Si la cooperación venezolana ayuda a que se
obtengan logros en un país hermano haciendo negocios mutuamente ventajosos para
ambos pueblos y sin que haya transnacional alguna que se apropie de la
ganancia, nos deberíamos sentir orgullosos de que nuestro gobierno incentive y
realice ese tipo de vínculos. Pero la mentalidad subordinada y colonial de la
derecha venezolana lo concibe como un “regalo”.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
En su desesperada
intención de regresar al control del Estado, la derecha neoliberal y
antidemocrática de Venezuela -por instrucciones de la Embajada de Estados
Unidos- ha intentado las más diversas acciones para tratar de
cambiar el curso que el pueblo venezolano comenzó a trazar en 1989 y que
concretó con la llegada del Presidente Chávez al gobierno en 1999.
En el contexto
internacional actual, el tema energético está indisolublemente ligado a la
crisis financiera y económica del capitalismo que azota con fuerza de huracán
las economías de Estados Unidos y Europa.
Sin embargo, la manifestación de la crisis en otros ámbitos -además del
financiero y el económico- tales como el alimentario, el ecológico, el de la
salud, el político y el ético entre otros hace que esta crisis sea novedosa en
los anales de la historia. En el fondo, lo que ha comenzado a manifestar
putrefacción es un modelo de consumo que se sustenta en la solución individual
de las necesidades de una minoría que ostenta la mayor riqueza del planeta. El
sostén de ese modelo es el consumo indiscriminado de una energía que no tienen
y que deben salir a buscar a aquellas regiones del planeta donde existe en
abundancia.
De ahí, que la energía
se haya transformado en el eje sobre el cual gira la vida política de las
naciones y por ello,-también- es que las empresas transnacionales de energía
hayan establecido una alianza infernal con la industria de armamento como
mecanismo de posesión, dominio y control por la fuerza de las principales
fuentes energéticas que necesitan para dar continuidad a una sociedad de
consumo ilimitado.
Venezuela, es uno de
esos países que posee reservas gigantescas de energía (petróleo, gas, agua y
oxígeno), por lo cual su control se ha transformado en un reto para Estados
Unidos. En los últimos años han intentado de todo: golpe de Estado en 2002, sabotaje petrolero
en el mismo año, intentos de asesinato del presidente Chávez para lo cual
concentraron grupos Comando de las fuerzas especiales de Israel en las Antillas Holandesas en 2008, introducción
de paramilitares colombianos en 2004 con el mismo objetivo, intentos
secesionistas a través fuerzas
reaccionarias del Estado Zulia en 2008, financiamiento a organizaciones de la
ultra derecha escondidas tras la figura de organizaciones no gubernamentales,
financiamiento de periódicos y medios de comunicación, intentos de deslegitimar
el sistema electoral negándose a participar en las elecciones parlamentarias de
2005, experimentos de prácticas subversivas para hacer sabotajes y crear
descontento fundado en informaciones falsas y mal intencionadas, utilización de
un ex presidente narcotraficante y paramilitar colombiano para crear
condiciones para una invasión contra nuestro país y un largo etcétera difícil
de recoger en tan pocas líneas.
Ahora, la Embajada de
Estados Unidos y el partido político que la representa en la política interna:
los canales de televisión y un par de periodicuchos que no podrían existir sin
el dinero que reciben mensualmente, han impuesto un candidato único para
participar en los comicios presidenciales del 7 de octubre. Tanta fuerza y
control tienen, que los tradicionales partidos políticos de la derecha se
vieron obligados a aceptar tal imposición, a pesar que recelan y sienten
verdadera repugnancia por el candidato…pero, un cheque siempre soluciona este
tipo de controversias.
El objetivo es llegar
al gobierno e iniciar un proceso de privatizaciones que les permita, en primer
lugar, “capturar” las inmensas reservas energéticas del país. Se volvieron a
equivocar, han elegido a un candidato de dudosa ética política; portador de una
ideología fascista que tiene como adalides a Augusto Pinochet, Álvaro
Uribe y José María Aznar como lo
evidencian sus contactos y asesorías internacionales y de una desvergonzada
ignorancia que se manifiesta como afrenta a la elevada cultura política que ha
adquirido el pueblo venezolano.
En una de las últimas
manifestaciones de agravio al país han hecho alegoría del accidente ocurrido en
la Refinería de Amuay, demostrando total desprecio por el duelo que los
familiares y el país entero vivía en los días posteriores al incidente. Así
mismo, y aunque no es novedoso, han comenzado a arremeter contra el pueblo
venezolano con el discurso de que su gobierno está “regalando el petróleo a
otros países”.
