Hay algo más simple, más sencillo y entendible para cualquier humano: no
es lo mismo, vivir que sobrevivir. No es lo mismo estar parado en tierra firme
que ser un náufrago en medio del océano a la espera de un providencial cabo que
lo salve. Y eso es lo que hemos sido todos estos años de engaño y mentiras
mediáticas.
Roberto Utrero Guerra / Especial
para Con Nuestra América
Desde España
No estamos en guerra. No hay un alto al fuego, como tampoco dos bandos
enfrentados luchando ni mucho menos. Para nada. Es una manera de decir. Es sólo
para designar un parate. Una escapada a la Península y vuelta a los afectos
familiares extremeños, largamente postergados. Pero el hecho de salir de la
vorágine a la que nos han expuesto a los argentinos el gobierno de Cambiemos,
al menos por poco tiempo, es un bálsamo, una brizna de tranquilidad. Una fuente
de inspiración para la reflexión.
España tiene suficientes motivos para embriagar los sentidos que, sólo
recalar por Madrid, dar una vuelta por la ciudad de los Austrias, la Plaza
Mayor y practicar el deporte nacional del tapeo, las cañas y las charlas
amenas, ponen de manifiesto que en una sociedad las cosas pueden ser de otra
manera, aunque avancemos pisando la superficie, sin internarnos más allá. Por
el momento al menos.
Sin embargo, la mirada desde la perspectiva obligada que da la
distancia, aumenta considerablemente la magnitud del daño ocasionado por estos
desalmados. No hay manera de cuantificar la angustia y zozobra de millones de
argentinos. No hay forma de retribuir tanto sufrimiento cotidiano, desde que el
día amanece hasta que llega la noche. Porque seguir con estadísticas donde
todos los números están al rojo vivo es necio, es absurdo, es una falta de
respeto a esos millones de víctimas que tienen nombre y apellido. Como falta de
respeto son las bravuconadas de las primeras autoridades, desde el primer
mandatario al Jefe de gabinete, Marcos Peña en su retorno al Congreso,
continuando con el sonsonete de campaña repetido en los retiros espirituales de
la banda: confirmar el rumbo tomado, insistir en el sacrificio y volver a la
pesada herencia. Victimizándose y a los gritos, pero eludiendo burdamente
rendir cuentas por lo realizado ante los legisladores, que era lo que debía
hacer. Eso los desenmascara cómo son: perversos, malvados. Gente totalmente
insensible, porque sus inmensas fortunas fueron amasadas con sangre de muchos
compatriotas ¡qué puede importarles lo que está sucediendo ahora!
Siguiendo con el señor Jefe de gabinete, su familia erradicó a los
indígenas, pagando por sus orejas en la dilatada Patagonia hace más de un siglo
y, siguen proveyendo alimentos en la única cadena de supermercados de la
región.
La elevada inflación de los últimos meses ha generado concentración monopólica
y acopio de alimentos indispensables. Ha sucedido con los molinos harineros, el
aceite y los lácteos. Pocos medios informan que no hay leche en las góndolas de
los supermercados. Un disparate impensable en el país de las vacas.
Me ha tocado en suerte transcurrir Semana Santa y, amén de advertir las
arraigadas tradiciones religiosas sobre todo en Granada, la Ciudad Real, donde
el domingo de ramos inicia la conmemoración de aquella prístina semana, cabe
destacar que la mayoría de las familias se toman los siete días para el turismo
religioso. Hacen un prolongado alto en sus labores, lucen sus mejores galas y
aprovechan para disfrutar de la variada oferta gastronómica, hecho destacable
en un pueblo acostumbrado al buen comer y beber. Ciertamente funciona la
inmediatez del mercado conformado por las familias y empresas, regulado desde
luego por las reglas del Estado. Eso es en chino básico, mercado interno en
constante expansión porque desarrolla bienes no transables.
Pero lo que más sorprende a un sobreviviente de la Argentina de Macri,
es la tranquilidad de esa multitud de caminantes que inunda las callejuelas
estrechas del Albaicín y las adyacencias de su imponente Catedral donde
consumen permanentemente las delicias que ofrecen bares y confiterías, donde
todos van a recalar. Nada comparable con la tortura y constante vigilia a la
que estamos condenados la mayoría de los argentinos que miramos los precios
aterrorizados y elegimos qué producto priorizar para que alcancen los magros
ingresos.
