¿Hay una mirada latinoamericana de lo
que está sucediendo en Grecia? Sí, la hay, porque en la era de la globalización
las fuerzas que se mueven son básicamente las mismas en todo el mundo, aunque
haya diferencias por las particularidades de cada país y región.
Lo primero que constatamos es el cambio
que ha sufrido Europa, el predominio aplastante de las ideas conservadoras. Es
otra Europa comparada con aquella de los años setenta, en el que apostaba por
el Estado de Bienestar y de la que se sentía respaldo solidario en los años
cruentos de las dictaduras. Francia, por ejemplo, o Alemania, no dudaban en
recibir la denuncia y a los exiliados, y se alineaban en pos de sociedades
menos injustas como las que prevalecían en nuestros países. Comparada con los
Estados Unidos, y su papel de respaldo a los regímenes autoritarios, era muchas
veces un refugio.
Luego, observamos el endurecimiento
tecnocrático de sus élites dirigentes, cada vez más desembozadamente
antidemocráticas, más autoritarias, más elitistas y despectivas de las
necesidades y decisiones de las grandes mayorías. El sistema de la Unión
Europea está manejado políticamente por ellos, una corte de burócratas que
hacen y deshacen al antojo de los grandes capitales, especialmente financieros,
que son los que en última instancia salen gananciosos. En relación con
nosotros, los latinoamericanos, frente a quienes siempre se comportaron
prepotentemente, pues siempre nos han visto como bárbaros, ahora son tanto o
más duros a la hora de negociar en las rondas comerciales, en donde siempre
ponen condiciones de partida que de no cumplirse, no permiten el acceso ni
siquiera a las mesa de conversaciones. De ahí la importancia de aquello en lo
que tanto ha insistido Brasil a partir del gobierno de Lula, en las relaciones
Sur-Sur, para conversar y cooperar entre iguales.
En toda esta tragedia en la que se han
convertido las negociaciones por la deuda griega, estas características han salido
a la luz diáfanamente. Pero también se han puesto en evidencia, por la parte
griega, aspectos que deben hacernos poner las barbas en remojo.
En primer lugar, la necesidad de
gobernar apelando a los ciudadanos, tal como sucedió con la convocatoria a referéndum
en días pasados. Y luego, la aceptación del duro paquete impuesto por la Unión
Europea inmediatamente después, a contrapelo de todo lo dicho y apoyado,
muestra lo duro del panorama al que se enfrenta quienes se atreven a retar la
normalidad vigente del neoliberalismo.
En este sentido, es nuestra opinión que
Syriza, como partido político, y su dirigencia, empezando por el Primer
Ministro Tsipras, no estuvieron a la altura de la batalla gigantesca a la que
convocaron y a la que el pueblo griego estuvo dispuesto a marchar. Dicen no
haber tenido alternativa a lo propuesto en Bruselas, y que no les quedó más que
transigir y entregarse. Es lo que deberían de haber dicho desde el principio,
entonces, y no abrir expectativas que no podrían ser cumplidas.
Grecia nos hace reflexionar sobre las
posibilidades y los límites de la izquierda en las circunstancias actuales,
cuando el modelo neoliberal, habiendo llegado al tope de sus posibilidades
consensuales, va en retroceso y se vuelve más agresivo.
En primer lugar, nos hace ver que
enfrentársele al modelo es ir a la guerra, tal como lo constatamos en
Venezuela, Ecuador o cualquier otro país que apuesta por propuestas
posneoliberales. Ir a la guerra es tener claro que los grandes poderes
económicos, políticos y fácticos no paran mientes en usar todas las
herramientas que poseen, que incluyen los medios de comunicación, la mentira,
el chantaje o la presión económica hasta la muerte.
En segundo lugar, que hay que confiar en
la gente, que si se logra un apoyo tan masivo como el logrado en Grecia, no se
debe ir para atrás porque eso saldrá terriblemente caro, y no solo, en este
caso, para ese país y Syriza, sino para la izquierda en todo el mundo,
especialmente la europea. PODEMOS, en España, será el primero en resentir la
desconfianza que puede derivar hacia los discursos que llaman a resistir y
cambiar.
En tercer lugar, que hay que construir
los apoyos internacionales reales, porque Grecia, a pesar del clamor mundial,
se quedó sola frente a la tecnoburocracia europea. Sola en el sentido real, de
tener un lugar al cual asirse o dónde recostarse.
En América Latina esta lección griega
debe ser bien aprendida. En algunos lugares de nuestro continente hemos logrado
llegar bien lejos comparado con lo que han podido hacer los griegos, pero hay
que resguardarlo porque todo puede estar pendiente de un hilo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario