoy, finalmente Venezuela se retira de la OEA; debió haber sido mucho
antes, creo que el momento adecuado fue inmediatamente después del 15 de
diciembre de 1999 cuando el pueblo aprobó abrumadoramente la nueva Constitución
que le daba al país una nueva identidad vinculada a la figura del Libertador.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
“La muerte no es
verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida”
José Martí
A mi hermano y amigo Rolando Corao
A finales de este mismo
mes de abril, pero del año 2006, escribí una nota que envié al Comandante
Chávez en el que argumentaba acerca de las razones por las cuales me atrevía a
darle carácter de contradicción estructural de nuestra política exterior a la
pertenencia de Venezuela a la Organización de Estados Americanos (OEA),
considerando que tal hecho negaba nuestra condición de república bolivariana,
generando una incompatibilidad identitaria que en los hechos significaba una
afrenta al Libertador Simón Bolívar. Además de esto, alegaba las conocidas
razones de orden político que establecían el contrasentido que emanaba de la
historia de esta institución en relación con las normas fijadas en el propio
preámbulo de nuestra Constitución que, entre otras asuntos, se propone impulsar y consolidar la
integración latinoamericana de acuerdo con el principio de no intervención y
autodeterminación de los pueblos. Todos estos puntos de vista concluían
fundamentando la necesidad de la inmediata salida de Venezuela de tan
desprestigiada organización.
Un año después, en mayo
de 2007 escribí un artículo titulado “Salirnos
de la OEA es lo único congruente con el ideal bolivariano” en
que ya de manera pública exponía objeciones y expresaba mi repudio a la
membrecía de Venezuela en la OEA. Para no repetir argumentos, voy a copiar
algunos párrafos de dicho escrito. Después de presentar el contexto de su
surgimiento y los objetivos iniciales de su propuesta originaria, explicaba que
el fin de la segunda guerra mundial modificó las circunstancias que habían
permitido desarrollar la política del Buen Vecino por parte de Estados Unidos
en su relación con América Latina, a partir de lo cual se había desatado una
feroz persecución anti comunista, que agrupaba a todo tipo de actividad
democrática y de defensa de la soberanía, lo que tenía su epicentro en las
acciones que el senador Joseph McCarty
desarrollaba dentro del propio Estados Unidos, rotulando y dando a
partir de ello el trazado que habría de seguir la OEA: “Se reservaron para Washington la sede e
iniciaron una “diplomacia regional” a través de la amenaza, el chantaje, la
coerción y la extorsión de gobiernos que además no mostraban gran interés en
oponerse a ello. Vale decir que el año anterior, en Río de Janeiro, se había
creado el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) como
instrumento militar hegemónico controlado por Estados Unidos para asegurarse la
lealtad de las Fuerzas Armadas de los países latinoamericanos en su
confrontación estratégica con la Unión Soviética”.
A continuación, hacía una revisión histórica de
la imposición de las ideas panamericanas sustentadas en la Doctrina Monroe en
contraposición a las ideas bolivarianas de integración latinoamericana y
caribeña que habían sido magistralmente completadas por José Martí en su ensayo
“Nuestra América” de 1891 y la conferencia “Madre América” en 1899 que dieron
continuidad y sustento al ideal bolivariano cuando ya fenecía el siglo XIX.
Recordaba que a partir de ese momento y “…durante los
siguientes 55 años se realizaron 8 conferencias interamericanas, 2 conferencias
interamericanas extraordinarias, 3 reuniones de consulta de cancilleres y una
conferencia sobre conciliación y arbitraje. Sería largo referirse a cada una de
ellas para patentizar con ejemplos la actitud soberbia y prepotente como
Estados Unidos ejerció su dominio en la región, sin embargo un elemento común
ha sido las intervenciones militares como instrumento de dominio siempre
presente”.