Es entonces cuando se advierte el grado de deterioro a que hemos sido
expuestos y cuánto daño que se le ha ocasionado al país en su conjunto. Hasta
qué punto nos ha enfermado este grupo de indolentes inescrupulosos. Seres
despreciables que sólo tienen aprecio por el dinero y que, ebrios de codicia,
conformaron una alianza política cuyos destinos y campaña pusieron en manos de
ideólogos inescrupulosos y perversos amparados por el mayor blindaje mediático
de todos los tiempos. Es lo único que explica que una manada los haya seguido
hasta el borde del precipicio y, aun cayendo al vacío, sigan pensando que su
sacrificio vale.
Jamás el martirio ha tenido como causa la estupidez. Pero bueno… Duran
Barba, el gurú mayor, se jacta de haberlo logrado cuando se lo consulta.
Pero hay algo más simple, más sencillo y entendible para cualquier
humano: no es lo mismo, vivir que sobrevivir. No es lo mismo estar parado en
tierra firme que ser un náufrago en medio del océano a la espera de un
providencial cabo que lo salve. Y eso es lo que hemos sido todos estos años de
engaño y mentiras mediáticas.
Este grupo indolente, plagado de frases cortas – lo único que pronuncian
– continúa taladrando cabezas, polarizando pasiones tan ciegas y abrumadoras
como el odio. Ese odio que, insistimos, sólo administran con sabia calma las
derechas, detentoras por siempre del poder. Mucho más, como en el caso de
América Latina, que tiene una historia de más de cinco siglos y terminó alojado
en el cerebro reptil del mestizaje.
Odio derechoso que también se expone aquí en España en plena época
electoral que concluirá con los comisos del 28 del corriente, donde se declama
con total desenfado la baja del salario mínimo, cuando bien podría recurrirse a
otro sector para recortar recursos.
Sin embargo, como en todos lados, el hilo se corta por lo más delgado y
lo más delgado es el bolsillo de los trabajadores. Esto sin nombrar algunas
sandeces que pretenden incluir al niño por nacer en la cápita de la familia
numerosa. Algo tan difícil de explicar que ni la misma candidata puede salir a
demostrar su aplicación.
Ello explica y a la vez homologa esta siniestra toma global de los
gobiernos por parte de los poderosos y sus lacayos; los esbirros de turno tan
descartables como lo puede ser un jubilado o un obrero a punto de terminar su
vida económicamente activa.
Pero volvamos a la pesadilla argentina, tan masoquista como nuestros
extremos obsesivos, aquella que nos persigue a todas partes y forma parte de
una preocupación constante y no desaparece al distraernos en algo placentero.
El país duele todo el tiempo y siempre estamos volviendo a sus noticias
como si fuéramos sonámbulos, obsesionados con todo lo que allí ocurre. Porque
el paisito – como gustan mentar los uruguayos al nombrar su terruño – nos araña
las entrañas, lo que ocurre allí está afectando a nuestras familias, amigos, a
todo ese paisaje humano que nos contiene desde siempre y que reconocemos como
propio e indelegable. Eso que algún trasnochado embriagado atribuyó a la
patria.
Entonces volvemos al ruedo cargados de indignación y rabia, con mente
despejada y los puños crispados dispuestos a denunciar iniquidades. Volvemos a
enfocarnos y convencidos denunciamos que, ningún programa económico puede
restringirse al ajuste y achicamiento y, sobre todo basar su política
financiera en garantizar el pago de la deuda contraída – sin ningún propósito
económico específico interno – sólo para retribuir al propio FMI, cerrando el
círculo perverso y vicioso de los grandes banqueros.
Sin embargo, la barriga y no el cerebro, reacciona y responde con ira a
los embates de Cambiemos y empieza a darle vuelta los comicios provinciales. Ya
van seis provincias en que gana la oposición. El peronismo en sus diversas
alianzas y formas va ganando los respectivos gobiernos. Y, por si fuera ello
poco, en la mayoría de las encuestas, Macri tiene una imagen negativa superior
al 60% y pierde en primera y segunda vuelta con Cristina Fernández de Kirchner
aunque todavía no es candidata. Como se dice popularmente, “lo corre con la
alpargata” o, “lo pelea con la vaina”.
Vale entonces esperar que, progresivamente vuelvan las cosas a responder
como la ley de gravedad, el sol salga por el mismo lado y el gallo cante a la
hora esperada. Tanta pesadilla, tanta insolencia, torpeza y maldad generalizada
deben irse borrando paulatinamente. La pesadilla, como en la trama de la novela
La peste de Albert Camus, como vino
se irá. Y, aunque las consecuencias dejarán huellas imborrables, puede que
sirvan de escarmiento para aquellos desprevenidos que descreen del ejercicio de
la política y la lucha, como única arma para luchar por los derechos
ciudadanos.
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