Las “ciudades modelo” -charter city- vienen a ser una
especie de maximización de los condominios amurallados que la exclusión social
propiciada por el neoliberalismo hizo proliferar en todas las ciudades
latinoamericanas.
Rafael
Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
Las "ciudades modelo": nuevos enclaves del siglo XXI. |
El martes 18 de septiembre el gobierno
hondureño reafirmó, por enésima vez, la vocación entreguista y la incapacidad
de su oligarquía expresada, en esta oportunidad, a través de la administración de
Porfirio Lobo.
Ese día, el gobierno firmó un
memorándum de entendimiento que permitirá la construcción de ciudades modelo, también llamadas regiones especiales de desarrollo, que
reeditará la vieja noción de enclave
bajo la cual funcionó la explotación bananera en el Caribe y Centroamérica
desde el siglo XIX.
Como bien se sabe, este tipo de
inversión del capital norteamericano en nuestras tierras trajo consigo una de
las más agresivas formas de explotación
de la fuerza de trabajo. Se trataba de verdaderas islas, dentro del respectivo
territorio nacional, en las que las leyes del país se veían opacadas y limitadas
por la reglamentación que imponían las bananeras.
Honduras constituyó un campo fértil en
Centroamérica para este tipo de inversión extranjera, así como también lo ha
sido en nuestros días para la famosa maquila,
que no se queda atrás en la forma de esquilmar a nuestra fuerza de trabajo
vejándole sus más elementales derechos.
Para nuestras atrasadas oligarquías estas
son formas de “modernización” que ven no solo con buenos ojos sino que buscan
afanosamente, ofreciendo “ventajas comparativas” que, en cualquier otra parte,
darían vergüenza: bajos salarios y legislación
“flexible”.
Las bananeras dejaron de ser el emporio
que fueron de la inversión extranjera hace unos años, y la maquila viene de
capa caída ante la competencia de China y otras naciones asiáticas. Así que
este nuevo invento de ciudades-enclave viene a ser la nueva respuesta que los
grupos dominantes hondureños se sacan de la manga como propuesta de desarrollo
nacional.
Las tales ciudades modelo vienen a ser
una especie de maximización de los condominios amurallados que la exclusión
social propiciada por el neoliberalismo hizo proliferar en todas las ciudades
latinoamericanas. Cercados, aislados de su entorno muchas veces paupérrimo,
estos espacios privados son la viva imagen de una creciente segmentación social
que trata de combatirse con políticas sociales focalizadas para evitar la caída
al vacío de quienes no son útiles ni necesarios al sistema y, en tanto
marginales, son tratados como desechos.
Las ciudades modelo son, también, la
viva imagen de la incapacidad y el fracaso de quienes, desde Honduras, las
impulsan. En efecto, ante una situación de resistencia y oposición popular a
las políticas elitistas y represivas del gobierno; ante la imposibilidad que
les asiste de controlar la violencia desbocada; frente a una situación de
pobreza que los coloca como el segundo país más pobre de América Latina, el gobierno
hondureño opta por evadir responsabilidades y trata de construir, en un coto
cerrado manejado por transnacionales, un mundo ideal, el mundo del otro lado
del espejo, tal vez para que los pocos hondureños acaudalados no tengan que
pagar el boleto para Miami y puedan tomar el sol, caminar tranquilos por la
calle y saborear delicatesen importadas
en su propio país.
Si no fuera porque la noticia ha sido
confirmada por las agencias de prensa; porque hay un recurso de
inconstitucionalidad presentado por Oscar Cruz, exfiscal de Defensa de la
Constitución, y declaraciones de advertencia de Frank La Rue, relator de
Libertad de Expresión de la ONU entre otras, esto parecería una broma. De mal
gusto, por supuesto.
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