El 21 de febrero de 1934, el dictador y cipayo del
imperialismo yanqui Anastasio Somoza García, director de la Guardia Nacional de
Nicaragua, traicionó y ordenó el asesinato de Augusto Calderón Sandino, General
de Hombres Libres, y de sus generales Estrada y Umanzor. Este texto recuerda el
legado de Sandino desde las vivencias de un combatiente internacionalista
argentino.
Jorge
Luis Ubertalli / Para Con Nuestra América
Desde
Buenos Aires, Argentina
Augusto C. Sandino |
Quiero recordar antes
que nada a nuestros compañeros caídos en la lucha por la liberación de
Nicaragua y Centroamérica: al negro Hugo, al Flaco Francisco, a los dos
Santiagos, uno muerto en la colina El Naranjo de Nicaragua y el otro en
Paraguay y al pibe Marcelo que cayó en El Salvador, argentinos
internacionalistas; también al compa chileno mirista Hernán, que abonó con su
sangre el suelo nicaragüense; al Chico, venezolano, que cayó en combate en los
Cerros de San Pedro farabundistas; a nuestro gordo Pepe, que perdió un brazo en
la patriada centroamericana, a Julio, boliviano, herido de por vida cuando
defendía la dignidad de Nicaragua y a todos y todas los que de una u otra forma
sirvieron a la revolución centroamericana y dejaron allí sus vidas o jirones de
ella. No los nombraré formalmente por sus nombres y apellidos, porque viven
clandestinos en nuestros corazones y en los corazones de los pueblos de
Centroamérica.
En una Declaración del
Ejército Defensor de la Soberanía de Nicaragua (EDSN) fechada en Mérida,
Yucatán el octubre de 1929, y editada por el Ministerio de Cultura de Nicaragua
Libre en 1980 como documento desconocido, Augusto C. Sandino decía:
“Nicaragua
constituye con Guatemala, Honduras, El Salvador y Costa Rica, la porción de
nuestro Continente llamada Centro América. Cuanta Nicaragua con una población
de mas o menos 800.000 habitantes, en una extensión territorial de 150.657
kilómetros cuadrados, que puede contener una población de 12.845.000 habitantes
y a cuatro días de camino de la Frontera Mexicana. Existen en el territorio
nicaragüense muchos y grandes lagos y bellísimos rios, así como selvas
incultas, ricas en maderas preciosos y minerales de oro y plata en explotación,
algunos, y sin explotar, otros. En sus bosques o en las riberas de los rios se
encuentra caña de azúcar, plátanos, cacao y muchas frutas de sabor exquisito,
productos silvestres todos. (Con ellos se mantienen muchas veces nuestras
fuerzas). Hay igualmente extensos y pintorescos llanos y cimas saludables, con
millares y millares de cabezas de ganado caballar y vacuno. Nicaragua goza,
entre otras Secciones de Centro América, de gran fama como productora de buenos
ganados y cereales. Los hombres y las mujeres nicaragüenses son muy
hospitalarios, honrados, laboriosos y de buenas costumbres, pero
desgraciadamente hace 20 años que el imperialismo norteamericano introdujo en
nuestra querida Nicaragua la cizaña del dollar, logrando a través de los años
la depravación de un grupo de políticos sin escrúpulos, que infecta el ambiente
moral de aquel país. A los gobiernos de Nortee-América y a esa camarilla de
políticos corrompidos, a la cabeza de la cual van Adolfo Diaz, Emiliano
Chamorro y José María Moncada, se les hace responsable del asesinato de 50.000
ciudadanos nicaragüenses de uno y otro sexo y de la destrucción, durante esos
20 años, de intereses de la nacionalidad nicaragüense que representan un valor
de 100.000.000 de córdobas. (El córdoba equivale a un dólar)”.
Sandino es la
nicaraguita que nombra el poema, abonada por la sangre de Diriangén, cacique
nahuatl que el 17 de abril de 1523 comenzó la guerra de liberación nacional
contra el invasor español. Sus 4 mil hombres persiguieron y echaron de su
sagrada tierra a Gil González Dávila y sus compinches, ladrones de oro y
masacradotes de indígenas, que luego regresaron con otros nombres y la misma
codicia para asesinar en 14 años a 500.000 originarios, y esclavizar en su
propia tierra a la mayoría que sobrevivió, o enviándola a las Antillas y el
Alto Perú. Sandino es una única tierra pinolera separada por barreras naturales
y distintos colonizadores: españoles al centro y occidente del Pacífico,
ingleses en el Atlántico. La virginidad de esta dulce y tierna madre estuvo
amenazada desde el denominado “descubrimiento” por contener en su geografía la
traza de un futuro canal que ligara a ambos océanos. Españoles, ingleses y
norteamericanos, junto a otros europeos, pelearon entre sí y se aliaron para
conseguir hacerse de la arteria natural que corría desde el puerto de San Juan
del Norte, en el Atlántico, hasta San Juan del Sur, en el Pacífico. Desde esta
perspectiva, Nicaragua fue jamón del sándwich que pretendieron comer unos y
otros. Pequeña y humilde, se resistió sin embargo a someterse a los ultrajes de
los colonizadores. Sandino fue su hijo mas dilecto en esas lides, aunque hubo
otros, anteriores y posteriores, que comenzaron y continuaron su tarea
liberadora.
