El voto hispano es muy
importante en la actual coyuntura electoral estadounidense, y de ahí el coqueteo
de los que, si no fuera por esa circunstancia, seguramente ni los volverían a
ver. Como se sabe, un tema crucial es el de las posibilidades de permanencia en
ese país de forma legal.
Rafael
Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
Julián Castro, alcalde de San Antonio (Texas), fue uno de los oradores principales en la convención del Partido Demócrata. |
Al acercarse las elecciones
norteamericanas se acentúan los coqueteos de los dos grandes partidos de ese
país con los latinos, hispanos o hispánicos, es decir, la parte de nosotros que
se ha ido al Norte.
Hispano es un término que corresponde a una
categoría pan-étnica creada por decreto hace tres décadas, en tiempos de
Richard Nixon. En Estados Unidos, son una comunidad antigua y nueva al mismo
tiempo, compuesta tanto por recién llegados, como por descendientes de familias
con un arraigo más profundo que cualquier otro grupo, salvo los pueblos
indígenas. Los hispanos, de esta
manera, pueden reivindicar una presencia anterior, incluso al nacimiento de los
Estados Unidos; pero su influencia de hoy en día se debe, sobre todo, a las
inmigraciones más recientes. Actualmente son la primera minoría, y en el 2050
constituirán la cuarta parte de la población de ese país. Ante esto, no faltan
quienes, como Samuel P. Huntington, consideran que esta inmigración amenaza la
identidad nacional.
La Oficina del Censo de los Estados
Unidos indica que actualmente hay 31.7 millones de hispanos en su territorio
—11.7% de la población total—, de los cuales casi veinte millones son de origen
mexicano, lo que representa el 65% de los 18 millones de los latinos en los
Estados Unidos, seguidos por los puertorriqueños y los centroamericanos.
El destino de los migrantes siguen
siendo fundamentalmente los estados de California, Texas, Arizona y Nuevo
México. Sin embargo, en los últimos años han avanzado paulatinamente hacia el
norte, incrementando su presencia en ciudades como Chicago y Nueva York.
Existen lugares como Santa Ana, California, y El Paso, Texas, donde la
población mayoritaria es de origen hispano. El porcentaje de esta población en
diversas ciudades norteamericanas rebasa actualmente el 30%, cifra que
consolida su poder en entidades tan importantes para la federación como
California.
El voto hispano, por
lo tanto, es muy importante, y de ahí el coqueteo de los que, si no fuera por
esa circunstancia, seguramente ni los volverían a ver. Como se sabe, un tema
crucial es el de las posibilidades de permanencia en ese país de forma legal.
Las más recientes
escaramuzas al respecto han girado en torno al llamado Dream Act, que busca la
permanencia legal en ese país de miles de estudiantes, llamados dreamers, hijos de inmigrantes.
A los Estados Unidos
les conviene su permanencia en el país; es fuerza de trabajo calificada que no
debe dejar ir. Países como Alemania, por ejemplo, han elaborado sofisticadas
leyes de atracción de profesionales desde los países en crisis en el seno de la
misma Unión Europea y, también, desde nuestros países. Ofrecen buenos salarios
y facilidades para instalarse. Es decir, una política que incentiva la fuga de
cerebros.
Barack Obama presenta
las iniciativas que ha impulsado al respecto como “inclusivas”, y apela a la
historia norteamericana de tolerancia ante la migración como respaldo. Las
razones son, sin embargo, como vemos, más pragmáticas.
Los republicanos, por
su parte abogan por restringir lo que catalogan como privilegios de minorías
que consideran que pueden llevar a la nación a la debacle. Piensan que los
latinos no serían tan capaces como los anglosajones de llevar adelante el país;
pero estas posiciones no son nuevas: Benjamín Franklin temía en 1751 que zonas
de Estados Unidos se fueran a “germanizar” de la misma manera en que hoy muchos
temen que el territorio estadounidense se está “mexicanizando” o, de modo más
general, “latinizando”.
Con la mesa servida, los hispanos se
transforman en platillo apetecible.
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