Sin embargo, era
menester también recordar que: “A pesar de las presiones, la visión bolivariana
se mantenía activa. Hubo intentos de prolongar las ideas del Congreso de
Panamá, para lo cual algunos países de la región -sin Estados Unidos- se
reunieron en Lima en 1847-48, otro Congreso americano se llevó a cabo en
Santiago de Chile en 1864. Muchos
pensadores desde diferentes posiciones y doctrinas se propusieron dar
continuidad a la posibilidad de crear la Patria Grande al sur del Río Bravo.
Entre ellos, vale destacar al argentino-chileno Francisco Bilbao, al uruguayo
José Enrique Rodó, los argentinos Juan Bautista Alberdi, Juan Manuel de Rosas y
Felipe Varela, el puertorriqueño Eugenio María de Hostos, el hondureño
Francisco Morazán, el colombiano José María Torres Caicedo y José Martí, el
apóstol de la Independencia de Cuba, quienes reivindicaron la idea
unionista en nuestro continente”.
En aquel momento,
rememoraba la historia de agresiones de Estados Unidos contra nuestros pueblos,
todas avaladas por la OEA, y me
preguntaba: “¿Cómo es posible que formemos parte de ese ministerio de
colonias? La única política coherente es
salirnos de ese engendro imperial, ampliar el ALBA, fortalecer UNASUR y
participar activamente -como lo estamos haciendo- con propuestas e iniciativas que recojan el espíritu de Bolívar,
más allá de las diferencias coyunturales que hoy podamos tener con algunos de
los gobiernos de la región”.
Finalmente, basado
en el pensamiento de Simón Bolívar me atrevía a proponer que, en el futuro
debía crearse una nueva estructura de integración que “… debe dar continuidad
al ideal bolivariano, […] recoger la idea del Libertador expresada en carta a
Santander en 1825. ´Yo creo que los americanos no deben ser aceptados en el
Congreso de Panamá`, eliminar las hegemonías y sustentarse en principios que
rescaten, en primer lugar, los sentimientos de humanidad, de solidaridad y
amistad entre nuestros pueblos. Debería considerar las grandes diferencias en
extensión, población, tamaño de las economías y grados de desarrollo para que
la contribución que cada quien haga sea acorde a esta situación. La nueva
organización no puede tener un carácter superestructural porque la verdadera
integración es la que hacen los pueblos y para ella debemos trabajar”.
Hoy, finalmente
Venezuela se retira de la OEA; debió haber sido mucho antes, creo que el
momento adecuado fue inmediatamente después del 15 de diciembre de 1999 cuando
el pueblo aprobó abrumadoramente la nueva Constitución que le daba al país una
nueva identidad vinculada a la figura del Libertador. Ahora, veinte años
después, las condiciones son otras, Estados Unidos ha puesto al mundo y en
particular a nuestra región al borde de una hecatombe, no sólo por la
permanente posibilidad de la guerra y la agresión, sino porque ha legalizado el
delito, la violación del derecho internacional, además de establecer relaciones
internacionales basadas en la fuerza, la amenaza, el chantaje, la prepotencia,
la mentira y la imposición.
Nos vamos de la OEA,
pero, tal vez por primera vez en la historia, debemos manifestar nuestra
gratitud a Estados Unidos y a Luis Almagro por crear las bases para destruir
ese excremento propio de unas relaciones internacionales anacrónicas que se
pretenden resucitar con otro formato más anacrónico aún, que tuvo su origen en
Lima, Perú, país en el que sus últimos cinco presidentes han sido perseguidos
por la justicia, han estado en prisión, uno de ellos se suicidó para evadir la
justicia, mientras que el actual- que nadie eligió- ya está comenzando a ser
investigado. En fin, esta nueva organización tiene su cuna en un país que
Estados Unidos pretende mostrar como ejemplo de democracia, cuando la realidad
muestra que desde 1990, no es más que un prostíbulo de la misma.
