Hoy nuevamente, sobre América Latina y
el Caribe pende la amenaza que pretende retrotraer la historia. Estados Unidos
se ha volcado como un huracán para impedir todo atisbo de democracia, de
independencia y de avance de las luchas populares, pero una vez más los pueblos
resisten a pesar de las múltiples dificultades.
Sergio
Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra América
Desde Caracas, Venezuela
El mundo está tan convulsionado y la
dinámica global se mueve tan vertiginosamente que resulta complicado decidir
cuál debe ser el tema al que dedicar estas reflexiones semanales. Es imposible
abstraerse de la agresión cotidiana de la derecha internacional y Estados
Unidos contra Venezuela, pero de manera simultánea se están produciendo hechos
que apuntan a hacer evidente que el mundo se mueve hacia transformaciones
estructurales que -todo indica- no se harán sin antes pasar por tan profundas
turbulencias y conflictos que incluso amenazan la existencia de la vida en el
planeta.
Sin embargo, me resisto al derrotismo,
no se trata de ser optimista a ultranza, sino de vivir la realidad en su
esencia más profunda y de forma dialéctica entender que todo lo que ocurre es
porque la vida avanza indefectiblemente y que las fuerzas que pretenden retrotraer
el sentido de la historia serán derrotadas, aunque en el camino dejen un
reguero de esa destrucción y muerte que ha sido propia de las sociedades de
clases desde su origen. Sigo pensando que el espíritu de derrota que permea en
la actualidad a algunos sectores de luchadores progresistas y democráticos en
América Latina y el Caribe es generado por los medios transnacionales de
noticias con el fin de crear el caldo de cultivo para la penetración de su idea
de “fin de la historia” teniendo como objetivo más estratégico, crear las condiciones de aceptación de que la
lucha anti imperialista no tiene sentido y que el momento que se vive ha
sentado las bases para la consolidación de Estados Unidos como amo continental.
No obstante, lo que veo es que la región avanza en otra dirección, aunque los
instrumentos de la democracia representativa mediática lo quiera ocultar.
Hace unos días, asistí como invitado al XXIII
Seminario Internacional “Los partidos y una nueva sociedad” organizado por el Partido
del Trabajo (PT) de México. Al finalizar el evento, se realizó la convocatoria
para el próximo cónclave a realizarse en Ciudad de México el próximo año 2020.
Asimismo, se acordó conmemorar el cincuenta aniversario del triunfo de la
Unidad Popular que llevó a Salvador Allende a la presidencia de la república.
En el mismo momento en que se
desarrollaba el gobierno de la Unidad Popular en Chile, la región veía, con mayor
o menor extensión temporal,el despliegue de otras experiencias progresistas
como las del peronismo en Argentina y los gobiernos cívico militares dirigidos
por los generales Juan Velasco Alvarado en Perú, Omar Torrijos en Panamá y Juan
José Torres en Bolivia. En esa época la social democracia era portadora de
algunas ideas democráticas y progresistas que hacía posibles construir alianzas
con los sectores revolucionarios y de izquierda. También en aquellos años,
México – al igual que ahora, desde diciembre del año pasado- ejecutaba con
mucha firmeza, políticas de defensa de la no intervención, no injerencia en los
asuntos internos de otros Estados y defensa de la soberanía.
Como se sabe, la experiencia chilena de
avanzar por vía pacífica al socialismo, fue abortada a sangre y fuego por la
derecha fascista en connivencia con Estados Unidos, la noche negra de las
dictaduras se entronizó en la región, Cuba volvía a quedar sola en defensa de
la dignidad y el honor de los pueblos latinoamericanos y caribeños. Los avances
democráticos y progresistas de América Latina sufrían un nuevo revés.
Al revisar la historia se podrá
descubrir que de forma similar a esta ola de derechización que vivimos, en
otras ocasiones la regresión conservadora ha ensuciado el acontecer de los
pueblos de la región. La memoria del pasado nos da las pautas que permiten
afirmar que desde la independencia la lucha popular y en defensa de la
democracia no se han detenido. Aunque nuestra historia de 200 años han estado
marcadas por la penetración del capital extranjero, británico primero y
estadounidense después, así como las intervenciones militares francesas,
españolas y norteamericanas, además de las guerras intestinas generadas por la
herencia colonial que no permitió establecer claros límites entre los países
emanados de la independencia y que al entrar al siglo XX, ya en su fase imperialista
Estados Unidos intervino en Cuba, Puerto Rico y Panamá y aplicaron la política
del gran garrote y la diplomacia del dólar, también es cierto que siempre hubo
resistencia de nuestros pueblos a la imposición imperial.
Muestra de ello son el gobierno
nacionalista y de defensa de los intereses nacionales de Balmaceda en Chile
(1886-1891), de la misma manera que se
produjeron tendencias similares en fechas cercanas en Argentina, Uruguay y
Brasil, hasta que la revolución mexicana vino a cimbrar las estructuras del
poder oligárquico, transmitiendo profundas influencias de cambio a la región.
Habría que agregar, ya a mediados del
siglo pasado, el surgimiento de fuertes movimientos nacionalistas,
democratizadores y populares en el marco de la política estadounidense del Buen
Vecino, que obligó a la potencia del norte a “aflojar” su cepo sobre la región
en el contexto de la segunda guerra mundial. La revolución boliviana de 1952,
el triunfo de Jacobo Arbenz en las elecciones presidenciales de Guatemala en
1954, así como los gobiernos de Getulio Vargas en Brasil y Juan Domingo Perón
en Argentina fueron expresión del nuevo empuje que vivían los pueblos de la
región hasta que la revolución cubana vino a establecerse hasta hoy como faro
irredento del sentimiento independentista y libertario de los pueblos de
América Latina y el Caribe.
