La importancia de crear una identidad nacional que
reagrupe al conjunto de identidades étnicas, reside en el hecho de que sólo
sintiéndose parte de un proyecto de nación común a todos, los guatemaltecos
podrán unir esfuerzos, diseñar estrategias y relacionarse con los demás países
del mundo con objetivos claros que favorezcan al conjunto de la nación.
Jorge
Murga Armas [1] / Especial para Con
Nuestra América
Desde Ciudad de Guatemala
Existen
diferentes enfoques o maneras de plantear la identidad, y la importancia que en
cada uno de ellos se otorgue al aspecto social o individual, condicionará el
procedimiento y la definición del concepto. Para mí, en cualquier caso, la
identidad es historia, representación y estrategia.
La
identidad es historia, puesto que el conjunto de rasgos culturales propios de
un grupo étnico (lengua, religión, modo de vida, organización social,
costumbres, vestimenta, etc.), son el fruto de un contexto social y temporal
específico, pero también porque esos rasgos culturales llevan la marca de la
historia.
La
identidad es representación, porque los individuos y grupos sociales,
condicionados por el medio social y natural en que viven, construyen formas
específicas de percepción de sí mismos (percepción de la persona), modalidades
propias de concepción de la divinidad (percepción de la divinidad), formas
específicas de relación de los hombres con la naturaleza (taxonomía, modos de
apropiación) y formas propias de relación con los demás (relaciones sociales).
La
identidad es estrategia, puesto que la percepción que los hombres tienen de sí
mismos y de los demás, condiciona los comportamientos y las formas de relación
de los individuos y grupos sociales, sus lógicas de acción y sus objetivos.
De
manera que las personas, según sea su identidad étnica, poseen formas distintas
de percepción de sí mismas y de las demás, de la sociedad, de la divinidad y
del entorno natural.
De
ello se desprende que en una sociedad donde existan múltiples identidades
étnicas, no puede existir una única forma de concebir la identidad nacional. Al
menos no de manera idéntica.
De
suerte que en Guatemala, país multiétnico y multicultural, construir la
identidad nacional que represente a cada uno de sus componentes implica
identificar lo que es común a todos, no obstante los rasgos culturales
específicos de cada grupo étnico.
Adviertan,
por favor, que me estoy refiriendo al conjunto de procesos históricos que han
influido, de una u otra forma, en la configuración de la identidad de cada individuo
y grupo social guatemalteco. Es esta constatación, precisamente, la que me
permite afirmar que es la historia de Guatemala, su pasado maya, colonial y
republicano, la que debe dar forma a la identidad nacional.
Pero
no se trata de construir la identidad nacional basándose en el repartimiento y
la encomienda, tampoco en otros hechos lamentables de la historia patria.
Debemos conocer toda la historia, por supuesto, pero debemos privilegiar los
símbolos y valores positivos que eleven la autoestima individual, social y
nacional. Enaltezcamos, pues, a los mayas antes que a los griegos, al Gran
Señor Kiq’ab’ en vez de sus hijos, a Fray Bartolomé de las Casas y no a Pedro
de Alvarado, a José Simeón Cañas en lugar de José Cecilio del Valle, a Jacobo
Arbenz y no a Justo Rufino Barrios, la cultura nacional en vez de la de Miami,
a nuestra gente antes que al extranjero.
Pero
advirtamos que la estructura del régimen colonial y republicano ha sido un
factor determinante en los procesos de recomposición de las identidades de los
guatemaltecos: ella ha (re) modelado las percepciones individuales y grupales,
ella ha (re) definido las modalidades de relación entre los grupos e
individuos, ella ha (re) configurado creencias y prácticas religiosas, y ella
ha determinado las estrategias de los individuos y grupos sociales en su
relación con los demás.
Se
trata, entonces, de transformar el conjunto de relaciones perniciosas que
articulan a los diferentes grupos étnicos de la sociedad guatemalteca, es
decir, de cambiar el tipo de relaciones injustas y dañinas que a lo largo de
casi cinco siglos han determinado la función de cada grupo e individuo en la
sociedad. Debemos, pues, terminar con las superposiciones identitarias para
darle carácter de unidad a la identidad nacional.
Intuyo
que ya se dieron cuenta de que mi propuesta no tiene nada que ver con la idea
de identidad nacional que nos han inculcado. Ciertamente, la identidad nacional
guatemalteca que conocemos es a mi juicio una “no identidad nacional”. Es
decir, una identidad sin historia, sin referentes y sin un imaginario nacional
común, porque no representa ni relaciona a los distintos grupos étnicos que
integran la sociedad, y porque no responde a un proyecto común de nación.
En
otras palabras, el concepto de identidad nacional que propugnan los grupos
dominantes a través del Estado y su aparato ideológico y publicitario, es un
reagrupamiento de elementos diversos que reducen la historia patria a una
especie de “Xetulul”: La bandera de los liberales, el himno liberal, el escudo
de armas de los liberales, el quetzal, la ceiba, Tecún Umán, “Gallo nuestra
cerveza”, “Pollo campero”, “Azúcar de Guatemala”, “Somos Chapines”,
“Guateámala”, “Guatevisión”, “Vamos Chapines”, etc.; son algunos de los
componentes de la no identidad nacional guatemalteca.
Esto
tiene diversos efectos a nivel individual, grupal y nacional. Entre otros
ejemplos, y para responder a la petición de los organizadores de este foro,
puedo citar el caso de la supremacía de los intereses individuales o grupales,
en detrimento de los nacionales, cuando se toman las grandes decisiones
económicas que pueden sacar adelante o hundir al país. La firma del TLC con los
Estados Unidos, las concesiones mineras y petroleras, el caso de Cementos
Progreso, son los ejemplos más recientes de los efectos perniciosos de esa “no
identidad nacional”.
Finalicemos
diciendo que la importancia de crear una identidad nacional que reagrupe al
conjunto de identidades étnicas, reside en el hecho de que sólo sintiéndose
parte de un proyecto de nación común a todos, los guatemaltecos podrán unir
esfuerzos, diseñar estrategias y relacionarse con los demás países del mundo
con objetivos claros que favorezcan al conjunto de la nación.
Si
esto fuera posible, deberá ser el Estado, a través de sus instituciones
(Ministerio de Educación, Radio, Televisión, etc.), el que trabaje en la
construcción de una identidad nacional que represente y relacione a todos sus
elementos. Esto plantea la necesidad de desarrollar un arduo proceso de
enseñanza y aprendizaje y puesta en valor de la historia nacional, maya,
colonial y republicana. Sólo así, y sólo anteponiendo el interés nacional por
sobre el individual o grupal, los guatemaltecos mayas, mestizos, ladinos,
criollos, garífunas, xincas u otros, que entonces enaltecerán su nacionalidad,
podrán conocerse verdaderamente, comprenderse y acercarse, y romper las
barreras que el sistema de dominación, explotación y discriminación les ha
impuesto. Esto, evidentemente, significa que para construir la identidad
nacional guatemalteca debemos transformar la estructura injusta que condiciona
las percepciones individuales y colectivas, los comportamientos y las formas de
relación social entre las personas y grupos étnicos del país.
[1] Conferencia dictada por
Jorge Murga Armas en el Foro Perspectivas celebrado en el auditórium de la
Universidad Rafael Landivar el 23 de octubre de 2008. Organizadores:
Universidad de San Carlos de Guatemala, Universidad Rafael Landivar,
Universidad Mariano Gálvez y Prensa Libre.
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