Añoro el día en el que en Guatemala no
sean loados los soldados sino los poetas (y los maestros).
Rafael
Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
Otto René Castillo, poeta asesinado en 1967 por el ejército de Guatemala. |
Hace unos pocos días ocurrió una marcha
de protesta en Ciudad de Guatemala. Fueron aproximadamente 300 personas entre
familiares de militares y militares retirados, que decidieron manifestarse
contra los juicios que tribunales guatemaltecos están llevando a cabo contra
quienes han sido sindicados de asesinatos y genocidio durante la guerra que
asoló a Guatemala durante 36 años pero, especialmente, en la década de 1980.
Entre los acusados está el tristemente
célebre ex general Efraín Ríos Mont quien, durante más de diez años, escudado
en la inmunidad que le daba el ser miembro del Congreso Nacional, escapó a la justicia. Pero no solo es él, ni
mucho menos, y los juicios avanzan, aunque lentamente dadas las múltiples
estratagemas que la defensa de los acusados urde.
Los familiares de los acusados reclaman
que son víctimas de un complot comunista. En primer lugar, niegan que haya
habido un genocidio y para ello se escudan en definiciones de lo que es y lo
que no es genocidio. A esa tesis adscribe, también, el actual presidente de la
República, el ex general Otto Pérez Molina, quien fue un activo y visible actor
en las acciones del Ejército guatemalteco que hoy están siendo cuestionadas.
Para toda esta gente, el complot
comunista es producto de mentes calenturientas de intelectuales que,
perteneciendo, según piensan, al campo de los derrotados en la guerra, ahora
tratan de revertir a su favor el curso de los acontecimientos. La historia que
estos cuentan sería, entonces, pura invención, a pesar que miles de testimonios
y cientos de fosas comunes atestiguan lo contrario.
Los poetas, para ellos, son
intelectuales. Forman parte, por lo tanto, del despreciable sector de la
sociedad que cuenta mentiras sobre ellos. Los poetas son, por antonomasia,
seres a los que desprecian. Los han asociado siempre con la bohemia, la informalidad
y la falta de seriedad. Lo último que querrían es que una hija suya se casara
con un poeta; sería un fracaso.
En Guatemala, uno de los poetas
emblemáticos de la contemporaneidad es Otto René Castillo. Murió torturado y
quemado en la base militar de Zacapa, en el Oriente del país, cerca de la
frontera con El Salvador, en la década de los años 60. Quien dirigía esa base
militar, el general Carlos Arana Osorio, llegó a ser presidente en 1970.
Otto René Castillo escribió un poema
emblemático que trascendió las fronteras del país y se ha transformado en
símbolo del compromiso con la patria irredenta. Se llama Vamos Patria a caminar.
Los manifestantes defendieron a los militares. |
Para los participantes en la
manifestación que comentamos, Otto René Castillo representa el súmmum del tipo
de persona aborrecible. No solo era poeta sino, además, de izquierda. Su
eliminación física, como símbolo de la extirpación del mal, permitió que la
sociedad guatemalteca no cayera en las garras del comunismo, y quien llevó
adelante esta tarea fue el ejército, los soldados. Una pancarta decía: Gracias a los soldados y no a los poetas
podemos hablar en público.
Al otro lado del istmo centroamericano
está Costa Rica. Es una sociedad que abolió el ejército como institución en
1949. Se precia de tener más maestros que soldados o, en otras palabras, de
tener un ejército de maestros.
Piensan los costarricenses que gracias a
la sociedad que han logrado construir, que pone a los maestros en un lugar
central, es que pueden gozar de libertades que en Guatemala se escamotean.
Maestro fue quien hoy los costarricenses
tienen prácticamente como su poeta nacional, Jorge Debravo. En estos días
celebran lo que habría sido su 60 aniversario.
No creo que los guatemaltecos deban ser
como los costarricenses, pero añoro el día en el que en Guatemala no sean
loados los soldados sino los poetas (y los maestros).
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