Así, a través de la historia siempre
vamos a encontrar que la lucha de nuestros pueblos nunca se ha estancado por lo
que ante la imposición del terror de la derecha a través de las dictaduras
cívico-militares de seguridad nacional de los años 70 del siglo pasado, se
manifestó un primer esfuerzo de reversión de tal situación en 1979, cuando
primero en Granada en marzo de ese año, el Movimiento de la Nueva Joya con Maurice
Bishop a la cabeza se propuso iniciar un proceso de transformaciones
estructurales en su país como nunca antes había ocurrido en el Caribe de habla
inglesa. Solo unos meses después, en Nicaragua, el Frente Sandinista de
Liberación Nacional (FSLN) se hacía del poder tras 18 años de lucha contra la
sangrienta dictadura de Anastasio Somoza. Uno y otro proceso fueron frustrados
por las brutales intervenciones militares de Estados Unidos en Granada en 1983
a través de una invasión militar directa y en 1989 en Nicaragua, después de una
cruenta guerra que produjo casi 100 mil muertos entre civiles y militares y que
dejó al país destruido y devastado.
Otra vez, Cuba quedó sola, esta vez en
el marco del fin de la guerra fría y la desaparición de la Unión Soviética, que
hizo que Estados Unidos recrudeciera el bloqueo e incrementara la presión,
pensando que se habían creado condiciones para exterminar por hambre a la
revolución, el período especial significó una situación de extrema tensión en
la que el pueblo cubano expuso los más altos valores de la humanidad: honor,
dignidad, amor a la patria y un irredento sentimiento independentista para
resistir y vencer el intento genocida imperial, hasta que el Comandante Hugo
Chávez llegó al gobierno en Venezuela, iniciando una nueva etapa de
transformaciones que fueron seguidas en otras latitudes y longitudes de la
región.
Hoy nuevamente, sobre América Latina y
el Caribe pende la amenaza que pretende retrotraer la historia. Estados Unidos
se ha volcado como un huracán para impedir todo atisbo de democracia, de
independencia y de avance de las luchas populares, pero una vez más los pueblos
resisten a pesar de las múltiples dificultades. El Seminario organizado por el
PT de México en el que además de ese partido presidido por el profesor Alberto
Anaya, estuvo participando casi a tiempo completo Yeidckol
Polevnsky, Secretaria General del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) del
presidente Andrés Manuel López Obrador fue expresión de ese espíritu de lucha
inclaudicable de la izquierda latinoamericana para revertir esta situación.
Este evento, que por derecho propio se ha transformado en el más
importante de la región y uno de los más trascendentes de todo el mundo hizo un
claro diagnóstico del momento actual, aunque en muchos casos prevaleciera un
análisis sombrío como expresión de la situación actual del continente, pero no
hubo una sola intervención que llamara a la rendición, al retroceso o a la
negación del camino a seguir.
Aunque también –de manera tibia en la mayoría de los casos- se manifestó
la autocrítica respecto de los errores cometidos en la gestión de gobierno y
hubo un exceso de diagnóstico mientras se adolecía de propuestas concretas de
lucha conjunta contra el imperialismo y el neoliberalismo, no hubo dudas para
ubicar al enemigo principal hacia el que hay que enfilar todos los dardos. A
diferencia del Foro de Sao Paulo, que es expresión de una amplitud mayor en la
que algunas organizaciones dudan, se acomodan y hasta se rinden ante el
capital, aquí primó un invariable sentimiento de combatir hasta vencer. En esa
medida, creo que los diagnósticos excesivos sobran, mientras se observan insuficiencias
en los planes de acción para la realización de tareas concretas.
Si compramos la actualidad con 1989, año en que la humanidad dio un giro
superlativo en su devenir, se puede observar que ya Cuba no está sola, otros
países han iniciado la senda de la defensa de los intereses populares desde el
gobierno, y hoy, además de Cuba, Nicaragua, Venezuela, Bolivia, Uruguay, San
Vicente y las Granadinas, Dominica y ahora México tienen gobiernos democráticos
y progresistas. Es evidente que hoy Cuba no está sola. Así mismo, el entorno
global es diferente, en aquel entonces Rusia se introducía en un marasmo del
que solo pudo salir ya entrado el siglo XXI y China aún no había construido el
potencial económico y tecnológico que la ha llevado a ser la segunda potencia
mundial. Ambos países han decidido jugar un papel transcendente en la dinámica
mundial, que en lo básico difiere y se diferencia de los intentos hegemónicos
estadounidenses, secundados por una Europa muy disminuida, sin criterios
propios, y absolutamente plegada al mandato de Estados Unidos. Esta situación
favorece la resistencia de los pueblos y anima la defensa de sus intereses y de
su soberanía
El seminario del PT, realizado en Ciudad
de México estuvo iluminado por la victoria presidencial de Andrés Manuel López
Obrador y la llegada de éste a la más alta magistratura de su país en diciembre
del año pasado. Es la primera vez en 23 años que este seminario se realiza siendo
el PT partido de gobierno. Alberto Anaya hizo una pormenorizada exposición del
programa de gobierno, los métodos y los caminos para producir la cuarta transformación
de México, que como siempre ha sido a través de la historia, ejercerá un influjo
indudable en el transcurso de la marcha de los países de América Latina y el Caribe,
que jamás han detenido el paso y nunca se han rendido.
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