En tanto Centroamérica
se independizaba de España a principios del siglo XIX, la doctrina Monroe
sacudía los cimientos de la nacionaldad indolatinoamericana. La “América para
los norteamericanos” anunció el periplo imperial del país del Norte, que tuvo a
Nicaragua como a una de sus víctimas principales. Ansiosos por hacerse del
canal interoceánico, los yanquis se cruzaron varias veces con los ingleses, que
desde el siglo XV colonizaron la Costa Atlántica a través de la Compañía de la
Providencia y bucaneros, erigiendo la “administración indirecta” de la región a
través del reino mískito. Desde la década del 40 y 50 del siglo XIX y el fin de
ese siglo, se produjeron sucesos en Nicaragua, dignos de destacarse. El regreso
desde Inglaterra del rey mosco George Frederick, quien enajenó millones de
hectáreas de la Costa Atlántica a los
aventureros yanquis Kinney y Fabens a cambio de licor y otras bagatelas, los
que a su vez promovieron la colonización de la zona con viajeros de otras
latitudes europeas; la ocupación del puerto de San Juan del Norte por la
Armada británica que, izando el pabellón miskito, anunció el protectorado de
esa región, que formalmente culminó a fines de ese siglo; el tratado
Clayton-Bulwer llevado a cabo entre Inglaterra y EE.UU. para repartirse
Nicaragua; el bombardeo y destrucción del puerto de San Juan del Norte por una
fragata de Estados Unidos, quien por esta acción exigió al país agredido una
indemnización de 24.000 dólares, y la llegada a éste de los filbusteros
norteamericanos William Walker y Byron Cole, en el marco de la contienda entre
conservadores y liberales, que asolaron al país, son algunos de los avatares
tragicómicos y sangrientos que la tierra de Nicarahuac, Diriangen y Ariact
debió soportar. Con el descubrimiento de oro en California llegó la Compañía
Accesoria del Tránsito del comodoro Cornelius Vanderbilt, quien a través de sus
vapores comenzó a unir la costa Atlántica y Pacífica de EE.UU, via Nicaragua,
cuyas arcas nunca atesoraron un solo dólar de este emprendimiento, aunque las
rencillas internas entre Vanderbilt y sus ex socios dieran pie a la llegada de
Walker y su cria al país. Todo esto y
más sufrió el pueblo Nica, aunque no sin combatir.
Las pretensiones británicas
y norteamericanas tuvieron su respuesta diplomática, a cargo de, entre otros,
el representante nicaragüense en EE.UU. José de Marcoleta, y militar, a través
del pueblo indígena y mestizo armado de flechas y lanzas, y de generales como
José Dolores Estrada quien en la batalla de la Hacienda de San Jacinto y al
mando de 300 hombres logró derrotar a las bárbaras hordas yanquis. La figura de
Andrés Castro, sargento de aquel Ejército del Septemptrión, que hirió de muerte
con una piedra a uno de los filbusteros cuando su fusil de chispa se trabó, es
uno de los ejemplos históricos más claros de la dignidad de un pueblo que nunca
se sometió al vasallaje. Sandino fue producto de esa resistencia al invasor,
que volvió a sus andadas más temprano que tarde.
Cuando finalizaba el
siglo XIX, ya instalado en el país el cultivo del café y extendida la frontera
agrícola a costa de la confiscación de las tierras indígenas y la obligada
conversión de los originarios en peones estacionales, se produjo en Matagalpa,
departamento norteño de Las Segovias, una sublevación indígena de proporciones.
Con el grito de “muera la gobierna”, siete mil originarios, ya convertidos en
semiproletarios, se insurreccionaron contra el naciente orden capitalista
durante siete meses, tomando la ciudad y llevando a cabo una guerra de
guerrillas. Fueron cercados por tropas conservadoras, que bombardearon sus
posiciones y aldeas y asesinaron a sus dirigentes, debiendo huir los
sobrevivientes a las montañas para seguir resistiendo desde allí a la
explotación y la opresión. De esa “guerra de indios”, como se la conoció, tomaría Sandino las tácticas guerrilleras que
le permitirían durante cinco años combatir a los enemigos del pueblo, norteamericanos
y locales, y derrotarlos. Poco después de finalizada la “guerra de indios”, el
siglo XX halló a Nicaragua sumida nuevamente bajo la bota del imperialismo
yanqui.
