La Cumbre de los Pueblos,
celebrada en forma paralela a la cumbre CELAC-UE, denunció la mercantilización
de las personas y de la naturaleza, producto de la lógica capitalista en ambos
continentes. La declaración plantea que es inaceptable que se privilegien “a
los inversionistas frente a los derechos de los pueblos a través de acuerdos
comerciales y acuerdos bilaterales de inversiones”.
Marco A. Gandásegui, h. / ALAI
En
Santiago de Chile se celebró un encuentro que reunió a los jefes de gobierno de
los países latinoamericanos (33) y de la zona europea (27). La preocupación
principal de los 60 gobernantes fue ponerse de acuerdo en como continuar
acumulando capital a escala global, para distribuirlo entre sus grandes
empresas financieras.
No
parecería extraña un reunión de este tipo si no fuera porque Europa está en
medio de una crisis económica que amenaza con acabar con los sueños de los
grandes capitales que idearon la unión europea hace 60 años. Alemania y Francia
– el eje principal de la unión – están a punto de sucumbir ante su incapacidad
para continuar acumulado riquezas al ritmo exigido por las demandas
capitalistas insaciables. La gran debilidad europea es su falta de liderazgo e
imaginación en estos momentos de crisis. La misma clase que condujo a los
europeos hacia la crisis con políticas neoliberales (reducir el consumo de los
trabajadores y eliminar sus beneficios sociales) sigue a la cabeza del “viejo”
continente con estrategias equivocadas de más austeridad. Acabarán hundiendo la
unión artificial basada en ideologías y sueños anquilosados.
Los
europeos llegaron a Santiago de Chile como la flota española de hace 500 años
con sus velas desplegadas. Durante la reunión vaciaron sus bolsas llenas de
triquiñuelas y espejitos. A la vez, le exigieron a los gobiernos latinoamericanos
que abrieran sus economías para recibir inversiones y permitir la
super-explotación de los recursos de la región. Casi la mitad de los gobiernos
de la región le dijo a los europeos, en forma diplomática, que no negociarían
bajo esos términos. Un sector, sin embargo, dijo que estaban “abiertos para
hacer negocios”. En otras palabras, que sus expertos le redactaran los tratados
de “libre comercio”. Igual hicieron Atahualpa y Montezuma hace 500 años.
Durante
las reuniones de los gobernantes, también se celebró un encuentro paralelo de
representantes de todos los pueblos de América latina y Europa. Los reunidos
emitieron una Declaración Cumbre de los Pueblos donde subrayaron “la
necesidad de construir las bases para un nuevo modelo de sociedad que transforme
los pueblos de ambos lados del (Atlántico) y nos den la esperanza de que otro
mundo es posible”.
La cumbre denunció la
mercantilización de las personas y de la naturaleza, producto de la lógica
capitalista en ambos continentes. La declaración plantea que es inaceptable que
se privilegien “a los inversionistas frente a los derechos de los pueblos a
través de acuerdos comerciales y acuerdos bilaterales de inversiones”. La
declaración también rechaza la política de los gobiernos de ambos continentes que
“privatizan los servicios públicos, desmantelan el Estado de bienestar,
(promueven) la precarización del trabajo y desplazan a los pueblos
originarios”.
La declaración acusa a
los gobernantes europeos de haber dado “un golpe de Estado contra los derechos
de los pueblos. La troika europea (FMI, BCE, Comisión Europea) obliga a
los estados a endeudarse para salvar a los bancos... Así mismo, para que los pueblos paguen la crisis” provocada por los especuladores.
La cumbre de los
pueblos de América latina y Europa propuso diez políticas para detener el
despojo y recuperar las riquezas que les han sido arrebatadas. El primer
objetivo es pasar de ser resistencia y movimientos reivindicativos a organizar
una propuesta política-social integral de país. El segundo objetivo es
“promover el paradigma del buen vivir basado en el equilibrio del ser humano
con la naturaleza”. El tercer objetivo es construir una “democracia directa,
participativa y popular”. Cuarto, “promover la participación política de las
juventudes, desde un enfoque de género”. Quinto, “respetar la libre
determinación de los pueblos originarios, como pueblos hermanos no sometidos a
la territorialidad impuesta por la colonización”.
En sexto lugar, “frenar
el avance de las leyes antiterroristas que pretenden criminalizar la protesta
de los movimientos sociales y populares. En séptimo lugar, rechazar la
instalación de bases militares en América Latina y Europa y repudiar las
intervenciones cívico-militares en Haití, Honduras y Paraguay”.
En octavo lugar,
promover los derechos de la mujer con un proyecto político antipatriarcal y
anticapitalista. En noveno lugar, reconocer y promover los derechos de los
migrantes.
Finalmente, en décimo
lugar, “romper con los sectarismos que fragmentan, dividen e impiden la
construcción de unidad del campo popular. Sólo la unidad y la solidaridad entre
nuestros pueblos nos darán la fuerza necesaria para alcanzar nuestros más altos
objetivos y vencer”.
La declaración saludó
con optimismo el diálogo por la paz en Colombia, condenó el bloqueo de EEUU
contra Cuba, reconoció el derecho argentino a reunirse con las islas Malvinas,
la necesidad de ofrecerle a Bolivia una salida al Pacífico y exigió que se
respetaran los derechos del pueblo-nación Mapuche en Chile. La Cumbre incluyó
en su declaración un saludo al pueblo palestino que lucha por la consolidación
de su Estado soberano.
Los europeos están
aprendiendo de América Latina. Sólo les falta asumir la dirección de sus
gobiernos y aplicar políticas más de acuerdo con las demandas populares.
Necesitan políticas de estímulo que generen más empleo y bienestar. Europeos y
latinoamericanos tienen que rescatar la frase hecha popular hace varias
décadas: Los pueblos unidos jamás serán vencidos.
Panamá, 31 de enero de 2013.
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