La alianza Gran
Bretaña-Estados Unidos de América-Suecia, nuevamente nos recuerda que la
justicia de los poderosos del mundo es la que realmente se hace valer.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
En la segunda semana
del mes de agosto de 2012, nos enteramos de una noticia insólita. El Reino
Unido de la Gran Bretaña informaba en una nota diplomática al gobierno de
Ecuador, que se reservaba el derecho de allanar la sede diplomática de dicho
país para arrestar al fundador y director de Wikileaks, Julian Assange. La nota
fue considerada por el gobierno Rafael Correa como un acto inamistoso y se
reservó el derecho de recurrir a las “medidas diplomáticas más drásticas” si
ese hecho se observaba. En efecto resulta inaudito que el gobierno británico
sustente su amenaza de allanamiento en una ley interna que no tiene el estatuto
que tiene la Convención de Viena sobre relaciones diplomáticas que fue acordada en 1961. La amenaza, la cual después fue suavizada por el gobierno británico, equipara a este con los gobiernos más
deleznables en la historia del siglo XX. Pero la atenuación de la amenaza no
implica que el gobierno británico no se reserve el derecho de capturar a
Assange en el hipótetico momento en que saliera de la embajada para dirigirse
al aeropuerto camino a Ecuador. En otras palabras, aunque no allane la
embajada, el gobierno británico no otorgaría el salvoconducto necesario para
que Assange pudiera salir del local diplomático. Así las cosas, Assange pareciera
estar destinado a ser huésped forzado de la embajada ecuatoriana en Londres por
largos años.
Mi amigo, el académico
cubano Salvador Morales, profesor investigador de la Universidad Michoacana de
San Nicolás Hidalgo, me envió hace unos
días un artículo que ha escrito que recuerda todos los actos que dictaduras y
gobiernos autoritarios han cometido y que tienen una tesitura semejante a
aquella con la cual el Reino Unido amenaza hoy a Ecuador. En Cuba en octubre de 1956 la dictadura batistiana
allanó la embajada de Haití y asesinó a los diez asilados que allí se
encontraban; en enero de 1980, la dictadura de Lucas García asesinó a 38
personas en la embajada de España; en septiembre de 1996 el gobierno talibán en
Afganistán allanó de la sede de la ONU
en 1996 para capturar al ex presidente Najibulla; en abril de 1997 el gobierno autoritario de
Fujimori en Perú allanó la embajada
peruana y asesinó a 14 guerrilleros que la habían tomado. Allanamientos aparte,
podemos recordar la nueva amenaza
británica a Ecuador (no otorgar el salvoconducto) y relacionarla con semejante negativa hecha
por la dictadura de Odría que mantuvo a Víctor Raúl Haya de la Torre asilado
entre 1949 y 1954 en la embajada colombiana en Lima. Y Héctor Cámpora estuvo
entre 1976 y 1979 en similares condiciones en la embajada mexicana en Buenos
Aires, cuando la dictadura de Videla le
negó el salvoconducto. Saldría de dicha
legación para morir de cáncer poco
tiempo después en la ciudad de México.
Uno puede preguntarse
cuál es el enorme interés de Gran Bretaña en hacer justicia con Assange,
acusado de manera discutible por una ofensa sexual. En realidad, el Reino Unido
una vez más hace honor a su alianza con los Estados Unidos de América, quienes
detrás de bambalinas mueven sus hilos para finalmente juzgar a Assange por las filtraciones de Wikileaks. Las dos
amenazas británicas a Ecuador (allanamiento de la embajada y negativa de
salvoconducto) nos recuerdan a regímenes
autoritarios de triste memoria. También nos recuerdan que las grandes potencias
en momentos pueden considerar su propia legalidad como algo superior a las
convenciones internacionales. O pueden acudir a éstas cuando así conviene a sus
intereses.
En todo caso, la
alianza Gran Bretaña-Estados Unidos de América-Suecia, nuevamente nos recuerda
que la justicia de los poderosos del mundo es la que realmente se hace valer.
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