En su afán de
desconocer la estructura del sistema internacional para crear otro, aún más
subordinado a los intereses imperiales, Trump, Pence, Bolton y Pompeo no
escatimaron en llevarse por delante a la OEA, incapaz de aplicar al pie de la
letra los dictados de Washington. En palabras de Sir Ronald Sanders, embajador
de Antigua y Barbuda ante la Organización de Estados Americanos y Estados
Unidos, después de la aberrante votación que impuso al embajador de un gobierno
fantasma como representante ante el organismo multilateral, de lo que se trata
es de “vender o salvar el alma de la OEA”. El experimentado diplomático opinó
en un artículo publicado en el periódico Daily Express de Trinidad y Tobago
que: “La Organización de Estados Americanos (OEA), es una institución rota,
destrozada el 9 de abril durante una reunión de su Consejo Permanente. Ahora es
una organización cuya membrecía está profundamente dividida y entre quienes
predomina la desconfianza y el resentimiento”, y continúa: “La reunión se llevó
a cabo, después de semanas de esfuerzo por parte de Estados Unidos y la mayoría
de los miembros del llamado Grupo de Lima [sic] para garantizar la adopción de
una resolución que depusiera al representante del gobierno de Nicolás Maduro y
lo reemplazara por el candidato nominado por Juan Guaidó. Guaidó es el
autoproclamado `Presidente interino´ de Venezuela y es reconocido por
aproximadamente 50 entre más de 200 gobiernos en el mundo”.
Más adelante el también
destacado periodista resaltó que: “Tomó mucho tiempo para que los 14 países
centrales [sic], atrajeran el apoyo de otros 4, en gran parte porque la manera
en que el Consejo Permanente impulsó la resolución impugnó el derecho
internacional, la Ley y las normas de la OEA. Los gobiernos tuvieron que buscar
profundamente para equilibrar la indiferencia hacia la integridad de la OEA como
institución y el deseo de ayudar a los países que estaban decididos a reconocer
al representante de Guaidó”.
El eminente académico,
profesor en su país e investigador
principal en el Instituto de Estudios de la Commonwealth de la Universidad de Londres explica que
“…en lugar de tratarse de Maduro/Guaidó y Venezuela, la reunión se centró en
vender o salvar el alma de la OEA; se trataba de ignorar las normas
internacionales y la estructura de la Organización para apoyar los propósitos
políticos de corto plazo de unos pocos; y fue sobre todo, el debate sobre el
mantenimiento de la integridad de la OEA”. Concluyó señalando que: “Al final la
votación, aprobada por mayoría simple, fue resumida muy bien por el embajador
de México, Jorge Lomónaco Tonda, diciendo que ‘No hubo ni ganadores ni perdedores;
solo perdedores` y el mayor perdedor fue la OEA. Sanders remata contundente:
“Lo que logró el apresurado proceso es deteriorar a la OEA como institución,
contaminando su estructura y gobierno, dañando las relaciones entre los estados
miembros y convirtiéndola en inepta para su propósito…”
La OEA nació en Bogotá
el 30 de abril de 1948 y falleció tras el homicidio perpetrado por Trump,
Pompeo y Almagro el 9 de abril de 2019. No es la muerte que hubiéramos deseado,
pero América Latina y el Caribe se ha liberado de un ente asesino de miles, tal
vez millones de ciudadanos de toda la región. En abril, el 27 también Venezuela
se retira de este antro donde nunca debió estar.
Todo esto trae a mi
memoria la canción “Acuérdate de abril”, del trovador cubano Amaury Pérez. Así,
pareciera que la OEA le dice a Venezuela: “Acuérdate de mí, no me abandones tan solo, que este abril
me desespera” y Venezuela le ha contestado “no olvides que el amor vuela de
noche y anida en otro abril cualquiera”.
Otro abril cualquiera como aquel de 1810
cuando el pueblo de Caracas expresó su voluntad de iniciar la lucha por la
independencia total del dominio español, o el de 2002 cuando ese mismo
pueblo en alianza con su fuerza armada restituyó en el poder a su presidente
que había sido destituido del mismo gracias a la felonía de la oligarquía local
subordinada a Estados Unidos. Habrá ahora que sumar este abril de 2019, cuando
nos desligamos del ministerio de colonias de Estados Unidos para seguir
trazando el camino de la independencia y la soberanía, de la dignidad y el
honor.
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