América Latina está muy
lejos de garantizar su defensa de forma autónoma y las inversiones en armamento
siguen siendo las más bajas del mundo. Algo empezó a cambiar. El crecimiento
sostenido de la industria militar brasileña, que va camino a situarse entre las
10 mayores del mundo, está llamado a arrastrar a los demás países de la región.
Raúl Zibechi / LA JORNADA
Desde la gira del secretario
de Defensa de Estados Unidos, Leon Panetta, por la región sudamericana en abril
pasado, se han profundizado las tendencias que se insinuaban desde tiempo
atrás. El Mercosur impulsado por Brasil se afirma cada vez más como potencia
económica, política y militar que necesita disputar el espacio sudamericano con
Estados Unidos, que sigue considerando la región como su patio trasero.
Recordemos que Panetta
consolidó el papel militar de sus dos principales aliados, Chile y Colombia, y
que lanzó una suerte de ultimátum al gobierno de Dilma Rousseff para
“transformar radicalmente la relación de Brasil y Estados Unidos en el área de
la defensa”. En concreto ofrece cierta transferencia de tecnología a la
industria militar brasileña, a cambio de la sumisión geopolítica de la potencia
emergente (La Jornada, 18 de mayo de 2012).
En poco más de cuatro
meses, la “respuesta” regional en el terreno militar (dejo de lado la
contraofensiva que supuso el ingreso de Venezuela al Mercosur ante el golpe
contra Fernando Lugo en Paraguay) estuvo centrada en dos ejes: la
profundización de las alianzas militares sudamericanas y la potenciación del
complejo industrial-militar de Brasil.
En el primer aspecto, lo
más destacado fueron las maniobras conjuntas entre los ejércitos de Argentina y
Brasil denominadas Operación Guaraní, en la provincia de Misiones, cerca de la
estratégica Triple Frontera, entre el 23 y el 29 de junio. Participaron mil 200
militares y 210 vehículos de ambos países, con el objetivo de “estrechar lazos
de amistad, confianza y cooperación entre los ejércitos de los países”
(Defesanet, 30 de junio de 2012).
Según los analistas se
registró un hecho “histórico” como la integración en los mismos pelotones de
soldados y oficiales de ambos ejércitos, lo que supone la voluntad de
unificarse en el combate. Es el segundo año que se realiza la Operación
Guaraní, que en esta edición se destacó por la cantidad de personal y material
involucrado.
Para evaluar la magnitud
del viraje geopolítico que suponen estos ejercicios militares debe recordarse
que hasta la década de 1980 la principal hipótesis de conflicto, en cada uno de
los países, era la guerra contra el vecino. Se trata de una hipótesis heredada
del colonialismo que enfrentó a las coronas de España y Portugal y que se
extendió más de siglo y medio después de las independencias, siendo
entusiastamente adoptada por las dictaduras de los años 60 y 70.
A principios de agosto
Brasil movilizó 10 mil militares en la operación Agata 5, un megaoperativo de
seguridad fronteriza que cubrió 4 mil kilómetros, con especial énfasis en la
Triple Frontera. Estas operaciones forman parte del Plan Estratégico de
Fronteras, lanzado en junio de 2011 por la presidenta Dilma Rousseff (La
Nación, 8 de agosto de 2012).
La segunda cuestión que
aleja cada vez más al Mercosur de Washington es el fuerte crecimiento de la
industria militar brasileña. Los medios especializados señalan que la industria
de defensa de Brasil atraviesa un boom y que los empresarios del sector
“están felices” y tienen “la voluntad de invertir y crecer”, siguiendo los
dictados de la Estrategia Nacional de Defensa aprobada en 2008 (Defesanet, 24
de agosto de 2012).
La Asociación de
Industrias de Materiales de Defensa y Seguridad integra 170 empresas, que
proyectan duplicar los 25 mil trabajadores que emplea el sector y prevén
aumentar las exportaciones de mil 700 a 4 mil millones de dólares para 2020.
Los mercados naturales son los países vecinos, con los cuales están en marcha
proyectos militares ambiciosos como el carguero KC-390, destinado a sustituir a
los C-130 Hércules estadunidenses, en el que cooperan industrias de Argentina,
Chile y Colombia en el diseño hecho por la Embraer de Brasil.
El 24 de agosto el Centro
de Comunicaciones y Guerra Electrónica del ejército eligió a Embraer para dar
los primeros pasos del sistema para monitorear fronteras (Sisfron), con un
presupuesto de 6 mil millones de dólares. A diferencia de lo que sucedía hasta
ahora, que los radares eran provistos por la multinacional francesa Thales, ahora
todos los equipos serán fabricados en Brasil.
Un amplio informe
publicado por O Estado de São Paulo (16 de septiembre de 2012) señala
que los seis principales proyectos estratégicos de las fuerzas armadas suponen
una inversión de más de 60 mil millones de dólares. Además del Sisfron y del
carguero militar, incluyen la modernización de la defensa antiaérea con misiles
que alcanzan 300 kilómetros, la fabricación de 2 mil blindados de transporte,
inversiones en defensa electrónica y la compra de 120 cazas con transferencia
de tecnología.
La marina está
construyendo los primeros cuatro submarinos convencionales, de un total de 15,
y comenzó el desarrollo del primer submarino nuclear, de un total de seis. La
flota contará con dos portaviones nuevos, cuenta con uno antiguo, y 106 naves
de combate; una parte de ellas serán construidas en los astilleros brasileños.
Además se está relanzando la industria espacial, sector en el que Brasil marcha
detrás de Venezuela y Argentina.
El mundo está asistiendo
a una acelerada carrera armamentista en el contexto de una profunda
remodelación geopolítica. A comienzos de septiembre trascendió la fusión entre
la inglesa BAE Systems y la europea EADS, dos de las principales empresas de
defensa del mundo, ante la crisis de la primera por la reducción del
presupuesto militar de su principal cliente, Estados Unidos. Una Unión Europea
cada vez más distante de Washington propone crear un ejército europeo sin Gran
Bretaña, y establecer “un mercado único para los proyectos de armamentos” (The
Guardian, 18 de septiembre de 2012).
América Latina está muy
lejos de garantizar su defensa de forma autónoma y las inversiones en armamento
siguen siendo las más bajas del mundo. Algo empezó a cambiar. El crecimiento
sostenido de la industria militar brasileña, que va camino a situarse entre las
10 mayores del mundo, está llamado a arrastrar a los demás países de la región.
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