Desmontar la cultura
del terror llevará años pero sobre todo el desplazamiento de la clase política
que es heredera de los arquitectos de la contrainsurgencia. Desmontar la
corrupción solamente se logrará desplazando con el concurso internacional al tinglado de intereses que hoy se denomina
Pacto de Corruptos.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
El 17 de abril de 2019,
Guatemala fue sacudida por la detención en Miami de Mario Estrada, candidato
presidencial por la Unión del Cambio Nacional y de uno de sus partidarios, Juan
Pablo González. Después de ver a un Presidente y a una Vicepresidenta de la República involucrados en una red
criminal, nada puede asombrarnos con
respecto a la corrupción de la clase política guatemalteca. No obstante,
confieso que estoy asombrado con las noticias con respecto a las causas del arresto
de Estrada y González. Se les acusa de haber tenido ocho encuentros en
Guatemala y Estados Unidos con agentes
encubiertos de la DEA que se hicieron pasar por operadores del Cártel de
Sinaloa. Como es sabido, los requerimientos del candidato presidencial al
cártel referido fueron entre 10 y 12 millones de dólares para financiar la
campaña electoral de Estrada a cambio de lo cual éste ofrecía, en caso de ser
electo, poner a disposición de esta
organización criminal el Ministerio de Gobernación, el Ministerio de la
Defensa, las aduanas y libre paso por puertos y aeropuertos del país.
Las noticias indican
que Mario Estrada y Juan Pablo González (ex financista de la también candidata
Sandra Torres y tiempo atrás sospechoso de nexos con el cártel de Sinaloa) no
sólo pretendían una asociación financiera a cambio de favores políticos con el
que acaso sea el cártel más poderoso de México. También solicitaron los
servicios de dicho cártel para asesinar a dos de los rivales políticos que
Estrada veía como más peligrosos para
sus aspiraciones. Las noticias no indican los nombres de las posibles víctimas,
por lo que no queda más que especular quiénes serían. Uno de ellos (o una de ellas) dijeron Estrada y
González, era muy odiado por lo que
sería más factible asesinarlo. El otro
tenía mucha protección por lo que operativamente sería más dificultuoso. El
plan era asesinarlos, medir la reacción pública y proseguir con otros
asesinatos más.
La conducta de Estrada
y de su adlátere revela no solamente lo que en Guatemala se llama el Pacto de
Corruptos, sino también la arraigada cultura del terror que durante siglos se fue cristalizando en el país. La lógica de
los asesinatos planteados por los hoy detenidos, recuerda a la que el alto
mando del ejército ejerció durante los años de las dictaduras militares. Se
trata de la misma lógica terrorista de estado que segó la vida de cientos de
miles de guatemaltecos. Desmontar la cultura del terror llevará años pero sobre
todo el desplazamiento de la clase política que es heredera de los arquitectos
de la contrainsurgencia. Desmontar la corrupción solamente se logrará
desplazando con el concurso internacional
al tinglado de intereses que hoy se denomina Pacto de Corruptos. Mario
Estrada y Juan Pablo González
representan a los intereses mafiosos que confabularon la anulación y salida de
la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG). Lo
acontecido con el abanderado de la UCN revela la urgencia de que este organismo
continúe en el país.
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