En Europa y en el
Caribe, las fuerzas del capitalismo salvaje se han lanzado a dentelladas sobre
la riqueza pública y el bienestar de pueblos obligados a empeñar su destino en
manos de los banqueros, de los tecnócratas e ideólogos del neoliberalismo, y de
unos organismos financieros internacionales devenidos en guardianes de la
tiranía global.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
Grecia y Puerto Rico
están siendo asfixiados lentamente por la deuda externa, y sometidos a una
dolorosa humillación. El imperialismo permanente, hegemonizado por el sector
financiero, que es la forma en la que se expresa hoy el capitalismo dominante
–devenido en modelo civilizatorio-, actúa en estos países no solo como
respuesta a su lógica de acumulación por
desposesión, sino que además pretende imponer la dictadura del pensamiento
único por medio del castigo, y de ser posible la destrucción, de todas aquellas
organizaciones y partidos políticos (como Syriza, en Grecia) que se atrevan a
desafiar los dogmas del dios mercado y a entreabrir la puerta a la posibilidad
de construir rumbos alternativos. Y lo va a hacer aunque ese aleccionamiento
suponga traicionar los principios de su propio discurso –el de la democracia
liberal burguesa- y sacrificar sus propias instituciones fundantes –el voto
popular, la expresión de la voluntad del soberano en un referéndum-.
El concepto del
imperialismo permanente, como sostiene el historiador costarricense Rodrigo
Quesada[1],
es una herramienta teórico-conceptual muy valiosa para la interpretación de la
actual etapa de desarrollo del capitalismo, caracterizada por, al menos, cuatro
elementos: 1) la expansión continua de este sistema económico “hasta el último centímetro cuadrado del
planeta” (p. 37), tarea que se repite tantas veces como sea necesario para
el funcionamiento de los engranajes del capital, y apelando a formas de
imposición “cada vez más agresivas” (p. 46); 2) la articulación de gobiernos,
empresarios y ejércitos, es decir, de los aparatos ideológicos, económicos y
militares para sostener y garantizar la reproducción del orden imperial que se
impone (la globalización neoliberal); 3) la consolidación de las compañías
transnacionales y de la banca globalizada (los “acreedores” en el drama griego)
como pilares de la acumulación (p. 40); y finalmente, 4) la actualización de
las formas y estrategias de dominación colonial y de sometimiento los pueblos
(ahora por la vía del ajuste y el endeudamiento externo), que supone la guerra
contra sus culturas, sus historias y las posibilidades de construcción de
alternativas populares (p. 43).
Todos estos elementos
los podemos identificar claramente en los casos de Grecia y Puerto Rico. En el
primero, no solo se ha demostrado que la deuda externa es producto de
decisiones irresponsables de la clase política tradicional (gobiernos
socialdemócratas y de derecha) y de la aplicación de las recetas neoliberales,
sino que además se la denuncia como impagable y espuria, en tanto es funcional
a los intereses del imperialismo. Atilio Borón puso en evidencia que buena parte de la
deuda responde a los compromisos de orden geopolítico asumidos por los
anteriores gobiernos griegos, dada su posición geográfica estratégica en los
planes de defensa de la OTAN (brazo armado del imperialismo noratlántico): “Grecia es el país que tiene mayor número de
submarinos en Europa, más que el Reino Unido (la tradicional mayor potencia
naval europea) y que Francia y Alemania. Y es el que tiene el mayor número de
aviones de combate. Este disparate es lo que explica que aproximadamente la
cuarta parte de la totalidad de la deuda externa de Grecia se haya originado en
este absurdo gasto militar, en la desaforada carrera armamentística que sólo
benefició a los fabricantes de aviones y submarinos” (Alemania, Francia y
Estados Unidos).
Por su parte, el exministro
de finanzas Yanis
Varoufakis no dudó en denunciar las exigencias de la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo, Fondo Monetario
Internacional) para rescatar a Grecia como “la
culminación de un golpe de Estado” de nueva generación: “una
política de humillación en acción”, alejada absolutamente “de la decencia y la razón”, en tanto “supone una anulación completa de la
soberanía nacional”. Y así explica Varoufakis la nueva forma de ocupación
que sufre su país: “En 1967, las
potencias extranjeras usaron tanques que para poner fin a la democracia griega
(…) en 2015 otro golpe de estado ha sido llevado a cabo por las potencias
extranjeras, utilizando, en lugar de tanques, a los bancos. Quizás la principal
diferencia económica es que, mientras en 1967 las propiedades públicas griegas
no fueron atacadas, en 2015 los poderes que han dado el golpe de estado han
exigido la entrega de todos los bienes públicos existentes, para ponerlos al
servicio de nuestra impagable e insostenible deuda”.
En el caso de Puerto
Rico, colonia de los Estados Unidos desde el siglo XIX, el
excanciller cubano Ricardo Alarcón describe la situación de la Grecia del Caribe como “particularmente difícil”, toda vez que “no puede declararse en bancarrota, como
hizo, por ejemplo, Detroit y acogerse a la legislación federal correspondiente
porque no forma parte de la Unión Norteamericana”. Y agrega: “Tampoco puede adoptar medidas elementales
para defender su economía –como sería, para mencionar una, diversificar los
medios de su transporte comercial- porque las leyes de cabotaje la obligan a
emplear sólo la costosísima marina mercante norteamericana. La lista de
acciones que un país enfrentado a tal crisis emprendería es larga pero están
fuera de su alcance. Simplemente porque Puerto Rico no es un estado soberano.
Es una colonia de Estados Unidos. En palabras del congresista federal Luis
Gutiérrez: ‘Como Puerto Rico es una colonia, ni podemos ir a la comunidad
internacional a pedirle ayuda al Banco Mundial o al FMI, pero Washington no
está asumiendo sus responsabilidades como el poder colonial’”.
Profundización de la
condición colonial de pueblos sometidos a poderes extranjeros, que sojuzgan su
soberanía y su autodeterminación; viejas y nuevas formas de ocupación de países
y de explotación de sus riquezas; violación fragante de los principios
democráticos y de la voluntad popular expresada en las urnas, para imponer la
razón del capital y la ley del más fuerte cómo único marco de convivencia
aceptado por los poderosos: tales son algunos de los peligros que se ciernen
sobre Grecia, Puerto Rico y la humanidad en general.
El imperialismo
permanente está haciendo de la deuda externa su nueva arma de conquista.
Aislados, fragmentados, rendidos a su suerte, los países estarán condenados a
sufrir rigores iguales o peores a los que ayer vivió Argentina, o los que
esperan a la vuelta de unos días al pueblo heleno. Sólo desde la unidad de
gobiernos y movimientos sociales, desde la solidaridad internacional y la
concertación de esfuerzos en todos los niveles, y reafirmando las banderas de
la dignidad y la independencia se podrá oponer resistencia a esta nueva amenaza
imperialista.
NOTA:
[1] Quesada, R. (2012). América Latina 1810-2010. El legado de los
imperios. San José, C.R.: EUNED.
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