El liberal José Santos Zelaya, quien había recuperado la Costa
Atlántica para Nicaragua, separado a la Iglesia del Estado, comenzado a
instalar un ferrocarril nacional y conversado con países europeos para que
invirtiesen capitales en la construcción de una via interoceánica en Nicaragua
alternativa al canal de Panamá, fue amenazado por una conjura armada rebelde,
apoyada por la marinería yanqui. Con la excusa de haber sido ejecutados los
terroristas norteamericanos Cannon y Groce al ser hallados tratando de
dinamitar un buque nicaragüense, el secretario de Estado, Philander Xnox, accionista mayoritario de la
empresa Rosario Mining Co. ubicada en Nicaragua, intimó a Zelaya, previo
desembarco de miles de marines y la movilización de miles de soldados
conservadores, a abandonar el gobierno que, luego del corto período de Madriz,
fue ocupado por el cipayo Adolfo Díaz, contador de la empresa minera citada más
arriba.
En ese contexto, los yanquis impusieron los denominados pactos Dawson,
firmados por Diaz y Diego Manuel Chamorro, que significaron la total sumisión
de Nicaragua al imperialismo yanqui. Estos “pactos” consistieron en la imposición
de un empréstito a Nicaragua por parte de los banqueros neoyorkinos Seligman
& Co., Brown Bros Co. y su representante, U.S. Mortgage and Trust, que
Nicaragua debía garantizar hipotecando las rentas de su Aduana, el ferrocarril
y lo obtenido de los viajes de los vapores que cruzaban el Lago de Nicaragua.
El “pacto”, además, instituía un tribunal arbitral para litigar en las
cuestiones nicaragüenses, cuya mayoría estaba compuesto por norteamericanos
nombrados por el gobierno y los banqueros yanquis. Contra esta indignidad se
alzaron patriotas en León y Masaya, como el general Benjamín Zeledón quien,
atrincherado en Las Barrancas masayenses, aguantó por tres días las embestidas
de los marines, convocados por los conservadores para sofocar la rebelión, hasta
que cayó combatiendo el 4 de octubre de 1912. Su cuerpo fue profanado por las
hordas yanquis, paseado por el pueblo y luego llevado en carretilla hasta el
cementerio de Santa Catarina. Sandino sintió con dolor y rabia la muerte de
Zeledón. En su momento testimonió: “Era yo un muchacho de 17 años y presencié
el destace de nicaragüenses en Masaya y otros lugares de la República, por las
fuerzas filbusteras norteamericanas. Personalmente miré el cadáver de Benjamín
Zeledón, que fue sepultado en Catarina, pueblo vecino al mio. La muerte de
Zeledón me dio la clave de nuestra situación nacional frente al filbusterismo
norteamericano; por esa razón, la guerra en que hemos estado empeñados, la
consideramos una continuación de aquella”.
Dos años después de la
inmolación de Zeledón, y ya finalizada la construcción del canal de Panamá,
Diaz refrendó, a través de Emiliano Chamorro, representante nicaragüense en
Washington, el Tratado Chamorro- Jennyng Bryan, que concedía por 99 años a los
Estados Unidos, previo pago de 3 millones de dólares que en su mayoría fueron a
parar a los bolsillos de Díaz y otros políticos corruptos, la autorización para construir un canal
interoceánico en Nicaragua y una base militar en el Golfo de Fonseca, con el
ánimo, según diría Sandino mas tarde, de aislar a México de las repúblicas
centroaméricanas. De 1914 a 1925, la marinería yanqui ocuparía la sagrada
tierra nica, imponiendo sus bayonetas como presidentes del país al ya nombrado
Diaz, al cipayo Emiliano Chamorro y a otro miembro del clan, Diego Manuel
Chamorro, quien morirá en 1923. Su sucesor, Bartolomé Martínez, llamará a
elecciones que en 1925, previo abandono de los yanquis de Nicaragua, serán
ganadas por el conservador Carlos Solórzano y el liberal Juan Bautista Sacasa
en la denominada fórmula de la Transacción. Emiliano Chamorro, quien aspiraba a
convertirse nuevamente en mandamás, se alzó entonces, con el apoyo del Congreso
y la marinería norteamericana, que
volverá a ocupar Nicaragua en 1926, contra Solórzano, quien será derrocado. El
vicepresidente Sacasa, su sucesor constitucional, impedido de ocupar el cargo
presidencial, decidirá salir del país y desembarcar en Puerto Cabezas, Costa
Atlántica, donde conformará el Ejército Liberal Constitucionalista, presidido
por Juan Bautista Moncada, para combatir al usurpador Chamorro, quien luego
dejará el cargo, por imposición de los yanquis, al mil veces traidor Adolfo
Diaz. En este contexto llegará al país el luego general de Hombres Libres, Augusto
Nicolás Calderón Sandino.
