Alimento la convicción, compartida por otros
analistas, de que la crisis sistémica actual nos dejará como legado y desafío
la urgencia de repensar nuestra relación con la Tierra, con los modos de
producción y consumo, de reinventar una forma de gobernanza global y una
convivencia que incluya a todos en la única y misma Casa Común.
Leonardo Boff / Servicios
Koinonia
Para esto es forzoso revisar conceptos-clave, que
como una brújula indican un nuevo norte. Buena parte de la crisis actual se
deriva de premisas falsas.
El primer concepto a revisar es el de desarrollo.
En la práctica se identifica con el crecimiento material, expresado por el PIB.
Su dinámica consiste en ser el mayor posible, lo que implica explotación
despiadada de la naturaleza y la generación de grandes desigualdades nacionales
y mundiales. Es importante abandonar esta comprensión cuantitativa y asumir la
cualitativa; en ésta el desarrollo es bien definido por Amartya Sen (premio
Nobel) como «el proceso de expansión de las libertades sustantivas», es decir,
la ampliación de las oportunidades de modelar la propia vida y darle un sentido
que valga la pena. El crecimiento es imprescindible, pues es de la lógica de
todo ser vivo, pero solo es bueno a partir de las interdependencias de las
redes de la vida que garantizan la biodiversidad. En vez de
crecimiento/desarrollo deberíamos pensar en una redistribución de lo que ya fue
acumulado.
El segundo es el manipulado concepto de sostenibilidad,
que, en el sistema vigente, es inalcanzable. En su lugar deberíamos introducir
la temática, ya aprobada por la ONU, de los derechos de la Tierra y de la
naturaleza. Si los respetásemos, tendríamos garantizada la sostenibilidad,
fruto de habernos ajustado a la lógica de la vida.
El tercero es el del medio ambiente. El
medio ambiente no existe, lo que existe es el ambiente entero, en el cual todos
conviven y se interconectan todos los seres. En vez de medio ambiente sería
mejor que usásemos la expresión de la Carta de la Tierra: comunidad de vida.
Todos los seres vivos poseemos el mismo código genético de base, por eso todos
somos parientes entre sí: una real comunidad vital. Esta mirada nos llevaría a
tener respeto por cada ser, pues tiene valor en sí mismo más allá del uso por
el ser humano.
El cuarto concepto es el de Tierra. Es
importante superar la visión pobre de la modernidad que la ve sólo como una
realidad extensa y sin inteligencia. La ciencia contemporánea ha mostrado, y
esto ya ha sido incluido hasta en los manuales de ecología, que la Tierra no
sólo tiene vida sobre ella, sino que ella misma está viva: es un
superorganismo, Gaia, que articula lo físico, lo químico y las energías
terrenas y cósmicas para producir y reproducir siempre vida. El 22 de abril de
2010 la ONU aprobó la denominación de Madre Tierra. Esta nueva mirada, nos
llevaría a redefinir nuestra relación con ella, ya no más de explotación sino
de uso racional y respeto. Una madre ni se vende ni se compra, se respeta y se
ama. Así debe ser con la Madre Tierra.
El quinto concepto es el del ser humano.
Este en la modernidad ha sido pensado como desligado de la naturaleza, fuera y
encima de Ella, haciéndolo su «dueño y señor» (Descartes). Hoy el ser humano se
está insertando en la naturaleza y en el universo como aquella porción de la
Tierra que siente, piensa, ama y venera. Esta perspectiva nos lleva a asumir
nuestra responsabilidad par con el destino de la Madre Tierra y de sus hijos e
hijas, sintiéndonos cuidadores y guardianes de este bello, pequeño y amenazado
planeta.
El sexto concepto es el de espiritualidad.
Ésta ha sido acantonada en las religiones, cuando es la dimensión de lo
profundo humano universal. La espiritualidad surge cuando la conciencia se
percibe como parte del Todo e intuye cada ser y todo el universo sustentados y
penetrados por una fuerza poderosa y amorosa: aquel Abismo de energía,
generador de todo ser. Es posible captar el eslabón misterioso que liga y
religa todas las cosas, formando un cosmos y no un caos. La espiritualidad nos
confiere un sentimiento de veneración por la grandeza del universo y nos llena
de autoestima por poder admirar, gozar y celebrar todas las cosas.
Mucho tenemos que cambiar
todavía para que todo esto se vuelva parte de la conciencia colectiva. Pero es
lo que debe ser. Y lo que debe ser tiene fuerza de realización.
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