Según una denuncia
hecha en 2005 por el Ministro Rafael Ramírez y publicada en la página digital
Rebelion.org "Son 14 mil millones de dólares en pérdidas
subsidiando a la economía más poderosa del planeta...”. Asimismo, afirmó el
presidente de PDVSA que en las ventas a Estados Unidos a través de Citgo
“perdemos entre 2 y 3 dólares por barril" Se pudiera pensar que esto es
reciente, sin embargo como explica la analista Eleuteria Uhuru, en 1983, PDVSA
dio inicio a lo que se denominó “la internacionalización”. Dice la especialista
en temas energéticos que “Es en 1983 cuando la directiva de PDVSA, presidida
por Humberto Calderón Berti, quien venía de ser ministro de Energía y Minas
desde 1979, tiene luz verde del gobierno para realizar la primera negociación
internacional: la compra del 50% de la refinería Ruhr por 250 millones de
dólares, propiedad de la Veba Oil, con capacidad de refinar 250 mil barriles
diarios de crudo. Esa compra significó la entrada de PDVSA al negocio grande
liga, pero también la primera gran estafa de la internacionalización” Agrega
que “Al perder COPEI las elecciones de 1983 el gobierno de Jaime Lusinchi
colocó a Brígido Natera (1984-1986) y luego Juan Chacín, primo de Lusinchi
(1986-1990) como Presidente de la estatal. Entre las acciones ejecutadas se
incluyó una auditoria a aquella compra de la mitad de la Ruhr, mostrando los
resultados que el valor del activo adquirido no era 250 millones sino 28
millones de dólares”. Eso si era regalar el petróleo.
Según
la Revista Venezolana de Economía y
Ciencias Sociales, en su Volumen 8, número 2 de 2002, en ese año PDVSA
tenía 19 refinerías en 4 países de Europa, Estados Unidos y las Antillas
Holandesas. El problema es que ninguna de ellas fue diseñada para procesar el
crudo pesado que produce Venezuela como informaron autoridades petroleras del
pasado, sino petróleo mediano o liviano
que el país debe adquirir en otros mercados a un precio superior. Eso explica
porque el Ministro Ramírez dijo posteriormente que “perdemos entre 2 y 3
dólares por barril”. Hay que agregar a eso, que esas refinerías pagan impuestos
y generan empleo en los países donde están ubicadas, no en Venezuela. Eso si es
regalar el petróleo.
Según
Uruhu, el sempiterno Luis Giusti lo explicaba de la siguiente manera en una
entrevista para el Universal del 27 de agosto de 1998, “Si yo soy socio de la
Citgo y no tengo nada que ver con Venezuela, me importará poco el problema que
tenga Venezuela con la colocación de sus crudos pesados. Simplemente voy a
comprar los crudos más baratos para procesarlos en Citgo”. He ahí la prueba
palpable de como se regalaba el petróleo. En el pasado, el negocio
petrolero jamás se concibió para generar
ganancias para el país sino para las empresas transnacionales que usufructuaban
de él, casi sin pagar impuestos.
Hace
unas semanas, visité Nicaragua y El Salvador. Pude conocer los grandes
beneficios que tiene para los sectores más humildes de su población los
convenios firmados en el marco de Petrocaribe y la ALBA. Fui testigo de los
enromes esfuerzos de las autoridades en medio de sus limitaciones por estar al
día en el pago de su factura petrolera. Venezuela no puede violentar los
acuerdos de precios que ha concertado con la OPEP, pero en la realización de
una política integracionista concede facilidades de pago a aquellos países a
los que el mercado capitalista -a través de las instituciones financieras
internacionales y la banca privada- ha negado casi toda posibilidad de
endeudarse so pena de aceptar leoninas condiciones que casi siempre vulneran su
soberanía. Con ello, Venezuela ha establecido vínculos de cooperación y
solidaridad que no vulneran en lo más mínimo los planes y proyectos que se han
diseñado para el bienestar del pueblo venezolano.
En El
Salvador, fui invitado por el vicepresidente Salvador Sánchez Cerén y el
presidente de Alba Alimentos de El Salvador, José Luis Merino, a un evento donde se daba inicio a la segunda
entrega de créditos a 20 mil pequeños y
medianos productores agrícolas en el municipio de Apastepeque,
Departamento de San Vicente en el oriente del país.
Sánchez Cerén afirmó que “ALBA
Alimentos invertirá 90 millones de dólares para impulsar la producción de
granos básicos a productores nacionales, desde micros a medianos, hasta
cooperativas y empresas del sector”. Apuntó que “el programa, junto al Plan de
Agricultura Familiar del gobierno entrega semillas, fertilizantes y asistencia
técnica a unos 340 mil pequeños productores
en la búsqueda de garantizar la seguridad alimentaria de la nación”.
Indicó que “gracias a los programas de Cuba y Venezuela 16 mil salvadoreños
fueron curados de enfermedades de la vista, y más de mil jóvenes pobres tienen
becas para convertirse en profesionales”. Dos pequeños productores de maíz y
frijol, Teresa de Jesús Herrera de
Guazapa en el centro del país y Leonardo
Caballero de Atiquizaya en el occidente, hicieron uso de la palabra para
reseñar cuánto había cambiado su vida y la de sus familiares al tener la
posibilidad de acceder a esos créditos.
Si la cooperación venezolana ayuda a que se obtengan
todos esos logros en un país hermano haciendo negocios mutuamente ventajosos
para ambos pueblos y sin que haya transnacional alguna que se apropie de la
ganancia, nos deberíamos sentir orgullosos de que nuestro gobierno incentive y
realice ese tipo de vínculos.
Pero la mentalidad subordinada y colonial de la
derecha venezolana lo concibe como un “regalo”. Lo más probable es que de haber
nacido a comienzos del siglo XIX, habrían criticado al Libertador y manifestado
férrea oposición a la salida del ejército de Venezuela más allá de sus
fronteras para luchar por la independencia de otros pueblos. Sin duda, habrían
afirmado que el Padre de la Patria estaba “regalando” nuestra sangre.
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