Nacido un 18 de mayo,
como mi madre, de 1895, un día antes de la muerte del mártir y apóstol cubano
José Martí, Augusto fue hijo de la proletaria cafetalera Margarita Calderón, y
del finquero Gregorio Sandino. Vástago ilegítimo, tal como fue nuestra Evita y
Carlos Fonseca Amador, fundador del Frente Sandinista de Liberación Nacional,
debió sufrir las humillaciones de su condición, comiendo con su madre en la
cocina cuando la familia Sandino se reunía. Tuvo tres hermanos de padre, y uno
de ellos, varón, Sócrates, se le unió luego a su periplo libertador. Según
narró Sandino al periodista José Román, cuando era niño debió asistir a su
madre en la cárcel, con la cual lo habían encerrado, por no haber pagado ella
un adelanto de dinero que patrones cafetaleros le habían dado para que
eternamente, siempre debiendo, sirviera en sus fincas.
En la entrevista con
Román, Sandino confesaría: “El disgusto y el maltrato brutal produjeron a mi
madre un aborto que le ocasionó una copiosa hemorragia, casi mortal. Y a mi
solo me tocó asistirla ¡íngrimo!, en aquella fria prisión antihigiénica del
pueblo (…) los lamentos y el estado mortal de mi madre rebasaron mi indignación
y aunque era un niño de 9 años, ya dormida mi madre, insomne me acosté a su
lado en aquel suelo sanguinoliento y pensé en mil atrocidades y venganzas
feroces…”.
Ya adolescente Sandino trabajó como pequeño productor, obrero
golondrina, comerciante, obrero mecánico y cooperativista. A los 25 años debió
abandonar el país debido a un entuerto suscitado con un caudillo zonal
conservador que había ofendido a su madre, y al que hirió a balazos. Se marchó
entonces a Honduras, conchabándose en los almacenes de la United Fruit de La
Ceiba, luego a Guatemala, a los EE..UU. y luego a México, donde trabajó en
Tampico, primero, y en Cerro Azul, Veracruz, después, como mecánico en la
empresa petrolera yanqui Huasteca Petróleum Co. En México Sandino se nutrió del
pensamiento libertario de los hermanos Ricardo y Enrique Flores Magón,
vinculados a la Revolución Mexicana de 1910; respiró los aires de la Revolución
Bolchevique de 1917 y el liberalismo de los precursores franceses jacobinistas.
Cuando supo del levantamiento de Emiliano Chamorro en su país, regresó a él, al
que llegó el 1 de junio de 1926, para ponerse al servicio del Ejército Liberal
Constitucionalista.
Una vez llegado al país, se dirigió a Bluefield, donde se
hallaba el mando del Ejército Constitucionalista, pero no se quedó allí y
remontó viaje hacia las selvas de Nueva Segovia, conchabándose previamente en
las minas de San Albino, de propiedad norteamericana, de donde confiscó
dinamita y algunos fusiles. Lo acompañaron en su patriada trabajadores del
mineral, que luego formarían parte de la guerra de liberación nacional: Rufo
Marín, Pedro Antonio Irías, el salvadoreño José León Diaz, Gregorio Colindres,
Ramón Raudales…Sandino instaló luego su cuartel general en Las Segovias y con
sus rudimentarias armas combatió a los conservadores en El Jícaro, donde fue
derrotado. También en San Fernando. Es
noviembre de 1926. Al percatarse de su falta de armamento y parque
adecuado, Sandino se asienta en Las Segovias y, luego de dejar allí al grueso
de sus hombres, se embarca en piraguas (pipantes) con algunos acompañantes
hacia Puerto Cabezas, donde ya han desembarcado 5000 marines, armas y parque para las fuerzas de Chamorro y
Diaz, navegando casi 1000 kilómetros por el rio Coco, territorio sumo y
miskito. Ya en su destino, y con ayuda de las prostitutas del puerto, rescatará
40 fusiles que los yanquis han obligado a los constitucionalistas a abandonar,
y regresará hacia Las Segovias, donde llevará a cabo los combates victoriosos
de San Juan de Segovias y Yucapuca.
