Los liberales de
mediados del siglo XX endeudaron el país en varias decenas de millones de
dólares que aún estamos pagando. Los militares de fines del siglo pasado nos
endeudaron por varios centenares de millones de dólares. En la actualidad, los
neoliberales nos han endeudado en varios miles de millones de dólares que
tendrán que pagar nuestros hijos y nietos.
Marco A. Gandásegui, hijo / ALAI
Algo que los panameños
tenemos que recordar –se nos olvida con muchas facilidad– es que nuestros
problemas son el producto de las políticas que aplican los gobernantes para
favorecer algunos pocos inversionistas o especuladores que forman parte de círculo
del poder. El crimen organizado y la creciente violencia que sacude al país es
consecuencia de las políticas gubernamentales. El caos urbano en el transporte
y en las construcciones son el resultado de las resoluciones que aprueban
nuestras autoridades. El alto costo de la vida y el incremento del precio de la
canasta básica están directamente asociados a los tratados de “libre comercio”.
El círculo de poder que
concentra la riqueza del país tiene a su servicio inmediato un ejército de
servidores que se especializan en engañar, convencer, castigar y reprimir al
resto de la población. Este sector – los pobres que conforman mas del 75 por
ciento de los panameños - está dividido en dos grupos. Por un lado, los
trabajadores que producen riquezas para la acumulación de los ricos. Por el
otro, una creciente masa de panameños que se encuentra en el sector informal y
sin trabajo decente, y que se encuentra en peligro constante de ser privada de
su libertad por el delito de ser pobres.
La mayoría de los
panameños son engañados todos los días cuando se trata de explicar las causas
del crimen, del caos urbano y del alto costo de la vida. Se dejan embaucar por
quienes dicen a través de los medios que a los panameños les gusta ser flojos,
peleones y relajados. Con esas características no podemos llegar a ser un
pueblo productivo. Los teóricos de los gobernantes plantean que la desigualdad
es necesaria para que exista progreso. Agregan insulto a desprecio señalando
que la pobreza es un buen negocio para el país.
Recientemente, un
escritor argentino, Adrián Salbuchi, se refirió al problema de la deuda
pública. Los presidentes de la República, ministros y asesores le cantan loas a
la deuda y los grandes beneficios que representan para el país. No importa que
a mayor deuda, más pobreza y mayor la desigualdad. Salbuchi también nos
recuerda que “cuando estallan las
consabidas ‘crisis’ de deuda pública, son preconcebidos. Estallan porque es el
efecto buscado”.
Para explicar este
fenómeno se remonta cuatrocientos años y trae al mundo actual a William
Shakespeare. “Se trata de un complejo sistema de deuda que puede describirse
como ‘el modelo Shylock’, aludiendo a la obra El mercader de Venecia,
uno de cuyos principales personajes es el despreciable usurero Shylock”. En la
obra de Shakespeare, Shylock le hace un préstamo a un mercader exigiéndole que
firme un contrato mediante el cual se compromete a pagarle “de su propia carne”
si no puede cubrir los intereses de la deuda.
”Bajo el modelo de Shylock, primero hay que
endeudar a la víctima, imponiéndole un contrato legal que lo obliga a pagar.
Shylock lo logró apelando a las leyes de Venecia para que avalara su
escandalosa pretensión. Los banqueros modernos lo hacen colocando a “sus”
políticos para que endeuden al país”.
¿Qué es lo peor que le
puede ocurrir a mega-banqueros como Goldman Sachs, JP MorganChase, Rockefeller,
Soros o Rothschild, todos ellos modernos administradores del modelo Shylock?
Que algún país soberano le diga ven el lunes a retirar tu cheque.
”El Sistema de Deuda Eterna funciona, según el modelo Shylock, cuando los mega-banqueros usureros sincronizan su relojes con gobernantes títeres. Un trabajador honesto, señala Salbuchi, jamás podrá penetrar en la mentalidad parasitaria del usurero si parte de la premisa errónea de que Shylock le prestó a Antonio con la intención de que le devuelva la suma. Shylock especulaba con que Antonio no pudiera devolverle lo prestado, para así poder ejecutar la garantía, su “pagaré”.
Un deudor
potencialmente rico que se vea transitoriamente imposibilitado de devolver un
préstamo, es música para los oídos de un banquero usurero. Cualquier deudor que
devuelva el dinero prestado no le conviene a un usurero. Esa práctica acaba con
los principios y cimientos sobre los que se sustenta la usura. Frustra toda
posibilidad de que banqueros y usureros puedan ejercer su oficio de parásitos,
al verse obligados a trabajar en busca de nuevas víctimas.
El negocio más jugoso
para un banquero es, precisamente, poder refinanciar deudas año tras año, haciéndolas
crecer exponencialmente a través del interés y del interés compuesto. Por eso,
el secreto está en que el deudor no pueda pagar. Shylock jamás tuvo como
objetivo recuperar su préstamo. Sólo quería su libra de carne. El préstamo y el
contrato de garantía conformaban el mecanismo para hacerse “legalmente” dueño
del mercader.
Los liberales de
mediados del siglo XX endeudaron el país en varias decenas de millones de
dólares que aún estamos pagando. Los militares de fines del siglo pasado nos
endeudaron por varios centenares de millones de dólares. En la actualidad, los
neoliberales nos han endeudado en varios miles de millones de dólares que
tendrán que pagar nuestros hijos y nietos a los modernos Shylocks. Seguiremos
entregándole a los banqueros nuestras riquezas mientras seguimos en la pobreza
‘espléndida’ y gozando de la desigualdad tan celebrada por los neoliberales.
Panamá, 13 de septiembre de 2012.
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