Muros,
cierres fronterizos, militarización y criminalización, amenazas y más leyes
punitivas son la respuesta de Donald Trump ante uno de los fenómenos sociales
de la historia humana, que con mayor precisión ejemplifica lo equivocadas que
hasta le fecha han resultado las políticas implementadas en la economía de los
países capitalistas del mundo, y en particular de América Latina.
Cristóbal León Campos / Especial
para Con Nuestra América
Desde
Mérida, Yucatán. México.
La
inhumana política déspota de los Estados Unidos ha llevado al presidente,
Donald Trump, a recrudecer las amenazas contra los inmigrantes
latinoamericanos, las medidas de criminalización y persecución se refuerzan en
la frontera norte de México, creando una situación de crisis que podría traer
mayores consecuencias, entro otras, el cierre total de la frontera como ya ha
intimidado el presidente estadounidense con hacerlo, lo que ocasionaría no solo
la agudización de la situación de los seres humanos que a diario intentan
cruzar, sino que repercutiría en las relaciones económicas de ambas naciones.
Las imágenes de niños enjaulados, civiles armados acompañando a las guardias
fronterizas la puro estilo del ku klux
klan, un discurso violento contra los inmigrantes seguido de campañas
mediáticas para generar miedo en la sociedad norteamericana, hostigamiento
político y la muerte de miles de personas al año por las medidas económicas
generadas por el capitalismo, son el panorama en la frontera de dos naciones que
representan dos Américas cuyas raíces se contraponen por sus calores culturales
y la historia compartida en la que destaca la actitud injerencista y bélica de
los Estados Unidos frente al deseo de las naciones latinoamericanas de salir
del atraso al que fueran condenadas por tantos años de colonialismo e
imperialismo.
El
reto que representa la inmigración tiene orígenes profundos negados por los
discursos de los gobiernos, la crisis y agudización de las necesidades humanas
en países latinoamericanos con la implementación de las políticas neoliberales
representó la catapulta para el aumento del número de personas que se deciden a
buscar mejores condiciones en otras latitudes, de manera especial, países como
México incrementó la cantidad de inmigrantes a los Estados Unidos por a la
violencia exacerbada con la llamada guerra contra el narcotráfico, la
pauperización por el despojo en las comunidades de sus tierras y materias
primas, la sobre-explotación de la mano de obra que se regula según la oferta y
la demanda del propio mercado capitalista, medida que igual impacta en la
cantidad de inmigrantes aceptados en el interior de la sociedad estadounidense,
además, para el caso centroamericano, los gobiernos títeres de la región
recrudecieron las condiciones infrahumanas de muchas regiones utilizando a la
migración como válvula de escape ante posibles crisis sociales que generaran
protestas y reclamos de mayor índole. Guatemala, Honduras y El Salvador han
expulsado de su patria a miles de ciudadanos que agobiados por las condiciones
de vida buscan sobrevivir a toda costa, lo que el gobierno imperialista de
Trump llama criminales son en realidad seres humanos despojados de su dignidad
y explotados al grado máximo que ha conocido la humanidad. La pobreza que
genera los éxodos migratorios en Latinoamérica tiene profunda conexión con los
intereses de perpetua dominación de las potencias neocoloniales del mundo.
Muros,
cierres fronterizos, militarización y criminalización, amenazas y más leyes
punitivas son la respuesta de Donald Trump ante uno de los fenómenos sociales
de la historia humana, que con mayor precisión ejemplifica lo equivocadas que
hasta le fecha han resultado las políticas implementadas en la economía de los
países capitalistas del mundo, y en particular de América Latina. Las
acusaciones que la Casa Blanca ha lanzado sobre los gobiernos de México,
Guatemala, El Salvador y Honduras señalándolos de no tomar medidas para impedir
el incremento migratorio, oculta el hecho de la dependencia económica y
política que en durante décadas ha caracterizado la relación entre los países
centroamericanos y los Estados Unidos. México ahora vive una serie de reformas
que pudieran llevar a replantear de manera real y frontal la relación con la
potencia imperial, parando al fin, el sometimiento que caracterizó a los
gobiernos anteriores, pero esto requiere de la decisión de finalizar muchos de
los acuerdos que continúan beneficiando a los poderosos consorcios
estadounidenses y ha algunas empresas mexicanas, todo ello, en detrimento del
bienestar social, no alcanza para esto evadir las provocaciones de Trump sino
que es necesario responder con medidas claras y a favor de la soberanía
mexicana. Por su parte, los tres países de Centroamérica que han subsistido con
las dadivas que Estados Unidos les da cada año, y ahora como parte de esta
nueva crisis chantajea con quitarles, requieren el replanteamiento de su propia
realidad, pero para ello los gobiernos títeres tendrían que ceder el camino a
proyectos progresistas y de desarrollo social. La violencia imperialista se
sostiene de la sumisión económica y política que en la zona a mantenido desde
tiempo atrás. La inmigración es el parte aguas para la visibilizarían de los
problemas internos de los países dependientes en Nuestra América. La salida
radica en la reconfiguración regional ponderando el bienestar humano desde el
seno de las sociedades laceradas por el capitalismo, contra la exclusión
ancestral es tiempo de construir la unidad de los oprimidos en toda la
geografía de Nuestra América.
Integrante del Colectivo Disyuntivas
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