Al
año siguiente se entrevistará con Moncada, quien lo intimará a entregar sus armas
y rendirse, prometiéndole la jefatura política de Jinotega. Seguro ya de la
traición liberal, el ya general de Hombres Libres dirá a Moncada que sí, que se
entregará, pero que la entrega de las armas se hará en Jinotega, ciudad de Las
Segovias. Dias mas tarde, el guerrillero proletario sabrá que el 4 de mayo,
bajo el Espino Negro de Tipitapa, el enviado norteamericano, Henry Stimson,
quien a nombre del gobierno yanqui había conminado a los títeres del país a
pagar una indemnización de 8 millones de dólares por la “revuelta” liberal, y
el general José María Moncada, han firmado un pacto en el que se establecía el
desarme del Ejército Constitucionalista, pagando los yanquis 10 dólares por
cada fusil entregado. Sandino llegó al pueblo segoviano de Yalí dolido, aunque
dispuesto a resistir, y desmovilizó a todos los hombres que tuvieran
compromisos particulares o de familia, ya que, según les auguró, la guerra
sería larga.
El 12 de mayo, desde el telégrafo de Yalí, departamento de
Jinotega, Augusto Calderón Sandino enviará un mensaje declaratorio de su guerra
patriotica: “ Yo no estoy dispuesto a entregar mis armas en caso de que todos lo
hagan. Yo me haré morir con los pocos que me acompañan porque es preferible
hacernos morir como rebeldes que vivir como esclavos”. Seis días mas
tarde, el 18 de mayo, se casará en San Rafael del Norte con Blanca Arauz,
telegrafista del lugar. Al día siguiente, antes de internarse con treinta
hombres en las frias soledades de la selva segoviana, declarará: “No
me importa que se me venga el mundo encima, pero cumpliremos con un deber
sagrado. Por todo lo dicho protestaré por mi propia cuenta, si es que no hay
quien me secunde…”. Los zenzontles, pocoyos, palomitas guaysirucas,
dantos, ocelotes, colibríes y guardatinajas del monte serán la compañía, desde
esos momentos, de los guerrilleros sandinistas, entre los cuales combatirán
internacionalistas como, entre otros, Carlos Aponte y Gustavo Machado, de
Venezuela; Agustín Farabundo Martí, de el Salvador, quien será secretario
personal de Sandino; el peruano Pavletich, el general guatemalteco José María
Girón Ruano, el mexicano José de Paredes, el dominicano Antonio Gilbert…. y
Froylán Turcios, su propagandista hondureño.
El 1 de julio de 1927,
en el Mineral de San Albino, dará a
conocer su primer manifiesto:
“El hombre que de su
patria ni siquiera exige un palmo de tierra para su sepultura, merece ser oído,
y no solo ser oído sino también creído. Soy nicaragüense y me siento orgulloso
de que en mis venas circule, mas que cualquiera otra, la sangre india
americana, que por atavismo encierra el misterio de ser patriota leal y
sincero; el vínculo de nacionalidad me dá derecho a asumir la responsabilidad
de mis actos en las cuestiones de Nicaragua y, por ende, de la América Central
y de todo el Continente de nuestra habla, sin importarme que los pesimistas y
los cobardes me den el título que a su calidad de eunucos más les acomode. Soy
trabajador de la ciudad, artesano como se dice en este país, pero mi ideal
campea en un amplio horizonte de internacionalismo, en el derecho de ser libre
y exigir justicia, aunque para alcanzar ese estado de perfección sea necesario
derramar la propia y la ajena sangre. Que sdoy plebeyo dirán los oligarcas, o
ase las ocas del cenagal. No importa: mi mayor honra es surgir del seno de los
oprimidos, que son el alma y el nervio de la raza, los que hemos sido
postergados y a merced de los desvergonzados sicarios que ayudaron a incubar el
delito de alta traición…”(…) “Venid, gleba de morfinómanos; venid a asesinarnos
en nuestra propia tierra, que yo os espero a pie firme al frente de mis
patriotas soldados, sin importarme el número de vosotros; pero tened presente
que cuando esto suceda, la destrucción de vuestra grandeza trepidará en el
Capitolio de Washington, enrojeciendo con vuestra sangre la esfera blanca que
corona vuestra famosa White House, antro donde maquinais vuestros crímenes.”
El 13 de julio
contestará al capitán de marines Hatfield, que lo intima a rendirse: “recibí
su comunicación ayer y estoy entendido de ella .No me rendiré y aquí los
espero. Yo quiero Patria Libre o Morir. No les tengo miedo. Cuento con el ardor
y el patriotismo de los que me acompañan. Patria y Libertad.”
Tres días mas tarde
atacará Ocotal, donde sufrirá numerosas bajas, al igual que la población civil,
por cuenta de la aviación norteamericana. A partir de allí, dejará de lado la
táctica de guerra de posiciones, y asumirá la de guerra de guerrillas. Su
ejército obrero y campesino, de 800 hombres, que se llaman unos a otros
“hermanos” y que son conocidos por el pueblo como “los muchachos, al que se le
irán sumando hasta guardias desertores y ex marines, llegando a casi 5000
soldados en 1931 y 1932, morderá y picará a los invasores atacándolos por
sorpresa en su vanguardia y retaguardia, sembrando entre ellos el terror y la
desolación, apropiándose de sus armas y pertrechos de guerra. “Damned country”
(maldito país) se quejarán los yanquis, presas del terror, ante la tierra
pinolera en armas. Con Sandino combaten mujeres, niños- que conformarán el
temido “coro de angeles”- y ancianos, que cuando no son directamente
combatientes conformarán la retaguardia, logística, inteligencia y
comunicaciones, ya en el campo, ya en las ciudades, del Ejército Defensor de la
Soberanía Nacional de Nicaragua ( EDSN), fundado el 2 de septiembre de 1927 en
cerro El Chipotón, cuartel general sandinista,
donde flamea la bandera rojinegra y se inscribe el lema “Patria y
Libertad” y “Libertad o Muerte”. Allí se levantarán ranchos de adobe y paja,
corrales para caballos y ganados, talleres de fabricación y reparación de
armamentos, polígonos de tiro y práctica de combate, fábricas de calzado y
rústicas escuelas donde los guerrilleros analfabetos aprenderán a leer y
escribir. Sabiendo ya por experiencia que “5 liberales mas 5 conservadores
suman diez bandidos” dispuestos a entregar la Patria al invasor, Sandino y su
“ejército loco”, tal como lo denominó la poeta chilena Gabriela Mistral, luego
nombrada Benemérita del EDSN, confíarán sólo en sus propias fuerzas y en el
pueblo desarrapado del país. “Solo los obreros y campesinos irán hasta el fín”,
será uno de los lemas de Sandino. “Solo su lucha organizada logrará el
triunfo”.
En Las Flores, en
Telpaneca, en El Bramadero, en El Cua, donde caerá el jefe de marines, capitán
Hunter; en El Zapatilla, donde una columna de marines que pretendía rescatar a
los tripulantes de un avión derribado por los sandinistas el 8 de octubre de
1927 será diezmada, en Illiwás, en Chichigalpa, en Palacaguina, donde el 14 de
mayo de 1931 caerá combatiendo mano a mano el general Miguel Angel Ortez que, al decir de Manolo Cuadra en sus versos,
“aún hecho ya polvo, al recordar su
nombre, se miaban de pánico los yanquis”, en San Isidro, en Achuapa, en
San Francisco del Carnicero, en Saraguazca y en tantas otras partes del país,
el EDSN hará morder el polvo de la derrota a las patotas yanquis armadas de
modernos fusiles, ametralladores, cañones y aeroplanos.
En diciembre de 1927
los yanquis descubrirán por fín El Chipote. Sandino, alertado de sus
movimientos, hará colocar en su cima muñecos de paja vestidos de guerrilleros.
Luego del bombardeo aéreo del lugar, los yanquis llegarán para enfrentarse con
los muñecos. Mientras tanto, ya replegado en San Rafael del Norte, el General
de Hombres Libres dará una entrevista al periodista norteamericano de The
Nation, Carlton Beals. El mundo comenzará entonces a enterarse de la lucha
sandinista. Se conformarán Comités de Solidaridad con Sandino en México, en
Argentina, en EE.UU. y otros países. Pero los sandinistas, a pesar de su
decisión y valor, pelearán solos contra la potencia del norte, y carecerán de
armas, vituallas y dinero. Sandino por ello viajará en 1929 a México para
buscar ayuda del presidente Portes Gil, quien se la negará. Regresará a
Nicaragua al año siguiente. Durante su ausencia tomará el mando el general
Pedro Altamirano, Pedrón, indígena jinotegano, quien, peleando con su mujer y
su hijo Melesio se constituyó en terror de los invasores “ ¿la hija del
bandolero Pedrón?, inquirió en una oportunidad un marine a una hija de don
Pedro Altamirano, cuando salía de un rancho. Sin detener su paso, la muchacha
respondió: “La hija del general Pedro Altamirano, macho jueputa”…
Siguiendo la estrategia
de extender su lucha al resto de Centroamérica y toda América Latina, Sandino
buscó la integración de todo el subcontinente, de México a la Patagonia. El 20
de marzo de 1929, el EDSN, con su firma al pie, elaboró un Proyecto Original
para los representantes del los 21 gobiernos latinoamericanos denominado “Plan
para la realización del supremo sueño de Bolívar”. El Proyecto, de 44 artículos
y una Conclusión, planteaba una Alianza de los 21 Estados latinoamericanos con
miras a conformar una futura Confederación.
En el documento se declaraba nula la
Doctrina Monroe, se propiciaba la creación de una Nacionalidad
Latinoamericana, la creación de un
Ejército Continental con 5000 hombres de base compuesto por combatientes de las
21 repúblicas y de una Corte de Justicia Latinoamericana que tuviese
jurisdicción sobre todos los problemas que afectaran a los latinoamericanos. Se
prescribía además el resarcimiento de todos aquellos países invadidos por la
marinería yanqui, el financiamiento conjunto para adquirir derechos sobre el
Canal de Panamá, a fin de sustraerlo del dominio norteamericano, la fijación de
un arancel común para el intercambio comercial de los países involucrados, la
exigencia en cuanto a desocupar cualquier base norteamericana o de cualquier
otro país ajeno a Indoaméricalatina instalada en el subcontinente e impedir
cualquier asentamiento futuro de ese tipo, el intercambio de
intelectuales, el reconocimiento de
títulos secundarios y universitarios, el fomento del turismo en relación con
una rebaja del 10% de tarifas en transportes y alijamientos, la creación de una
bandera única representativa de los 21 Estados, el único reconocimiento a la
Alianza Latinoamericana de abrir una base naval en el Golfo de Fonseca y poseer
las acciones mayoritarias en cuanto a la construcción de un futuro canal
interoceánico en Nicaragua, la confiscación de los bienes de las potencias que
agrediesen a cualquiera de los países de la Alianza y otras medidas
antiimperialistas. Puesta bajo la figura de Simón Bolívar, la Alianza debería
debatir por primera vez en Buenos Aires, Argentina, al año siguiente, cosa que
no ocurrió. Sin embargo, la actual concreción de la Alianza Bolivariana Para los Pueblos de Nuestra América, ALBA, y la
integración de América del Sur y otras zonas se constituyen hoy en el resultado
de la sabia propuesta de Sandino de aquellos tiempos.
La lucha sandinista, el
apoyo y el reconocimiento de la población nicaragüense hacia ella, y su
participación cada vez mayor, significaron que los yanquis y los cipayos que
los secundaban, José María Moncada y Juan Bautista Sacasa, elegidos en
elecciones vigiladas por los invasores en 1929 y 1932 respectivamente,
cambiaran de táctica. En diciembre de 1927 se había creado la Guardia Nacional,
de la que Sandino siempre desconfió y cuestionó por ser un engendro pergeñado
por los invasores y al margen de la Constitución del país. Al ser elegido
presidente Sacasa en 1932 y una vez consumado el retiro de los marines del país, aquel envió a
Sandino una propuesta de paz, que llevó hasta Las Segovias el ministro de
Trabajo de Sacasa, Sofonías Salvatierra.
A principios de 1933, y tal como lo
había prometido, Sandino llegó a Managua, se entrevistó con Sacasa y fiel a su
palabra empeñada, que era la de dar fin a la guerra de liberación una vez que
los yanquis abandonaran el territorio nicaraguense, aceptó desarmar al EDSN.
Sólo exigió contar con una escolta de cien hombres para iniciar un plan de
cooperativas comunales campesinas y mineras en la zona nordestina de Wiwilí.
Sacasa ya había nombrado como jefe de la Guardia Nacional a su sobrino
político, Anastasio Somoza García, quien había vivido y estudiado en EE.UU. Al
regresar Sandino a Wiwilí y la zona segoviana, se anotició de las atrocidades
cometidas por la Guardia Nacional contra aquellos que habían formado parte de
su Ejército y los campesinos comunalizados. Tal provocación lo incentivó a
dirigirse a fines de 1933 a Managua. Sin obtener respuesta en cuanto a la
detención de las masacres de la Guardia Nacional contra los comuneros y ex
combatientes, el 2 de febrero de 1934 volvió a dirigirse a Managua, junto a sus
generales Estrada y Umanzor, y el ex miembro del “coro de ángeles” Santos
López, luego coronel del EDSN. Al salir esa noche de una reunión con Sacasa, el
auto en que viajaba Sandino junto a su padre Gregorio, Sofonías Salvatierra y
los generales Estrada y Umanzor, fue detenido por miembros de la Guardia
Nacional, quienes obligaron a descender a Salvatierra y a Gregorio Sandino para
trasladarlos a otro lugar. Luego siguieron viaje con Augusto C. Sandino,
Estrada y Umanzor hasta el Campo de Aviación, donde hicieron bajar a los
patriotas a los que, luego de requisarles todo lo que llevaban, los fusilaron a
la luz de los faroles de los vehículos y los enterraron en un lugar todavía
desconocido. En el mismo momento Sócrates Sandino, hermano del general de
Hombres Libres, fue ultimado en la casa de Salvatierra, donde se hallaba, luego
de un breve tiroteo, del que logró salir con vida, aunque herido, el coronel
Santos López. Arthur Bliss Lane, embajador de EE.UU., y Somoza García, quienes
se habían reunido antes del asesinato de Sandino, fueron los autores
intelectuales y materiales de su muerte.
Al poco tiempo, Somoza García fue
impuesto presidente de la República por los norteamericanos. El general Pedro
Altamirano, Pedrón, quien siguió resistiendo a la Guardia Nacional en la montaña,
fue ultimado un año mas tarde, 1935. El general Ramón Raudales, también jefe
sandinista, fue asesinado en octubre de 1958, dos años después de ajusticiado
el tirano Somoza García por el poeta Rigoberto López Pérez, cuando intentó
reagruparse, ingresando desde Honduras para combatir contra los usurpadores pro
imperialistas. Pero Sandino seguiría viviendo.
En 1961, un jóven
matagalpino, Carlos Fonseca Amador, nacido el 23 de junio de 1936, junto a
Silvio Mayorga, Tomás Borge, Francisco Buitrago, José Benito Escobar, Faustino
Ruiz y el coronel sandinista Santos López, retomarían la lucha de Sandino a
través del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), quien luego de casi
20 años de combate, guiará al pueblo nicaragüense hacia la toma del poder revolucionario
y la construcción del Poder Popular el 19 de julio de 1979, previo
derrocamiento de Anastasio Somoza Debayle, último miembro del siniestro clan.
La liberación nacional y social de Nicaragua, en el marco del socialismo, serán
sus banderas estratégicas que flamearán a través de los tiempos, simbolizadas
en aquella bandera rojinegra sandinista que nos cobijó a los que tuvimos el
privilegio de vivir la sublevación de esa sagrada tierra pinolera, y a la cual,
como internacionalistas, servimos y serviremos por siempre.
Esperando
“…gozó de la tierra prometida
en el mes mas duro de la siembra
sin
mas alternativa que la lucha.”
Leonel Rugama
Un
viento encachimbado presagiando tormentas
nos
azotaba el alma
empecinada
en proyectar ternuras
tendidos
en la tierra interrogando el cielo
sencillamente
heróicos listos para el vergueo
nosotros
integrantes
del BIR 50-10
esperando
a los gringos para volarles pija
erguíamos
la dignidad de nicaragua
clemente
sonreía
edwin
bebía pinol
evelio
recordaba a su mujer cuidando al tierno
en
el barrio riguero
el
gato se burlaba de mi acento y mi altura
en
tanto el negro mele risoteaba sus floridas anécdotas
y
a veces daba voces para templar los ánimos
allí
estábamos todos
obreros
de la pepsi y la perfecta
campesinos
de fincas estatales o mixtas
hilanderos
de texnicsa
estudiantes
de la escuela media
ahora
convertidos en duros combatientes
enamorados
perdidamente de una tierra insurrecta
y
de la libertad
aceros
en los cantos y cantos del acero
luchamos para
vencer no pasarán
danza
de cargadores y cananas
de
fusiles calados en la urgencia
caras
embadurnadas por el barro orinado
engarces
de oro reluciendo al sol
esperando
la noche
para
contar estrellas y soñar con los nuestros
y
al enemigo
para
vencerlo una vez más
llegó
el rancho y su fiesta de platos y cucharas
de
frijoles brincando en la gran olla
esparciendo
su aroma como a flores silvestres
que
pronto convocó a formar las filas
“primeros
los soldados, los últimos los jefes
y si sobra comida el estado mayor”
sobre
mesas de grama ingerimos nuestro digno alimento
comentamos
noticias de Managua
en
donde se informaba que todo estaba listo
cada barrio un bastión inexpugnable
cada fábrica un pecho acorazado
cada escuelita un puño
cada anciana un machete
cada niño un martillo
cada viejo un pichel de agua fresquísima
cada hombre y mujer un resistente
comimos
en silencio
disciplinadamente
bien pijudos
y
respondimos con un
o
morir
al
duro´
patria
libre
que
lanzó el gordo Acosta desde su puesto
en
la última fila de los oficiales.
¡En
Nicaragua siempre será 19 de julio!
¡Viva
la Revolución Popular Sandinista!
¡Viva
el internacionalismo revolucionario, ayer, hoy y siempre ternura de los
pueblos!
¡Sandino
Vive, la Lucha Sigue!
¡Patria
Libre o Morir!
¡Patria
o Muerte!
¡Venceremos!
¡En
Nicaragua siempre será 19 de julio!
¡Viva
la Revolución Popular Sandinista!
¡Viva
el internacionalismo revolucionario, ternura blindada de los pueblos ayer, hoy
y siempre!
Sandino
vive, la Lucha sigue!
¡Patria
Libre o Morir!
¡Patria
o Muerte, Venceremos!
1 comentario:
Excelente reseña histórica. Hasta la victoria.
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